‘A Sant Josep, teatre a la primavera’
Excursión al pasado para conocer el patrimonio de ses Salines
Más de una treintena de personas descubren la historia de la Torre de sa Sal Rossa y de la iglesia de Sant Francesc a través de la visita teatralizada creada por Neus Torres y Miquel Vingut para cerrar la segunda edición del ciclo ‘A Sant Josep, teatre a la primavera’, promovido por el Ayuntamiento de este municipio

Teatro en la Torre de sa Sal Rosa / J.A. Riera

En el aparcamiento del hipódromo de Sant Jordi se concentran más de una treintena de personas que este domingo, a pesar del calor sofocante, han optado por cambiar el chapuzón en la playa por la refrescante inmersión en el patrimonio y la historia de ses Salines que les proponen Neus Torres y Miquel Vingut. Ellos dos son los artífices de la visita teatralizada a la Torre de sa Sal Rossa y a la iglesia de Sant Francesc con la que se cierra la segunda edición del ciclo ‘A Sant Josep, teatre a la primavera’, impulsado por el Ayuntamiento del municipio.
Lo cuenta el coordinador de Cultura, Bartomeu Tur, que en estos momentos repasa lista para comprobar que todo el mundo que se ha inscrito a la actividad esté en el punto de encuentro.
Entre los que se han apuntado hay un par de actores ibicencos que disfrutan igual en su papel de intérpretes que en el de público, Vicent Marí Palermet, que está en la compañía Teatre de Ponent, que dirige Neus Torres; y Pep Ribas Hereva, integrante del Grup de Teatre de l’Associació de Vesins des Molí. El primero, apunta él mismo, ha cedido vestuario para esta cita.
A uno de los dos minibuses fletados para la ocasión se sube, dispuesta a viajar en el tiempo, Marta Roig con su hija, Ana Serra, y su pareja, Aitor Pérez. Ya ha estado en un par de visitas teatralizadas en Dalt Vila y le gusta la fórmula, pero sobre todo le "encanta conocer las tradiciones ibicencas" y saber más sobre el pasado de ses Salines porque allí trabajó cargando sal su abuelo Pep Mortera.
Viaje al siglo XVII
La primera parada de esta ruta teatral es en Platja d’en Bossa. El grupo llega andando hasta la también conocida como Torre des Carregador, donde les espera Neus Torres, que ejerce de maestra de ceremonias. La directora de la compañía de teatro de Sant Agustí ha escrito con Vingut el guion de las teatralizaciones que se están a punto de representar, contando con el asesoramiento histórico de Josep Antoni Prats. Los actores que les van a dar vida son el propio Vingut, Esperança Llorens y Juanjo Ribera.
Con la primera historia, el público se traslada al siglo XVII. Lo hace de la mano de Antònia y de su marido, Nicolau, que trabaja en la Torre de sa Sal Rossa vigilando la costa para alertar sobre la llegada de piratas o embarcaciones enemigas, poniendo especial atención en la Xanga, el muelle donde las embarcaciones cargan y descargan sal. A ellos se suma después Abdalá, un esclavo de un tal Marc Ferrer que tiene tanta confianza con Nicolau como para gastarle una broma haciéndose pasar por un turco que viene a atacar la isla.
Gracias a estos tres personajes, el público conoce algo más de la historia de la Torre des Carregador, como que fue levantada en la segunda mitad del siglo XVI; que las obras corrían a cargo de la Universitat d’Eivissa, el órgano local de autogobierno de entonces ; que en su interior cabían "unas 200 personas" y que su finalidad era servir de refugio a los trabajadores de los estanques salineros y a la población del entorno cuando, a través de las señales de humo, los vigilantes de la costa alertaban de un ataque. Además, los asistentes descubren algunas características de esta construcción fortificada, como que su paramento, con piedra vista con rejuntado de mortero de cal, es igual al de las murallas renacentistas. Nicolau les hace fijarse en otros detalles, como las gárgolas, por las que se evacua el agua; las troneras, "para disparar a los atacantes"; y una ventana respirador que, como se puede advertir por la fecha grabada encima, 1763, se construyó en la reforma del polvorín interior llevada a cabo en el siglo XVIII.

Vistas de Platja d’en Bossa desde la Torre de sa Sal Rossa. / J.A. Riera
Tras la representación, el grupo dispone de un rato para visitar por dentro la torre y luego la excursión continúa la ruta hasta la iglesia de Sant Francesc, el pequeño templo erigido en el siglo XVIII para los trabajadores de las salinas después de que Corona española recuperara la explotación de los estanques ibicencos.
Del cáliz donado por Alfonso XIII a la pila con estalagmita
El público, en esta ocasión, da un salto en el tiempo, primero, al siglo XIV con Antoni Vallmajor, representante de la Universitat d’Eivissa, que habla de todos los esclavos que trabajan recogiendo sal en jornadas de hasta 18 horas. Después, los asistentes se trasladan a finales del siglo XIX, veinte años después de la visita a la isla del Archiduque Luis Salvador de Austria. Lo hacen acompañados por dos descendientes de la pareja protagonista de la historia anterior que han heredado sus nombres, Antònia y su hermano Nicolau, que se va a estrenar como campanero. Gracias a su conversación, se enteran de que la campana de esta iglesia data de 1770 y que se hizo en Ámsterdam (Holanda) y prestan atención al escudo real en piedra que hay en la fachada.

Esperança Llorens y Miquel Vingut, en la piel de Antònia y Nicolau. / Maite Alvite
Ya en el interior de la iglesia es, sobre todo, Neus Torres, la maestra de ceremonias, la que aporta datos sobre el templo, que cuenta con una pila de agua bendita "sostenida por una estalagmita", que algunos dicen que procede de la Cova Santa. Entre las piezas patrimoniales con más valor, destaca un cáliz donado por Alfonso XIII, que se exhibe en el altar con permiso de su párroco. Torres también habla del retablo dedicado a San Francisco de Paula. No es el original, "ese lo quemaron en la Guerra Civil", sino el que hicieron con sus propias manos en 2007 el párroco de entonces, Pedro Miguel López, y su padre.
La visita concluye y el público aplaude con entusiasmo. Esta última parada ha sido especialmente emotiva para Maria Àntonia Escandell Marí, nieta del salinero Vicent Escandell, cuya figura sirvió de inspiración para la escultura en homenaje a los trabajadores de la sal, obra de Pedro Hormigo, que se puede admirar junto a la iglesia de Sant Francesc.
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