Infraestructuras
Infraestructuras de Ibiza: La autovía que naufragó desde su botadura
La historia de la autovía del aeropuerto es la crónica de una inundación anunciada desde, incluso, el momento en que se gestó. Hasta la propia unión temporal de empresas que la construyó avisó de los problemas que generaría hacerla por debajo del nivel freático. Pero el Govern, del PP, se empeñó en cavar aquella enorme trinchera. Se inundó semanas después de ser estrenada.

Inundación de la autovía del aeropuerto el 22 de agosto de 2007. / Vicent Marí
La almirante. Es el «título honorífico» que el diputado socialista ibicenco Joan Boned otorgó a la ex consellera de Obras Públicas Mabel Cabrer, del PP, durante una sesión celebrada en el Parlament el 2 de octubre de 2007. Sólo dos meses antes, la autovía del aeropuerto había naufragado con las primeras lluvias. Por eso, Boned, cabreado con el desastroso legado dejado por el PP del expresidente Jaume Matas, apuntó, en tono irónico, en la sede parlamentaria balear que habría que darle el «título honorífico de almirante» a Cabrer «por conseguir ampliar las zonas navegables de la isla».
Dieciocho años más tarde todo sigue igual. La autovía del aeropuerto se inunda recurrentemente y aquel legado maldito no ha sido solucionado desde entonces por ninguna Administración autonómica, fuera del PP o socialista o progresista, que se han limitado a parchear los problemas de una obra mal gestada desde el comienzo. «No podemos continuar así», argüía el conseller insular de Movilidad, Albert Prats, tras la inundación de esa carretera el 22 de agosto de 2007, que la mantuvo siete horas cerrada al tráfico. Prats, un significado activista contra las autovías que acababa de tomar las riendas del departamento, recién heredaba lo que, en las elecciones de mayo de 2007, supuso la debacle de los populares. Con el tiempo, 18 años, se ha demostrado que sí que podíamos continuar así. Incluso ir a peor.
La memoria selectiva de Estarellas
En la rueda de prensa posterior al Consell de Govern del pasado viernes, la vicepresidenta segunda del Govern, Antònia Maria Estarellas, culpó al PSOE de las recientes inundaciones de la autovía del aeropuerto, una de las cuales la mantuvo cerrada varios días: «Fue una obra acabada por el PSIB, curiosamente sin desagües, por lo que todo apunta a que tendrá que hacerse una reforma», indicó, a la vez que subrayó que «es inconcebible que una obra de estas características no tenga un sistema de desagüe». Memoria selectiva la de Estarellas, que parece olvidar que aquel polémico proyecto lo impulsó el Govern de Jaume Matas, del PP; que el Pacto de Progreso, con el socialista Francesc Antich al frente del Ejecutivo balear, lo heredó en julio de 2007 tras las elecciones celebradas dos meses antes, y que a las pocas semanas del traspaso de poderes sufrió sus dos primeras inundaciones.
La crónica de la inundación anunciada de ese vial comienza incluso antes de que las excavadoras empezaran a abrirse paso el 18 enero de 2006 en los terrenos donde se construirían, pese al rechazo social, las polémicas autovías de Sant Antoni y el aeropuerto. Meses antes, a finales de 2005, la UTE Accesos Ibiza (Unión Temporal de Empresas integrada por MAB y Construcciones Ortiz) alertaba del riesgo de tener «graves problemas» con las pluviales en caso de continuar con el proyecto inicial de hacer la carretera del aeropuerto bajo rasante, la famosa trinchera excavada desde Ca n’Escandell hasta Sant Jordi.
A finales de 2005, la UTE Accesos Ibiza alertaba del riesgo de tener «graves problemas» con las pluviales en caso de continuar con el proyecto inicial de hacer la autovía bajo rasante
Pese a esa clara advertencia, el Govern hacía caso omiso a mediados de febrero de 2006 a la petición de esa UTE de variar sustancialmente el proyecto de construcción y que se eliminara aquel tramo en trinchera. El entonces director general de la conselleria de Obras Públicas, Carlos Jover, fue tajante: «El único proyecto que hay es el adjudicado, y punto (…) En la zona del hipódromo ha habido intentos de modificar la rasante por parte de la empresa, porque existe un grave problema de pluviales, pero lo vamos a solucionar. Lo fácil para el adjudicatario es proponer cambiar la rasante, pero eso ni está aprobado ni se va a permitir». Trinchera sí o sí. Curiosamente, el Grupo de Empresas Matutes tenía previsto construir un campo de golf en Platja d’en Bossa, donde fue a parar la inmensa cantidad de tierra retirada en la apertura de la inexplicable trinchera.
Pozos desecados
Los vecinos denunciaron poco después, a comienzos de noviembre de 2006, que el canal de evacuación de aguas pluviales número 3 de la autovía del aeropuerto (desde Can Malalt hasta aproximadamente Platja d’en Bossa), desembocaba en unos terrenos rodeados de viviendas y a sólo unos metros de importantes urbanizaciones. Temían que esa canalización provocara grandes inundaciones en la zona en cuanto se produjeran lluvias torrenciales, lo que les llevó a interponer un recurso contencioso administrativo contra el proyecto y a pedir también a las instituciones implicadas que rectificaran esa obra, que calificaron de «totalmente incomprensible». Las obras de esa canalización terminaban abruptamente en un terreno en pleno desarrollo urbano, sin llegar al mar.
La carretera no sólo discurre bajo el nivel freático, sino que en su construcción cortó la conexión de acuíferos y desecó pozos. En marzo de 2007, el Pacto de Sant Josep denunció que las obras afectaban a los pozos de Sant Jordi. El nivel de agua de cuatro o cinco de la zona había bajado tanto que estaban casi secos. Sus propietarios aseguraban que desde hacía medio año se extraía agua potable en la zona del hipódromo de Sant Jordi que acababa en el mar, con el consiguiente daño a los acuíferos: «La constructora ha ido sacando agua para poder ejecutar sus obras por debajo del nivel freático», denunciaba el Pacto.
Días después, la «almirante» Mabel Cabrer confirmaba aquel fuerte descenso de nivel de los pozos de Sant Jordi y que ya sabía que eso ocurriría: «Estaba previsto en el proyecto constructivo emplear un método en seco y no en húmedo, precisamente para evitar una contaminación de los pozos con hormigón y otros materiales al trabajar por debajo del nivel freático». Aseguró que las extracciones eran «temporales» y que «lo más natural y lo más normal» era que se recargara el acuífero.
Ante la inminencia de las elecciones de mayo de 2007, el Govern aceleró aquellas obras para que estuvieran acabadas, confiado en que los ibicencos olvidaran los malos tragos pasados y los sapos tragados durante su polémica construcción una vez circularan por ella los vehículos. Pero la mayoría de los pitiusos no olvidó y echó al PP del Govern y del Consell.
Las autovías fueron transitables desde mayo de 2007, coincidiendo con los comicios, pero no estaban acabadas. Daban el pego, pues se hizo en ellas un intenso lavado de cara. Pero estaban cogidas con alfileres y no aguantaron los primeros asaltos. Las deficiencias empezaron a aflorar enseguida. Primero, una grieta de 10 metros en la rotonda de Can Sifre. Luego llegaron las lluvias.
Las primeras inundaciones
La primera que anegó la autovía tuvo lugar el 9 agosto. La segunda, aún más potente, el 22 de ese mes. Esta obligó a cerrar algunos tramos de la autovía del aeropuerto durante siete horas. El agua llegó a alcanzar casi un metro de altura y cuatro vehículos quedaron atrapados. El flamante conseller insular de Movilidad, Albert Prats, que llevaba apenas mes y medio en el cargo, se topaba con el problema que tantas veces había denunciado como activista antiautopistas. Prats pidió a la UTE que buscara «una solución» para evitar que el problema se volviera «a repetir». «No podemos continuar así», dijo. Pero continuamos. Prats ya alertó de que las obras en trinchera, como la de la autovía del aeropuerto, provocarían problemas en los acuíferos y en el drenaje de las aguas. Tal cual.
El Consell de Ibiza, ya en manos progresistas, atribuyó aquellas inundaciones a «las prisas» de Matas por acabar las obras, y la nueva conselleria balear de Obras Públicas confirmó que la autovía había quedado anegada porque la obra no estaba finalizada y los sistemas de bombeo eran «provisionales». En la zona más cercana a la rotonda de ses Salines se produjeron acumulaciones de barro en el asfalto debido a que el agua facilitó que hubiera corrimientos de tierras de los taludes de la carretera que taponaron canalizaciones.
Matutes contra la «almirante»
Tras aquella inundación, el director general de Obras Públicas, Antoni Armengol, informó de que se había comenzado a trabajar en la excavación de una cuneta para canalizar el agua de las precipitaciones: «Esta cuneta evitará las inundaciones», aseguró.
La Plataforma Antiautopista reiteró que las deficiencias en el sistema de drenaje y la canalización de aguas pluviales eran «una más de las múltiples y vergonzosas deficiencias de la carísima autovía del aeropuerto», y recordó el coste de aquel dislate: «El hecho de que en 25 años paguemos cerca de 6.000 millones de pesetas [unos 36 millones de euros] por cada kilómetro no ha evitado que tengamos una vía de comunicación entre el aeropuerto y las ciudades de Ibiza y Sant Antoni más peligrosa que antes e indigna de una Comunitat rica y que vive del turismo».
Poco antes, en junio, curiosamente tras las elecciones, el Grupo Matutes denunció a la conselleria de Obras Públicas porque temía que, si se producían lluvias torrenciales, sus establecimientos sufrieran inundaciones como consecuencia del diseño incompleto del sistema de evacuación de pluviales, que no descargaba en el mar, sino en un terreno cercano a sus hoteles. La compañía dejó claro que la demanda se interpuso antes del relevo en el Govern y que su malestar era con la conselleria que había dirigido hasta entonces Mabel Cabrer, del PP: «Con los problemas que nos ha causado la conselleria de Obras Públicas del Govern con esta desastrosa imprevisión del proyecto de la carretera del aeropuerto y con nuestra decisión de reclamar ante los tribunales está claro que no había ninguna connivencia entre el Govern y el Grupo de Empresas Matutes», sentenció un portavoz de la compañía.
Otro que se encontró con aquel marrón nada más relevar a los populares del gobierno del Consistorio de Sant Josep fue Josep Antoni Prats. El 15 agosto de aquel 2007, y tras las primeras lluvias que inundaron la autovía, el nuevo concejal de Urbanismo ya tenía preparado un listado de mejoras de ese vial que se disponía a presentar al Consell y al Govern, entre ellas una serie de canalizaciones de evacuación de aguas: «No se han hecho bien», dijo entonces.
Pinchazo a los acuíferos
Durante el pasado pleno extraordinario de Sant Josep, en el que, por unanimidad, se solicitó al Gobierno que el municipio sea declarado zona gravemente afectada por la tormenta ‘Ex Gabrielle’ a su paso por la isla el 30 de septiembre, Josep Antoni Prats, edil de Ara Balears, indicó que lo sucedido hace unos días tiene su origen hace dos décadas: «Algunos ya decíamos que construir una carretera desdoblada por debajo del nivel freático podía tener consecuencias, como inundaciones. Era bastante probable que ocurriera. Y que cortar el curso de todos los torrentes que bajan de las sierras del norte de Sant Jordi y recogerlos todos dentro de esta infraestructura [una especie de tanque de tormentas] también podía tener consecuencias, como efectivamente así ha sido».
Prats rememora que avisó durante toda su construcción «de que no se podía hacer una carretera a aquella profundidad porque pinchaba los acuíferos de Sant Jordi, lo que, por tanto, obligaría a mantener constantemente una extracción de agua, que es lo que ahora mismo está pasando». Por ejemplo, debajo de la rotonda de Can Funoll «hay unas bombas que tiran agua a los torrentes de forma recurrente, porque si no estuvieran siempre en marcha, el nivel freático recuperaría su nivel y, bueno, la autovía se inundaría. O sea, sin llover». A juicio de Prats, existe un defecto de origen: «La decisión de construir esa carretera en trinchera».
Ya se ha visto también, según Prats, para qué sirve la balsa de regulación construida posteriormente y que debía evitar que se inundara Platja d’en Bossa: «Ahora -indica- genera problemas a todo Platja d’en Bossa porque hace subir el nivel freático cuando está llena. Por eso estos días ha habido tantas inundaciones en los sótanos». Es «pura física», la aplicación de los vasos comunicantes: «Si en la balsa está a un determinado nivel, el agua está al mismo en todo Platja d’en Bossa».
«Mal hecha»
El 2 octubre de 2007, tras las dos primeras inundaciones de la autovía (y del paso de Puig d’en Valls, otro intransitable cuando caen dos gotas), el Parlament balear aprobaba una iniciativa del PSOE para modificar las dos autovías de Ibiza. Dio luz verde a la propuesta de reducir de cuatro a dos carriles el tramo final de la autovía del aeropuerto y de solventar los problemas de drenaje internos y externos de esa carretera… que no se han solventado. Fue aquel día cuando el diputado socialista Joan Boned dijo que aquella carretera estaba «mal hecha», que «en cuanto caen cuatro gotas, esa fastuosa autovía queda inservible», y que a Mabel Cabrer habría que darle el «título honorífico de Almirante por conseguir ampliar las zonas navegables de la isla». Pero todo sigue igual desde entonces, desde hace 18 años.
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