Platja d’en Bossa

Incendio en Ibiza: Un infierno en el peor momento posible

El fuego fulmina dos restaurantes y otro local que estaba preparándose para abrir a las puertas

Vista lateral de los daños en la calle sa Pobla

Vista lateral de los daños en la calle sa Pobla / Vicent Marí

Guillermo Sáez

Guillermo Sáez

Sant Josep

Luis Sábado oteaba el horizonte con la mirada de las mil yardas, esa expresión inerte y perpleja que a veces adoptan las personas que han sufrido un trauma. No era para menos. Sentado a las puertas del restaurante Sa Sal, donde trabaja como jefe de cocina, iba asumiendo poco a poco que el verano se había consumido en la hoguera de un fuego monstruoso.

«La temporada se ha acabado. Tenemos seguro, pero...», comentaba a Diario de Ibiza, sin fuerzas para decir nada más. A su espalda, el establecimiento, que había sido completamente reformado solo un año antes, era un escenario de pesadilla donde mesas y sillas hacían de macabros esqueletos.

Al otro extremo de la devastación que se extendió entre las calles sa Pobla y Porreres se encuentra el restaurante S’Espardell, cuyos dueños empleaban las redes sociales para desahogarse: «Hemos sufrido una tragedia. Con lágrimas e impotencia estaremos un tiempo cerrados sin poder disfrutar de todos vosotros».

Pero la palma se la llevó el establecimiento que está en medio de ambos y que estaba ultimando los preparativos para abrir por primera vez sus puertas al público. Los vecinos ni siquiera conocen el nombre que iba a tener el nuevo local una vez inaugurado.

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Apartamentos ennegrecidos por las llamas / Vicent Marí

Las llamas también llegaron a lamer los apartamentos del complejo residencial Bossamar, como se podía contemplar en los espeluznantes vídeos grabados por sus residentes. La mayoría todavía tenían el susto en el cuerpo unas horas más tarde, cuando el sol ya empezaba a calentar en Platja d’en Bossa, y a unos cuantos les temblaban las manos cuando volvían a ver en las pantallas de sus teléfonos las escenas de película de terror que poco a poco iban digiriendo.

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Los bomberos descansan tras la faena / Vicent Marí

A las nueve de la mañana, un grupo de turistas italianos merodeaba junto al Bossamar con sus maletas. Varios tenían las manos llenas de manchas negras de humo. Alguno también era presa de la mirada de las mil yardas.

«Hemos pasado mucho miedo», reconocía uno de ellos. El incendio les pilló recién llegados de una discoteca, así que, entre una cosa y otra, no habían dormido en toda la noche. «Nos vamos a otro apartamento que ya nos han buscado», contaba antes de coger sus bártulos rumbo a su nuevo alojamiento.

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Un trabajador de Sa Sal observa la devastación / Vicent Marí

Turistas a la fuga

Un momento... ¿Pero no estaba prohibido el alquiler turístico en los edificios plurifamiliares? Quizá esto explicaría las malas formas con las que algunos propietarios echaron a la prensa mientras intentaba tomar imágenes de los destrozos causados por el fuego en el edificio: «¡Venga! ¡A la calle!».

El año pasado, dos viviendas del Bossamar fueron sancionadas por alquiler ilegal. En lo que llevamos de año, el Consell ya ha abierto otros cuatro expedientes en el complejo residencial por este mismo motivo.

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Vegetación quemada junto a la playa / Vicent Marí

Antes de marcharse, los italianos también narraban escenas heroicas que habían presenciado en mitad de la noche más extraña de sus vidas: «Gente del edificio de al lado y gente que estaba en la calle han reventado la valla, se han puesto la camiseta en la cara y han subido las escaleras del edificio para tratar de salvarnos a los que estábamos dentro».

Efectivamente, dos vallas que elevaban la altura de uno de los muros perimetrales del edificio estaban derribadas. «Ha sido impresionante», añadía este testigo.

Y es que la zona, pegada a la discoteca Hï y el hotel Ushuaïa, estaba muy concurrida a las 2.20 de la madrugada, cuando los bomberos recibieron el primer aviso. De hecho, la potencia del fuego alcanzó tal magnitud que a punto estuvo de llevarse por delante el hotel Ushuaïa, que comparte la calle sa Pobla con el Sa Sal. Se quemó alguna palmera de su piscina y también las protecciones exteriores de mimbre que, a primera hora de la mañana, ya sustituían unos operarios por otras nuevas.

Toallas, agua y fruta

Entre la rumorología propia de este tipo de sucesos, sobre todo cuando se desconoce su origen, llegó a circular la teoría de que unos fuegos artificiales durante la actuación de David Guetta podrían estar detrás de la chispa que dio origen al incendio.

El gerente de la Asociación Ocio de Ibiza, José Luis Benítez, lo desmintió con rotundidad. «En primer lugar, tenemos prohibidos los fuegos artificiales porque Hï y Ushuaïa están en el cono de aproximación al aeropuerto. Y en segundo lugar, la fiesta de David Guetta acabó a las once y el fuego empezó a las dos. Pero bueno, esto pasa a seis kilómetros y también dicen que es culpa del ocio», se resignaba en conversación con este diario.

Por contra, defendió que el equipo de seguridad del hotel se volcó en la ayuda, primero vaciando «todos los extintores» a su alcance y, posteriormente, ayudando a los evacuados dándoles agua, fruta y toallas para que se taparan, ya que muchos salían casi desnudos porque no había tenido tiempo ni siquiera para coger una camiseta en su huida precipitada. «Es lo normal que habría hecho cualquier vecino, tampoco es que seamos unos superhéroes», añadía Benítez.

La rápida evacuación y la entrega de una veintena de bomberos permitió que no se contaran víctimas, más allá de cinco heridos leves por inhalación de humo. Unas horas más tarde, parecía un milagro que el balance se redujera a daños personales observando el aspecto catastrófico.

Y el daño podría haber sido mayor si el fuego hubiera alcanzado el enorme depósito de gas visible a simple vista sobre el techo de un chiringuito cercano. Mientras Luis Sábado seguía rumiando su pena junto a las ruinas de su restaurante, empezaban a romper el silencio los gritos de unos niños recién llegados a la playa para disfrutar de una excursión.

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