Entrevista
Teresa Pont Castellana, médica emérita de Salut de la Generalitat de Cataluña: «La medicina sólo consideraba las diferencias de las mujeres en las zonas que escondía el bikini»
‘De la medicina del biquini a la perspectiva clínica de salud de género’ es el título de la conferencia que Teresa Pont Castellana, que fue intensivista, ofrecerá a las 8.15 horas de este miércoles en el salón de actos del Hospital Can Misses. Una charla abierta al público en la que la experta, que durante muchos años se dedicó a los trasplantes, desgranará todos los detalles, o casi todos, que ponen de manifiesto lo poco en cuenta que se ha tenido a la mujer en la medicina y el entorno sanitario.

Teresa Pont Castellana, en su hospital. | HOSPITAL UNIVERSITARI VALL D’HEBRON

Teresa Pont Castellana conoce bien las Pitiusas. Profesional y personalmente. Venía ya de jovencita, cuando estaba estudiando. Preparaba los exámenes en Formentera: «La tía de una amiga era farmacéutica en Formentera, tenía una casita en Migjorn y preparaba allí los exámenes», recuerda. Su primer hijo, además, «es hijo de Formentera». En lo profesional, auditó el Hospital Can Misses «hace 14 o 15 años». Ahora la intensivista, que trabajó en trasplantes y que ejerce en la actualidad como médica emérita del departamento de Salut de la Generalitat de Cataluña, vuelve al hospital público ibicenco, aunque no al que auditó, al nuevo, para impartir la conferencia ‘De la medicina del bikini a la perspectiva clínica de salud de género’. «Es abierta a todo el mundo», recalca Pont sobre la charla, que se celebra el miércoles a las 8.15 horas de la mañana en el salón de actos de Can Misses.
¿Qué es esto de la medicina del bikini?
Durante mucho tiempo hay una premisa errónea: hemos considerado que la medicina era neutra al sexo, a los determinantes biológicos. Lo que hemos hecho es pensar que todas las acciones, no solo en medicina, son neutras. Y no es verdad, porque hombres y mujeres somos distintos. Pero durante mucho tiempo la medicina sólo ha mirado las diferencias en las partes que podía tapar el bikini, es decir, los órganos sexuales. El cáncer de mama, la reproducción, el cáncer de ovario... porque entendían que estas eran las únicas diferencias.
Pero esto no es así.
No, genéticamente somos distintos y esto comporta que hormonalmente seamos distintos. De hecho, a partir de los tres a los seis años la testosterona en los hombres modifica su cerebro igual que los estrógenos modifican el cerebro de las mujeres. A nivel celular también somos distintos porque los componentes hormonales influyen en todos los tejidos. Anatómicamente somos distintos. Si miras órgano por órgano, los pulmones de las mujeres son más pequeños, también las vías respiratorias, el corazón y los vasos sanguíneos, los riñones de las mujeres tienen más nefronas y los de los hombres tienen unas mitocondrias más largas, las vías urinarias de las mujeres son más cortas... Todo esto, anatómicamente, funcionalmente, va a condicionar que tenemos distintas enfermedades. Es decir, tenemos enfermedades parecidas, pero en proporción no son las mismas.
Eso afecta a lo farmacológico, ¿no?
Sí, el hígado no metaboliza igual en los hombres que en las mujeres y, por tanto, los fármacos no nos sientan igual, pero esto se ha mirado de manera neutra. Hay un sesgo de género porque no hemos tenido en cuenta esas desigualdades. Si sabemos que las desigualdades pueden hacer daño hay un compromiso moral de poderlo cambiar. Estamos en ello, pero aún falta. Hace 10 o 15 años decían que para la igualdad, no solo en salud, faltaban 300 años. Ahora dicen que 170. Vamos avanzando.
Incluso en la medicina del bikini, en estas enfermedades, ¿se nos ha hecho el caso que se nos debería haber hecho?
No. Si comparas, por ejemplo, la endometriosis con otros problemas que pueden tener los hombres... ha sido un caballo de batalla tremendo. La regla no tiene que doler, o tiene que doler poco. Cuando a una mujer le duele hay que investigar más. La endometriosis continúa siendo una de las enfermedades poco diagnosticadas. Y después, por ejemplo, el cáncer de mama se busca mucho en las mujeres, pero los hombres también tienen cáncer de mama. Cuando hablamos de perspectiva de género hablamos de las desigualdades entre hombres y mujeres. Y la infertilidad se ha mirado, pero de aquella manera. Es decir, que aún hay muchas enfermedades a las que no se le ha dado la misma importancia en hombres y mujeres.
¿Esto de «son cosas de mujeres»?
Muchas veces, cuando yo voy a hablar de género, me dicen «¿a qué vienes? ¿A hablar de coses de donetes?».
¿Y qué responde?
Que no, que vengo a hablar de hombres y mujeres. En mi hospital se constituyó la primera comisión de salud y género porque veíamos que no se atendía bien ni a hombres ni a mujeres en ese aspecto. Y no hablamos de los hallazgos en la investigación, ¿sabes cuánto tardan en trasladarse a la práctica clínica? Entre 12 y 15 años. Empezamos la primera comisión y aún nos cuesta que esto de las diferencias se entienda. Se ha estudiado la carrera en neutro y entonces, cuando te pones las gafas lila… Afecta a todos. Las enfermedades inmunológicas son mucho más frecuentes en mujeres, pero los hombres tardan mucho más en ser diagnosticados. Además, nos hemos acostumbrado a un sistema de relato y las mujeres no contamos igual las cosas que los hombres. Nuestro cerebro es distinto, las vías del dolor son distintas, los síntomas son distintos y esto hay que trasladarlo a la práctica clínica.
Póngame un ejemplo.
Mira, si una mujer viene a urgencias porque tiene una sensación de opresión es más fácil que salga con un antidepresivo o una benzodiazepina que con un electro. Estamos muy preocupados por el cáncer, el cáncer de mama. ¿Sabes cuántas mujeres mueren de cáncer de mama en España? 6.000. ¿Y de problemas cardiovasculares? 66.000. La primera causa de muerte en las mujeres es la cardiovascular y no la tenemos en cuenta. No pensamos en el infarto en la mujer. ¿Por qué? Porque el relato que explica el hombre cuando va a urgencias es el que estamos más acostumbrados a escuchar. Y el relato que explican las mujeres, sensación de opresión, ganas de vomitar... También tienen dolor, pero es un dolor distinto. Cómo contamos las cosas hace que orientemos el diagnóstico de una manera distinta, no hemos aprendido del relato de las mujeres. ¿Sabes qué ponemos en la historia clínica?
¿Qué ponen?
Paciente. Tendríamos que poner como los pediatras: niño, niña. Es decir, hombre o mujer. Esto ya te orienta. Neutralizamos, pero la vida no es neutra. Y la salud tampoco.
¿Esto se puede traducir a muertes, infratratamientos, años de dolor o de incertidumbre evitables?
Sí. Las mujeres pueden sufrir un 50% o un 70% de reacciones adversas por este relato y porque la investigación también es neutra. Y es más, si no lo corregimos, con la inteligencia artificial, porque nuestros médicos van ya con un móvil mirando diagnósticos, estos sesgos también se perpetúan. Las mujeres reciben un 10% más de fármacos que los hombres probablemente para cubrir estos efectos adversos. Porque aunque se tiene que incluir en los ensayos clínicos un porcentaje de hombres y mujeres, dependiendo de la prevalencia de la enfermedad, esto no se cumple. Sólo el 22% de los proyectos de investigación tenían análisis desagregados por sexo. Yo en esto soy una residente. Mi especialidad son los trasplantes y caí del guindo cuando en Vall d’Hebron hicimos un metanálisis de cómo el sexo podía influir en los trasplantes. Ahí ya me di cuenta, nunca me lo había planteado. Analizamos entre distintos hospitales 1.100 artículos, ¿sabes cuántos tenían datos desagregados? 22. El 2%. Si no medimos, no sabemos qué pasa. Y si no sabemos qué pasa, no podemos arreglar las cosas.
Por lo que dice, la investigación tampoco contempla esas diferencias.
Y debería, porque nos va la vida. La Organización Mundial de la Salud estima, no solamente en cuestiones de salud, que si tuviéramos en cuenta la perspectiva de género incrementaríamos entre un 6% y un 9% el PIB. Por cada euro que invertimos en ello se retornarían tres euros. Se estima que el coste del sesgo de género en el mundo está alrededor de los siete trillones de dólares. En el caso de Balears, el coste de estas muertes, en dinero, supondría, te lo digo de memoria, alrededor de los 700 millones de euros.
¿Y ni siquiera estos argumentos económicos hacen que las administraciones, los políticos, las instituciones reaccionen?
No, en eso estamos, pedimos que nos den los datos desagregados. Buscamos en las webs del Ministerio, del Sistema Català de la Salut, es dificilísimo encontrar los datos desagregados y mira que la tarjeta sanitaria debería ponerlo. Este es un hueso muy duro porque el sistema es muy paternalista y como siempre se ha hecho así, pues cambiar y preguntarse si puedo hacerlo de otra manera… Hace ocho años había muy poca publicación en perspectiva de género, ahora, mires donde mires empieza a haber mucha.
¿Hay negacionismo de esta perspectiva de género aplicada a la medicina?
Creo que hay un sesgo inconsciente. El Hospital Clínic hace un estudio sobre que hay que decidir si intubar o no a un paciente de más de 70 años que tiene una insuficiencia respiratoria. Se lo envían a 3.500 médicos de distintas partes de Europa y cambian alguna característica, le ponen algún elemento de discapacidad y le cambian el sexo. Se mide el esfuerzo terapéutico máximo que van a hacer esos médicos para salvar a esos hombres y mujeres.
Me veo venir el resultado
¡Ay, amiga! Las mujeres reciben menos esfuerzo terapéutico en todos los países. También analiza el sexo de la persona que toma la decisión, y quien menos acciones haría sobre las mujeres son las mujeres. Este sesgo inconsciente lo tenemos en todos los ámbitos, en los materiales que tenemos en el hospital, por ejemplo.
¿En serio? ¿En qué cosas?
El jabón que utilizamos para las manos nos produce más alergias porque las mujeres tenemos la piel más fina, menos grasa. Incluso los aparatos con los que operamos. Hay estudios que dicen que las cirujanas sufren más dolores de espalda porque el material que utilizan para operar es inadecuado. Cuando hacemos una ecografía, el mando del ecógrafo está diseñado para manos de hombre. Y ahí tenemos el problema de la artrosis de rodilla, que es mucho más frecuente en las mujeres que en los hombres porque tenemos las caderas más anchas y el ángulo que hace con las rodillas hace que tengamos más fricción. Tenemos un 20% más de complicaciones cuando nos ponen una prótesis. Y hay más problemas en las mujeres bajitas. Hay diferentes tamaños, es cierto, pero no se ha pensado el diseño. Pues habría que repensarlo.
Una duda que me surge… Si las mamografías se les hicieran a los hombres ¿ya se habría inventado otro sistema que fuera menos incómodo y menos doloroso?
Pues probablemente, es una muy buena pregunta. También es verdad que las mamografías depende de quién las hace. A mí me han hecho mamografías que no me han hecho nada de daño y otras que sí. Probablemente se puede modificar el aparato pero esa pregunta hay que hacerla y responderla. Si no tenemos datos, si las mujeres no nos quejamos... Mira, mi cuñada era periodista de TV3, reportera de calle. Un día, entrevistando a la mujer del dueño de la Sony, esta le dijo «¿esta cámara no es muy pesada para ti? Le voy a decir a mi marido que invente cámaras más pequeñas para que las mujeres reporteras puedan llevarlas». Probablemente las mujeres hemos callado mucho y la participación de las pacientes es muy importante, aprendemos de sus experiencias.
¿Se las tenía en cuenta?
Hasta ahora no. Ahora los hospitales están haciendo cuestionarios de evaluación de calidad, pero la calidad no la entendemos igual las mujeres y los hombres. Hasta ahora el hospital era como un búnker y tienen que ser abiertos. En esos cuestionarios deberíamos ver si las respuestas de hombres y mujeres son las mismas, aunque las preguntas tampoco están adaptadas, son neutras. Hay un estudio sobre pacientes con cáncer y las mujeres puntuamos alto en fatiga, vómitos, efectos adversos... pero cuando lo comparamos con hombres con cáncer hay un salto muy diferenciado. Y lo mismo en la salud en general. Aunque las mujeres vivamos más, vivimos en peores condiciones. El Observatorio de la Muerte de Cataluña afirma en un estudio que los hombres se mueren acompañados y en casa y las mujeres nos morimos solas en las residencia.
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