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Efectos de la dana ‘Alice' en Ibiza: Un diluvio tras otro, tras otro, tras otro

La dana ‘Alice’ se cebó este fin de semana con Sant Antoni, Santa Agnès, Cala de Bou y Port des Torrent, donde debido a la concatenación de trombas de agua se vieron afectados carreteras, comercios y hoteles. Las fuertes lluvias inundaron campos agrícolas, arrastraron buena parte de la arena de muchas playas y llegaron a arrancar pasarelas.

El torrente dejó cinco pilares del puente de Port des Torrent colgando.

El torrente dejó cinco pilares del puente de Port des Torrent colgando. / J.M.L.R.

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

Sant Antoni

Ocurrió entre las 8.35 y las 8.45 horas de la mañana de este domingo. Durante diez minutos tronó y relampagueó sin descanso, sin un solo instante de silencio. Lejos de la imagen poética («Il fait toujours beau au-dessus des nuages / Mais moi, si j’étais un oiseau, j’irais danser sous l’orage») que de esos fenómenos atmosféricos ofrece Zaho de Sagazan en ‘La symphonie des éclairs’, fue como si todos los tanques, órganos de Stalin y artillería de la batalla de Kursk volvieran a descargar, como en 1943, con rabia y sin interrupción, pero esta vez en el cielo de Sant Antoni.

Llevaba media hora diluviando y desde el oeste se acercaba una cortina de agua aún más espesa y cargada de electricidad. En el mapa de rayos de Aemet aparecía como una extensa mancha, un círculo perfecto y sin huecos del tamaño de media Ibiza que se dirigía hacia la costa suroeste de la isla. Artillería celestial que iba acompañada de una tromba, otra más. Desde hace días, los diluvios se suceden uno tras otro, sin interrupción, pero la mañana del domingo fue al ritmo de una orquesta incesante de truenos. Ni el capitán Haddock soltaba tantos por su boca.

De la alerta amarilla pronosticada una noche antes para esas horas, de repente se pasó a la naranja y a prolongar ésta hasta el mediodía. En el mapa de Aemet se advertía de que caerían en las siguientes horas entre 36 y 48 litros por metro cuadrado. Diluviaría sobre mojado.

Aparcamiento inundado de Es Paradís, en cuya fachada se lee 'Fiesta del agua'.

Aparcamiento inundado de Es Paradís, en cuya fachada se lee 'Fiesta del agua'. / J.M.L.R.

Tanta agua acabó colándose en la pista de pabellón de deportes de Can Bonet, donde había tres charcos. Y como es habitual, se formaron dos balsas a la entrada del barrio, de manera que los peatones que querían acceder a la autovía para cruzar el semáforo o para ir a la parada del autobús no podían pasar sin mojarse los pies, a no ser que llevaran katiuskas. En el supermercado Es Puig se recuperaban de la tromba de la tarde anterior. Protección Civil detuvo el tráfico hasta que se desaguó el lago formado entre el parking y su terraza, pues los vehículos que transitaban por allí formaban a su paso olas que acababan penetrando en el negocio.

La dana dejó un rastro de piedras y tierra en carreteras y calles de Sant Antoni, como en el Camí de sa Vorera, alfombrado con lo que la tromba arrancó de los caminos de tierra de las laderas. En la carretera que va a Santa Agnès, algunos muros se desmoronaron. Incluso la calle Londres acabó llena de guijarros y arenilla que descendieron desde sa Talaia por un vial de asfalto que la tarde del sábado más bien parecía un torrente y que acabó depositando buena parte de ese material en la rotonda de los caballos.

Cuando el huevo flotó

Dice Mónica que durante la tarde del sábado hubo momentos en que el huevo de Colón parecía que «flotaba» sobre la rotonda. Mónica es dependienta de Carnaby, tienda en la que el agua llegó justo a la rampa de entrada. Cuenta que sobre las 17 horas, cuando sonó la alerta de Protección Civil en los teléfonos, ya no se veía la acera. El agua lo cubría todo alrededor de la rotonda y llegaba casi hasta la cáscara de la escultura: «Parecía que flotaba. Todo ocurrió muy rápido. En 20 minutos».

Pasarela arrancada por el torrente en Cala Gració.

Pasarela arrancada por el torrente en Cala Gració. / J.M.L.R.

En ese lado de la avenida de acceso a Sant Antoni, los negocios situados por debajo del nivel del asfalto ya están acostumbrados a las inundaciones. Algunos, como Souvenirs Miramar, decidieron en su momento construir una rampa para que, así, el local no estuviera al mismo nivel de la calle. Es lo que, según Marisa, su dueña, les salvó el sábado. Pero no sólo eso: también retiraron la alfombrilla de césped artificial del negocio que tienen al lado, pues tapaba dos sumideros que, además, estaban casi cegados desde hace tiempo por tierra, igual que los imbornales que hay frente a un antiguo banco de los aledaños.

Los automóviles fueron la pesadilla de los dueños del Supermercado Campano, Javier y Carmen. La tromba llegó justo al límite de la puerta, pero penetraba como un tsunami al paso de cada vehículo que circulaba «a toda hostia» por la avenida Doctor Fleming: «Pasamos cinco horas quitando agua de dentro. Y era sucia, que es peor». Carmen empleó mucha lejía para acabar con la peste que dejaron los excrementos que se colaron dentro. Salían de dos alcantarillas cercanas que, según Javier, revientan en cuanto llueve. Su teoría es que el torrente de sa Bassa Roja, tapado y que pasa a su vera, no da abasto porque dentro se acumulan «tres metros de arena». Javier, además, desatascó con una fregona el agujero (tal cual, sin tapa ni nada) que hay en el asfalto frente a su negocio y que parece ser un sumidero: «Estaba atascado, como siempre, de globos». Los de la risa.

«Pasamos cinco horas quitando agua de dentro. Y era sucia, que es peor»

Cerca de esa a tienda está Es Paradís, cuyo lema, que se puede leer de lado a lado de la fachada, parece una broma en días como estos: ‘Fiesta del agua’. El letrero se reflejaba en el agua que inundaba su aparcamiento.

"Hasta ratas"

En el Passeig de ses Fonts, la inundación llegó hasta la mesa 22 del restaurante Linares, a escasos metros y una sola hilera de la puerta. De cuatro a siete de la tarde aquello fue un lago, según Xavi Costa, camarero. Al lado, en el restaurante italiano Bresca tuvieron que lidiar con las inmundicias que brotaban de dos alcantarillas: «Salieron hasta ratas», asegura Gabriel, camarero. Sucede cada vez que llueve, afirma. El hedor era «insoportable».

Campo anegado en Corona.

Campo anegado en Corona. / J.M.L.R.

En Cala Salada, «el torrente iba a full», califica un socorrista. Dejó su huella (dos surcos profundos) en la playa de còdols. En Cala Graciò, la torrentada desmembró la pasarela de la playa y la dejó bastante mermada de arena. El chiringuito Pomelo, cuenta Lidia, su encargada, se salvó porque el agua bajaba asalvajada por la vertiente contraria. Pero en Cala Gracioneta, el chiringuito se encuentra en pleno torrente. Es más, forma, inexplicablemente, parte de él. Su pasarela de madera hizo las veces de torrentera. La alerta sonó allí unas dos horas después de que no supieran cómo encarar semejante avalancha y rescataran de la playa «el mobiliario» (10 hamacas). Bajaba con tanta fuerza que arrasó buena parte de la arena. Hay ahora un escalón de dos palmos entre el suelo y la pasarela de madera, que está descubierta por un lateral. «Pasa cada vez que llueve. Estamos acostumbrados a caernos y a levantarnos», cuenta Ángel, su encargado.

En Caló des Moro, a las 12.30 horas aún seguía manando agua de la alcantarilla de la parte más alta del Passeig de Ponent.Acababa desembocando en el paseo y en el interior de los locales, algunos anegados.

Varias recepciones de hoteles de Cala de Bou (y algunas de sus habitaciones) acabaron encharcadas. En el Seawiew de Port des Torrent colocaron las espesas alfombras de la recepción en el pórtico de la entrada a modo de parapeto.

Con el puente colgando

Pero en Port des Torrent, lo peor ocurrió en la playa, donde dos torrentes, cada uno en un extremo, se comieron parte de la arena. Los surcos que abrieron son imponentes. Uno de ellos dejó en el aire cinco de los pilares del puente que arranca del chiringuito Tigre Morado y que une ambas partes de la cala. Aunque colocaron cintas de policía para que nadie pasara, algunos, pese al peligro de que se desmoronara, lo atravesaban. Los dueños, cansados de advertir a los transeúntes, de que no les hicieran caso e incluso de que se les encararan, acabaron yéndose: «Era una locura la fuerza con la que bajó el agua por el torrente», explica Alexis, su responsable. Ocurrió desde las 15 horas, dos antes que la alerta.

Un torrente dejó en el aire cinco de los pilares del puente que une ambas partes de la cala de Port des Torrent

Torrente des Regueró al desembocar en la playa de s'Srenal.

Torrente des Regueró al desembocar en la playa de s'Srenal. / J.M.L.R.

En el Pla de Corona, la tromba encharcó campos de vides y fincas antes ocupadas por almendros, arrancados este verano por viejos, secos o enfermos. El temporal se llevó también por delante los cables telefónicos de un poste, tendidos de un lado a otro sobre el asfalto.

Y aún quedan dos días más de alerta naranja. Ojo.

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