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El grito de desesperación de Jesús Cantero, vecino del Brisol en Ibiza: "¿Quién pagará por esto?"

Los vecinos del edificio denuncian la falta de mantenimiento de los torrentes

Una vecina limpia barro en el edificio Brisol

Una vecina limpia barro en el edificio Brisol / Toni Escobar

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Ibiza

"¿Quién pagará por esto?" se pregunta Jesús Cantero, vecino de los apartamentos Brisol, uno de los puntos más afectados de Ibiza por las lluvias torrenciales de las últimas dos semanas. Su enfado con lo que ha pasado es tal que da hasta el número de su DNI a esta periodista, todo para que su voz, desesperada tras días y días de achicar agua, limpiar barro y tirar efectos personales.

"Estamos muy mosqueados porque entendemos que ha sido una gran tormenta y una cosa excepcional, pero lo que no podemos comprender es que aquí venga el agua del torrente de sa Llavanera y los alrededores y no haya una salida de agua", indica, mientras, entre mangueras y cubos de fregona, trata de retirar barro en el garaje. Su rastro está en todo lo que queda en el interior. Los coches tienen el capó abierto y las manecillas de sus puertas muestran hasta dónde llegó el agua. Bajo los pies, aún hay una espesa capa de fango. "Al final ha tenido que venir la UME (Unidad Militar de Emergencias) a sacar el agua que debería haberse ido por sí sola", continúa Cantero.

El Brisol limpia entre barro y rabia

Sergio G. Cañizares

"Está todo entaponado, sucio, abandonado, sin limpiar, sin atender... Porque hay basura muy desagradable de todo tipo", continúa Cantero, que ha llegado a ver carritos de supermercado en la desembocadura del torrente. Este residente lamenta, además, que aunque las lluvias de 'Alice' no trajeron tanta agua como las de 'Ex Gabrielle', "el agua volvió a subir al metro de altura".

Del cansancio, o la rabia, o la frustración, o de un poco de todo ello, otro vecino que barre barro (valga la redundancia) dice que prefiere no hablar de lo que causaron las lluvias. Sus ojos lo hacen por él. Mira al suelo y coge la escoba antes de entrar cabizbajo a lo que espera que vuelva a ser su trastero. "Una mirada vale más que mil palabras", concluye Cantero.

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