La historia de Junior
Los migrantes que se cansaron de migrar
Junior asegura que perdió la cuenta del número de veces que trató de saltar las vallas de Ceuta y Melilla

Junior, en su taller de arte en Tánger / Black Panters Tanger

«He intentado entrar muchas veces a España por tierra y por mar. Nunca lo he conseguido. No sé cuántas veces he tratado de cruzar la valla en Ceuta o Melilla, pero ya no voy a volver a intentarlo. Al final decidí olvidar la migración y centrarme en mí mismo y en ayudar a los demás que llegan».
Hace 15 años que Junior se marchó de Camerún persiguiendo el sueño europeo, como hacen tantos africanos a través de múltiples rutas, entre ellas la argelina, que tanto ha crecido en los últimos tiempos y tiene al archipiélago balear como destino final. Después de un tiempo en Guinea Ecuatorial, donde aprendió a hablar un español más que correcto, fue remontando el continente en dirección norte hasta llegar a Marruecos, donde se frustraron todos esos intentos que ahora ya no lamenta.
«Cuando salí de mi país, mi objetivo final era llegar a Europa, pero ahora no. Ahora Europa no me da sentido, ni me da gusto. Y cuando veo cómo viven los negros en Europa, me da mucho miedo», reconoce en conversación con Diario de Ibiza desde Tánger, donde finalmente se estableció después de hacer una profunda reflexión interior.
«Hay muchas cosas que trabajar para poder aceptar que aquí podemos tener una vida mejor que en Europa». Maduro a sus 36 años, Junior ya tiene claro que «los gobiernos muestran las cosas buenas de Europa, pero nunca muestran las malas» y también que «hasta que no llegas allí no empiezas a ver todo lo malo que tiene Europa, donde muchas veces se detiene a negros solo por ser negros». «Eso frustra mucho», reconoce.

Exposición de Black Painters Tanger / Black Painters Tanger
En sus diversos intentos de migrar, Junior siempre se organizó «solo o en pequeños grupos» y nunca recurrió a las mafias, que han cobrado mucha fuerza en los últimos tiempos, porque lo consideraba «peligroso y muy complicado».
«Como nunca he tenido dinero tampoco me ha interesado, pero cuando veo a gente que ha pagado y muere en el mar... Eso duele mucho. Hay que luchar para salvar más vidas. Los gobiernos europeos solo consideran ‘daños colaterales’ a los migrantes que mueren en el mar», denuncia.
Un teléfono para salvar vidas
Junior dejó atrás su sueño migratorio y fundó hace ocho años el taller de arte Black Painters Tanger, formado por un grupo de migrantes con ganas de demostrar que «puedes trabajar aunque no tengas papeles». Sus compañeros de colectivo también decidieron renunciar a la migración, pero él no quiso dejar de estar en contacto con este fenómeno.
Si no podía ser protagonista, sí podría ayudar como asesor a otros migrantes más jóvenes que ya se encontraban a las puertas de Europa, pero desconocían el peligro real al que se enfrentan cuando deciden subirse a una patera.

Conmemoración de Alarm Phone en Senegal / Alarm Phone
Por eso, forma parte de Alarm Phone-Watch the Med, un proyecto que arrancó en 2014. Se trata de una línea telefónica gestionada por una red de voluntarios y diseñada para ayudar a los migrantes que se encuentran en peligro durante su travesía por el Mediterráneo.
«Nosotros no salvamos, sino que asistimos a la gente que necesita ayuda y metemos presión a las organizaciones de salvamento para que vayan a ayudar a la gente que está muriendo en el mar», aclara Junior. Es decir, no cuentan con embarcaciones de rescate, pero sí dan alarmas y están encima de esos avisos para controlar que los países involucrados mandan la ayuda necesaria, algo que no siempre ocurre.
¿Mirando a otro lado?
«A veces llamas a Salvamento Marítimo o la Cruz Roja y no pueden venir porque el Gobierno no les ha dado la autorización. Conocemos casos de pateras que llegan a España, llaman a Salvamento Marítimo y no les hacen caso. Por eso mueren muchos. Y otras veces llamas y tardan mucho en venir porque hay que tener el ‘ok’ del Gobierno. Son daños colaterales, ya han pagado con Frontex», asegura.
En este sentido, su visión actual del fenómeno migratorio es que la Unión Europea «tiene más control de las fronteras africanas gracias al dinero que invierten» en esos países por medio de Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, y que «le dice a esos países lo que deben hacer para conseguir más dinero, como rechazar a todos los migrantes de todos los sitios».
«El dinero de Europa con Frontex lo ha cambiado todo. Antes podías entrar sin problema en Túnez, en Argelia, en Mauritania, y la policía no te molestaba. Por eso hay muchos migrantes que ahora viven peor», reflexiona.
A la hora de explicar la explosión migratoria que están viviendo las Pitiusas y Baleares desde hace más de un año, Junior subraya que «los movimientos migratorios sufren muchas variaciones y cambian cada año».
«Tenemos muchas llamadas de gente que cruza el Mediterráneo hacia Baleares. El primer motivo de que haya crecido la ruta argelina es la represión porque, cuanto más reprimes a la gente, más se marcha de su país», asevera. Además, también es clave que «Marruecos ha cerrado todas las fronteras y los migrantes se han movido hacia Argelia».
Acabar con las mafias
Otra importante labor de Alarm Phone son las actividades de sensibilización que organizan para que «los migrantes se cuiden y sepan cuál es la realidad del viaje a Europa». «Yo no puedo dejar que un migrante se lance al mar sin conocer nada del mar, como hice yo. Tampoco le puedo decir que no vaya, porque no soy su padre, pero sí le puedo avisar de que es peligroso y pedirle que tome precauciones. Si mueres, es tu familia la que va a sufrir», resalta Junior.
La red de voluntarios también tiene como meta que todas esas vidas que se traga el mar no caigan en el completo olvido. «Hacemos actividades de conmemoración porque hay muchos muertos que nunca son reconocidos. En 2024 se calcula que murieron 6.000 personas cruzando el Mediterráneo y eso son 6.000 familias que están llorando. Hacemos estas actividades para mostrar al mundo que no son solo números, que también son personas», comenta, antes de confesar el sueño que sí mantiene intacto: «Esperemos que algún día no haya vallas ni fronteras y que cada uno pueda ser libre ciudadano del mundo».
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