Ibiza
Alquila su casa en Ibiza y se la vuelven a destrozar con una fiesta ilegal: "La isla está enfocada a drogadictos y delincuentes"
Un ibicenco repite la misma pesadilla que el año pasado le costó 15.000 euros en reparaciones

Bandeja con droga que dejaron los inquilinos al abandonar la casa / D.I.
Carlos prefiere no desvelar ni su nombre real ni el emplazamiento exacto de la casa que alquila a turistas en Ibiza. Con todos los papeles en regla, aclara. Lo máximo que se atreve a revelar es que la vivienda se encuentra dentro del municipio de Sant Josep.
El motivo de su recelo es que está convencido de que se la ha arrendado a "gente muy peligrosa" al menos en dos ocasiones, una hace un año y otra la semana pasada, con idéntico resultado: fiestas ilegales y destrozos generalizados.
Dice que no cree que haya una tercera porque el próximo verano posiblemente ya no vuelva a alquilarla. Está escarmentado, cabreado y frustrado. “Es muy triste, cada día dan más ganas de alejarse de esta isla enfocada a drogadictos y delincuentes”, se desahoga con Diario de Ibiza.
Durante un tiempo, Carlos alquiló la casa para residencia habitual, pero hace dos años decidió probar suerte en el mercado del alquiler turístico. Al principio le fue bien, pero hacia el final de la temporada 2024 la cosa se empezó a torcer. "La casa se iba alquilando más o menos bien, a gente normal, hasta un día vi varias furgonetas negras entrando y saliendo. Y me dije: ‘Hostia, qué raro’. Ni me lo imaginaba ni me lo esperaba".
Su casa había sido inoculada con el virus de las fiestas ilegales, uno de los más peligrosos que circulan por Ibiza. Su primera reacción fue llamar a la Policía Local. "Se presentaron, no les dejaron entrar y se fueron. La policía prácticamente se rio de nosotros, nos dijo que era cosa nuestra y que nos apañáramos. Nos enviaron a la Guardia Civil sabiendo que no se dedican a esto", recuerda.
Tras comprobar que el trasiego de gente y furgonetas no se detenía, contactó con un abogado que les explicó que "tener licencia turística es como estar en un hotel, donde la policía puede echar perfectamente a unas personas si están montando una fiesta". Sin embargo, la fiesta ilegal siguió sin que el dueño de la casa encontrara la fórmula de abortarla: "Teníamos miedo por la casa y miedo por todo".
Amenaza de okupación y desalojo violento
La situación escaló un peldaño más cuando el dueño de la casa escuchó una amenaza por parte de los supuestos turistas. "En un momento dado les tocaba salir a ellos y entrar a otros clientes, pero nos dijeron que se iban a quedar de okupas por sus cojones porque habíamos llamado mucho a la policía", cuenta.
Este aviso llevó a Carlos a ponerse en contacto con una empresa de seguridad privada para desalojar de la casa: "Los tuvieron que sacar empujando las puertas y entrando de malas maneras. Fue muy violento. Si no llegan a ser expertos en seguridad les rompen la cara. Creo que se fueron porque les amenazaron con que, si no se iban, no iban a entrar en ninguna discoteca de Ibiza. Porque miedo no les tenían ninguno".
Muerto el perro se acabó la rabia, pero no los destrozos generados. La casa estaba arrasada después de varios días de puro desenfreno. Carlos estima que se gastó unos 15.000 euros para arreglar los desperfectos: "Cada mueble vale una pasta, y los detalles para que los clientes que vengan a Ibiza estén a gusto. No es una casa de batalla". Tampoco le quedaron fuerzas para emprender la vía judicial. "Podría haberme buscado un abogado para reclamar, pero tampoco me quedaron ganas. Es que te deprimes. Al día siguiente que me pasó esto tuve fiebre y no estaba enfermo, ni nada. Te quedas hecho mierda", se sincera.
Pese a este mal trago, con el tiempo pasó página y este verano volvió a poner la casa en alquiler. Todo iba bien hasta que, otra vez, la cosa se torció en octubre. Los mismos síntomas: furgonetas negras y trajín constante de gente. "No estoy seguro de si son los mismos del año pasado, pero creo que alguno debe de coincidir", dice. "El negocio está en vender entradas, droga, alcohol... Y te hacen también masajes y hasta tatuajes. Lo tienen todo organizado", explica.
Por si le quedaba alguna duda, encontró la referencia de su casa en un grupo de Telegram dedicado exclusivamente a fiestas privadas. Entradas a 50 euros para ellos y a 30 para ellas, con una consumición incluida. Una alineación de cinco pinchadiscos entre las 6.30 y las 13.30 horas. Y un punto de encuentro alejado de la casa donde las famosas furgonetas van a buscar a los asistentes.
Carlos sabe perfectamente la ilegalidad que están cometiendo dentro de su casa, pero no dispone de armas para combatirla. "Sólo tienes el DNI de la persona que te la ha alquilado. ¿Y qué haces con eso? Es una indefensión total", se resigna.
El pasado viernes por la mañana, Carlos volvió a alarmarse por lo que podría estar ocurriendo dentro de su propiedad: "Me llamó un amigo diciendo que había escuchado gritos desde la casa de una chica diciendo que la estaban violando. Fue la Policía Local y no hizo nada. Que le avisen de que hay una fiesta, bueno, pues en un momento dado se entiende que no puedan entrar. Hay un contrato, lo que sea, pero que les avisen de ese peligro y no entren... Esto ya es de risa. O de llorar, más bien".
La Policía Local de Sant Josep no recibió aquel día ninguna denuncia por intento de violación, según informan fuentes municipales a pregunta de este diario.
"Es una puta mafia"
Ya con la lección aprendida, Carlos volvió a recurrir a la seguridad privada y se repitió el guion: desalojo problemático y casa arruinada por dentro. "Buscas en internet fiestas en villas de Ibiza y ves que todo parece muy guay, que es la casa de un ricachón que monta fiestas en su casa. Pero no, es una puta mafia que le ha alquilado la casa a algún pobre desgraciado y está montando fiestas", denuncia.
Esta vez aún no ha tenido tiempo de valorar los daños, pero se teme un desembolso similar al del verano pasado. Carlos alerta de que "lo malo es que no es un hecho aislado", sino que le ha pasado a "muchísima gente que alquila casas en Ibiza y que ya van con miedo".
"Hoy (por el martes) están haciendo una fiesta cuyo punto de encuentro está en Santa Gertrudis. Eso que quiere decir que le van a alquilar y destrozar la casa a otro desgraciado. Y cuanto acaben con esta, alquilarán otra por Booking, que te puede hacer un alquiler inmediato, y se irán a otra. Es una mafia que actúa así todo el verano", subraya.
La amargura del dueño de esta casa no nace únicamente del comportamiento ilegal de sus clientes. También está muy disgustado con el proceder de las administraciones públicas, ya que considera que no hacen todo lo posible contra las fiestas ilegales.
"Consell, ayuntamientos y policía no hacen nada y te dejan totalmente tirado. Solo cobran y ponen pegas y trabas burocráticas, pero cuando los necesitas realmente se lo pasan todo por el forro". A la vista de esta situación, la conclusión final de Carlos suena bastante lógica: "El año que viene no creo que vuelva a poner la casa en alquiler".
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