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Inundaciones en Ibiza: «Hemos pasado unos días de infierno

Los negocios de Vila más afectados por la tormenta ‘Ex Gabrielle’ empiezan a abrir al público, pero algunos se temen que las inundaciones se repetirán porque las reformas del puerto han inutilizado las salidas al mar

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

Ibiza

De puertas afuera, la calle Fra Vicent Nicolau, desde su inicio en la avenida Isidor Macabich, parece que ha recuperado la normalidad absoluta después de intensas jornadas para arreglar los desperfectos ocasionados por la dana del martes. «Han sido unos días de infierno. Llegamos a tener 60 centímetros de agua y hemos estado hasta la noche del viernes, con personal extra y voluntarios que nos ayudaban, para ponerlo todo a punto», confiesa Salvatore, trabajador de Mr Car Wash & Service.

El lavadero acaba de reabrir al público este sábado por la mañana y su encargado aún se estremece al evocar la impotencia que sentía mientras se inundaba el establecimiento: «Pasaron dos autobuses y provocaron una ola como el ferry de Formentera. Nos entraron hasta los contenedores de la basura dentro», detalla Salvatore.

En la confluencia de las calles Fra Vicent Nicolau y Vicent Serra i Orvay se hacen más visibles los estragos de la dana con los cuatro chaflanes teñidos de barro. «Aquí llegaba una riada desde Isidor Macabich, una desde Can Misses y otra desde Sa Real. El agua discurría hacia el puerto, pero en este cruce se formó toda una piscina», recuerda Carmen López, la encargada de Modas Star.

En este negocio aún fueron afortunadas, ya que se encuentra en un altillo sobre dos escalones. «Nos entraba agua cuando pasaban los coches, pero nos poníamos enseguida a fregarla», destaca. De esta manera, no se les inundó la zona de atención al público, pero sí se les filtró agua por la claraboya, afectando a la ropa que guardan en un pequeño almacén.

Aun así, López muestra su preocupación por otros vecinos que no corrieron tanta suerte, como la empresa de diseño gráfico e impresión Marcas Red, que aún no puede abrir al público.

En el barrio de es Pratet se incrementa considerablemente el barro por todas las calles. En las cercanías de Cáritas destaca un contenedor con un cartel del Ayuntamiento que reza «solo enseres dañados por la inundación». Allí llega José Antonio Ribas para depositar un ordenador y varios aparatos.

Ribas está vaciando parte del material dañado que se acumula en las oficinas de Edificaciones Turísticas, que van desde la calle Felip II hasta Carles III. «Guardamos mucho material del antiguo Apartamentos El Puerto y muchos muebles han quedado hinchados. Nos entraron más de 30 centímetros de agua», apunta.

Ribas aún desconoce cuántas pérdidas pueden haber sufrido. De hecho, apenas ha podido revisar el estado de todo el material almacenado en el otro extremo del local, que «aún está todo lleno de fango». Como buena parte de los comerciantes, ha dado parte de las inundaciones y confía en que el Consorcio de Compensación de Seguros se haga cargo de los daños, ya que el agua les entró desde la calle. «Tengo entendido que los afectados por el volcán de La Palma y de la dana de Valencia aún esperan estas ayudas», se resigna.

Ola de solidaridad

Carmen Cárcel ya ha podido abrir al público la pastelería Bon Gust, en la calle Pere Francés, aunque en es Pratet aún se observan varios locales cerrados, algunos con sacos terreros dentro. «El barrio ya está en camino de recuperar la normalidad, pero no estará al 100% hasta la semana que viene, porque aún hay gente muy afectada», admite Cárcel.

Ella, además de comerciante, es la presidenta de la Asociación de Vecinos de Es Pratet. De hecho, la sede social, con entrada en la plaza Bob Marley, se encuentra en la manzana trasera a su negocio. «¡Encima tuvimos una inundación de madrugada, otra por la mañana y una tercera por la tarde!», exclama. Eso sí, Cárcel saca una lectura positiva de esta catástrofe gracias a la solidaridad que recibió.

Carmen Cárcel, en la pastelería Bon Gust.

Carmen Cárcel, en la pastelería Bon Gust. / J.A.C.

Cuando ya estaba la calle anegada, se le reventó la puerta de la pastelería por la oleada que provocó un coche, arrancando también el marco. Por si fuera poco, tiene otra entrada por la parte posterior, así que no podía achicar por los dos sitios a la vez.

«Fueron llegando vecinos con escobas y trapos para colaborar y eso anima mucho», agradece. Aún le quedan por arreglar algunos desperfectos de la entrada y asegurar que las cámaras funcionan correctamente, porque «algunas, al encenderlas, hacen saltar la luz». Así y todo, se muestra aliviada después de la pesadilla que sufrió: «Hubo un momento en que me di cuenta de que no podía hacer nada contra la inundación, pero tampoco podía irme de la tienda».

Los pasajes

Si la zona central de es Pratet está empezando a arrancar, los tramos peatonales de las calles Carles V y Felip II, antes de la primera línea del puerto, aún ofrecen una imagen desoladora. En uno de estos pasajes, solo está en funcionamiento Bagels & Co, un establecimiento especializado en batidos y comida saludable. Su responsable, Isabel Muñoz, hace inventario de los daños sufridos a la espera de que llegue algún cliente.

«Abrí el viernes, pero aún tengo neveras y luces que no me funcionan. Perdí toda la comida que guardaba por el agua», lamenta Muñoz. Al igual que el resto de locales de esta zona, su negocio se encuentra a un nivel más bajo que la calle, con lo que aumentaron los efectos de la inundación.

Isabel Muñoz, en Bagel's & Co

Isabel Muñoz, en Bagels & Co / J.A.C.

En el otro pasaje, de la calle Carles V, el responsable del sex shop Stocki’s se afana en poner orden en el local, completamente devastado. A pocos metros, Mati ha podido recoger los desperfectos del Lighthouse Lounge Bar y del estudio de tatuaje Red Oak, que regentan él y su novia desde hace menos de un año.

«Abrimos en noviembre del año pasado y creo que tardaré un mes en volver a trabajar de nuevo. Todo el sistema eléctrico se ha estropeado y los muros aún tardarán un mes en secarse», detalla Mati, mientras arranca, sin resistencia alguna, un trozo de yeso de la pared.

En primera línea del puerto, la Heladería Los Valencianos trabaja con total normalidad. «El martes bajamos las persianas de manera estanca, pero no pudimos abrir hasta el miércoles. Aquí hemos sido unos privilegiados comparados con los pasajes», confiesa Pepe Galiana.

Peor suerte han corrido los negocios de la avenida de Santa Eulària más cercanos a ses Feixes des Pratet. Frente a la tienda nueva de Náutica Ereso, empleados y familiares limpian a fondo lanchas neumáticas y trajes de neopreno. «El viernes por la noche pudimos retirar todo el barro, porque había dos palmos, pero la otra tienda está más afectada. Cuando llegamos cada mañana, estamos un buen rato para ponernos en marcha, porque está hecho un desastre por todos lados. Todo el material eléctrico y electrónico lo podemos tirar», explica Paco Costa.

«Esto volverá a pasar»

En la Ferretería Torres Guasch, un buen número de amigos y familiares trabajan codo con codo achicando agua con las cinco personas que viven del negocio. «No hemos podido dormir desde el martes. Si no fuera por toda esta ayuda que nos anima a seguir adelante, lo más fácil sería cerrar las puertas», confiesa Jaume Ribas. Calcula que a finales de la semana que viene podrá reabrir, pero «quedan meses de trabajo para arreglar el almacén».

Ribas se muestra decepcionado con la «falta de presencia» del Ayuntamiento durante la crisis: «El agua y los bocadillos que nos dieron fueron los de la ONG World Central Kitchen, del chef José Andrés». También valora el papel de la Unidad Militar de Emergencias, que el martes estuvo bombeando agua. «Los de la UME nos dijeron que deberíamos ir a los juzgados, porque en sus mapas consta que en esta zona hay cuatro salidas de agua, pero se encontraron con que solo hay una», se queja.

Por si fuera poco, estos comercios han quedado encajonados con las reformas de los últimos años, que han elevado a una altura considerablemente superior tanto la avenida de Santa Eulària como el paseo marítimo del puerto. «Nos han levantado una muralla delante, no hace falta ser ningún ingeniero para ver que el agua se estanca aquí delante, con lo que estamos condenados a que esto vuelva a pasar», se teme Ribas.

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