Premis Diario de Ibiza 2025 | Premi a la Trajectòria de Servei Públic
María Luisa Cava de Llano y Carrió, abogada y expolítica: «El objetivo de mi vida ha sido la defensa de las personas vulnerables»
A todas las distinciones recibidas en su carrera, incluida la Medalla de Oro de Balears concedida este mismo año, María Luisa Cava de Llano (Barcelona, 1948) suma ahora el Premi Diario de Ibiza 2025 a la Trajectòria de Servei Públic, que recibirá el próximo 9 de octubre. Lectora «acérrima» de este periódico, asegura que le hace especial ilusión este galardón con el que se le reconoce su dedicación y su trabajo en el mundo de la abogacía y la política y en la Defensoría del Pueblo.

María Luisa Cava de Llano en su vivienda de Talamanca, que fue antes la casa de veraneo de sus padres. / Marcelo Sastre

¿Qué significa para usted que Diario de Ibiza le reconozca con el Premi a la Trajectòria de Servei Públic?
Siempre es una alegría recibir un premio y este me hace especial ilusión, primero porque soy una lectora acérrima del Diario de Ibiza desde que era pequeña. A mi padre se lo mandaban a Barcelona. Lo primero que hago cuando me levanto es leer la prensa. Soy una consumidora tremenda de periódicos de distintas tendencias porque eso me permite formarme mi propio criterio.
¿Imaginó, en los tiempos en los que estudiaba Derecho en Barcelona, llegar hasta donde lo ha hecho en su vida profesional?
¡Qué va! Ni mucho menos.
¿Cuáles eran sus aspiraciones entonces?
Ejercer como abogado, no tenía pensado meterme en política, aunque siempre ha sido importante para mí porque mi padre fue diputado en Cortes. Pero bueno, pensé que con un miembro de la familia que lo hubiera sido ya estaba el cupo cubierto.

Cava de Llano, durante la entrevista concedida a Diario de Ibiza. / Marcelo Sastre
Me imagino que en aquella época era impensable para una mujer y estando en Ibiza llegar a ocupar tantos cargos políticos como los que ha ostentando, además de ejercer de abogada, de Defensora del Pueblo y de miembro del Consejo de Estado...
La vida te va llevando por donde quiere, hay que dejar un poco que las cosas fluyan y que surjan y esto surgió. Yo terminé la carrera en Barcelona, me casé, me vine a Ibiza y estuve un tiempo sin saber bien qué hacer, si me presentaba a las oposiciones para juez o me decantaba por el ejercicio libre de la profesión. Entonces conocí a Rosa María de Hoyos, que es mi socia y a la que quiero como una hermana, y decidimos montar un despacho entre las dos en el año 80, así una le daba fuerza a la otra. Éramos muy pocas mujeres abogadas en aquel entonces, yo creo que no éramos más de cinco. Fue una época muy bonita, realmente. Casi se puede decir que fuimos pioneras en lo que supone el ejercicio de la profesión por parte del sector femenino aquí.
¿Tuvo alguna dificultad para desarrollar su trabajo en aquellos años por el hecho de ser mujer?
Creo que no. A mí no me supuso ninguna dificultad, ni a mi socia tampoco. La ventaja de los sitios pequeños es que te conocen pronto. Vieron que éramos serias, formales, cumplidoras, estudiosas y que luchábamos por nuestros clientes y se fue corriendo la voz hasta que nos hicimos con una clientela fija.
¿Cómo valora la evolución social y económica que ha experimentado Ibiza desde los años 80 hasta ahora?
Comparando la Ibiza de entonces y la de ahora yo creo que la evolución ha sido muy positiva. Evidentemente todo tiene sus luces y sus sombras. La gente negativa es la que hoy habla tanto de la masificación. A mí tampoco me gusta, pero también ha dado la posibilidad de que mucha gente tuviera un patrimonio que antes no tenía y de que muchas familias pudieran enviar a los hijos a estudiar a la Península, que antes no se podía. Que ahora hay masificación y que nos gustaría que hubiera menos y que tuviéramos un turismo más selectivo, indudablemente, pero hay que valorar todo en la vida, lo bueno y lo malo.
De todos los cargos que ha ocupado ¿cuál le ha llenado más?
Yo, en todos los cargos que he tenido, desde que empecé en el Ayuntamiento de Ibiza hasta que he terminado en el Consejo de Estado, he puesto el alma, la vida y el corazón. Me gustó mucho la política municipal; la política insular, cuando estuve de vicepresidenta del Consell Insular; la política autonómica, cuando estuve de vicepresidenta del Parlament, y también la política nacional. Lo de la Defensoría del Pueblo para mí fue lo más, el poder ayudar por ayudar, sin cortapisas y contando con la colaboración de todo el mundo. Ahí disfruté mucho.
¿Y qué me dice de la experiencia en el Consejo de Estado?
Siempre digo del Consejo de Estado que es un templo de sabiduría. Allí se reúne mucha gente sabia, sin ningún interés político ni partidario. Los cinco años que estuve allí, todo se aprobó por unanimidad. Había algún voto particular en algún caso, pero no era lo habitual. ¿Por qué? Porque de lo que se trataba era de ver si todas las actuaciones que nos llegaban estaban sometidas al ordenamiento jurídico y a la Constitución y si lo estaban, se decía que sí y si había alguna cosa que no estaba en condiciones, se hacía saber a la administración correspondiente. Fue una experiencia muy bonita también.
¿Qué cargo le ha dado más dolores de cabeza?
Todos los cargos te dan preocupaciones porque quieres hacer las cosas bien y de la manera más cómoda y rápida para el ciudadano. Cuando estuve en la Defensoría del Pueblo me iba a la cama con problemas muy serios en la cabeza, pero, a pesar de ello, volvería a repetir.
¿De qué logro obtenido en su vida profesional se siente más orgullosa?
De defender siempre a las personas que no tenían voz y que acudían a mí para pedirme ayuda. Eso da una satisfacción muy grande, poderlas ayudar y, sobre todo, poderlas escuchar. Estando yo, nadie se fue jamás de la Defensoría del Pueblo sin un abrazo y un apretón de manos. Recibí a todo el mundo, a todos los que quisieron hablar conmigo. También visité a muchos presos y eso me dio mucha satisfacción.
¿La decisión de visitar prisiones de España y del extranjero mientras era Defensora del Pueblo fue iniciativa suya?
Sí. Para mí la libertad es algo fundamental en la vida y pensar que hay personas privadas de ella me parece brutal. Yo instauré el que se visitara cada quince días una de las cárceles españolas. Las visitábamos a fondo, hasta el punto de meternos en las cocinas y mirar si los yogures que les daban a los presos estaban o no caducados o si tenían agua caliente. Porque siempre he dicho que estar privado de libertad no es estar privado de los otros derechos. Cuando salía fuera de España también aprovechaba el día que me quedaba libre entre avión y avión para ir a ver a los presos españoles que tenemos en el extranjero.
¿Cuál sería su principal caballo de batalla si todavía ejerciera de defensora del pueblo?
Es muy difícil decirte cuál sería mi prioridad, te diría que lo que he hecho siempre, ayudar a las personas que me lo solicitaran y escuchar, porque eso reconforta y hoy en día todo el mundo habla y opina y nadie escucha. Eso es algo muy negativo que tenemos en la sociedad actual, a todos los niveles.
Centrémonos en su faceta política. Usted estudió Derecho. ¿Qué le motivó a decir sí en 1987 a Enrique Ramón Fajarnés cuando le ofreció formar parte de la candidatura de Alianza Popular al Ayuntamiento de Ibiza?
En mi casa siembre había oído hablar de política y pensé que podía aportar algo a la sociedad, al menos voluntad y ganas de colaborar. Enrique Ramón Fajarnés me dijo que me llevaría poco tiempo esto de estar en el ayuntamiento y yo me lo creí. Luego ya me di cuenta de que el cargo iba a suponer muchísima dedicación, pero igualmente estaba contenta.
¿Las problemáticas a las que tenían que enfrentarse las instituciones locales y la sociedad ibicenca a finales de los años 80 y en los 90 distaban mucho de las actuales?
Hay temas muy difíciles de solucionar y que van perdurando en el tiempo. En aquella época la problemática de la vivienda ya existía, pero no era tan acuciante como en la actualidad, ni mucho menos, entre otras cosas, porque el boom turístico tan grande que tenemos ahora no estaba y, por lo tanto, venían menos personas a Ibiza y había menos necesidad de alojamientos. Pero bueno, también había problemas de vivienda social. Siempre pongo el ejemplo del edificio Trapecio, que se había construido prácticamente en un acantilado y que estaba en ruinas y lleno de personas que habían entrado a okuparlo. Recuerdo que hubo que darles una solución habitacional a todas ellas. Otra de las problemáticas entonces eran las infraestructuras. Siempre ha habido problemas de alcantarillado, de residuos, de electrificación de muchas zonas, de telefonía, que en muchas zonas tampoco había... No era la Ibiza que tenemos hoy, ni mucho menos. También hay que decir que se vivía mejor, en el sentido de que la isla era mucho más tranquila, mucho más paradisiaca.
¿Ha pensado qué haría para atajar el problema de la vivienda si todavía estuviera en política?
Quizá haya que liberar suelo y promover la construcción de viviendas sociales y de viviendas que sean asequibles al bolsillo de las personas que las necesitan.
Le han ofrecido desde la alcaldía de Ibiza hasta la presidencia del Consell. ¿Se ha arrepentido en algún momento de haber dicho ‘no’ a esos cargos?
No, nunca. Estoy muy contenta porque en mi trayectoria he estado en política municipal, insular, autonómica y nacional. Soy un poco inquieta y estar mucho tiempo en un mismo sitio me cuesta mucho. Así tuve la oportunidad de ver la política en toda su extensión, empezando por abajo y subiendo poquito a poco. También tenía a mis hijos estudiando en Madrid en aquel entonces y el hecho de irme allí como diputada suponía poderlos ver un poquito más, porque cada semana tenía que ir al Congreso. Eso me influyó mucho.
¿Qué aprendizaje se lleva de toda la experiencia que ha acumulado en sus diferentes puestos?
En todos los puestos en los que he estado he visto gente desesperada buscando ayuda y yo siempre digo que he sido una privilegiada porque lo he tenido todo fácil y tengo la obligación moral de ayudar a los que lo han tenido difícil. Ese ha sido el objetivo de mi vida, la defensa de las personas vulnerables y de los derechos fundamentales. Además, soy una persona creyente y tengo necesidad de ayudar.
¿Echa de menos el mundo de la política viendo cómo está el panorama en estos momentos?
La verdad es que estoy triste porque he dedicado más de 30 años de mi vida a la política y he dado mucho para tener un mundo y una España un poquito mejor. Me quité tiempo de estar con mis hijos y mi marido y de dedicarlo a mi profesión de abogada y lo hice por conseguir otra España, no la que tenemos ahora, del insulto, de la pelea continua y de judicializarlo todo. Eso no es lo que yo quería. Lo que estoy viendo ahora no me gusta y eso me hace preguntarme si todo el esfuerzo valió la pena o no.
La profesión de político está cada vez más desprestigiada. ¿Le extraña?
No, ¿cómo me va a extrañar con lo que estamos viendo? Antes tener a un familiar concejal era un orgullo y un honor, ahora casi te tienes que tapar la cara porque la política se ha denigrado totalmente. El objetivo ya no es conseguir lo mejor para el ciudadano sino conseguir votos y eso es muy peligroso porque muchas veces se consiguen de una forma torticera y no beneficiando al ciudadano sino, en algunos casos, perjudicándolo.
¿Le da miedo la situación geopolítica actual que tenemos en el mundo?
Me preocupa mucho. Europa está en un polvorín, o se espabila y busca medios de defensa o podemos ser invadidos en cualquier momento como ha ocurrido con Ucrania, por ejemplo. Nos ven flojos, débiles y no todo lo unidos que deberíamos estar en defensa del territorio común que es Europa.
¿Teme entonces una Tercera Guerra Mundial?
No la veo lejana. Llevamos camino rectito.
Cambiando radicalmente de tema, ¿en qué vuelca toda su energía ahora que está jubilada?
Sobre todo la vuelco en mi familia porque pienso que la he privado mucho de mi presencia y ahora tengo la necesidad de compensarla. También me gusta mucho leer. Además, asesoro de forma altruista a ONGs y entidades como la Fundación Conciencia, que preside mi hija Marisina.
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