Arte

El arcoíris de Okuda, como el efecto ‘Peaky Blinders’ de Birmingham, pero en Ibiza

Tanto turistas como residentes se acercan durante el fin de semana al municipio ‘portmanyí’ con el objetivo de visitar el ‘Endless Rainbow Walk’, obra que trabajó el artista Okuda San Miguel durante un mes y medio para revivir de color los 160 metros de longitud que mide la calle de Santa Agnès, en el West.

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Sant Antoni

A poco tiempo de empezar a pintar su ‘arcoíris infinito’ en la calle de Santa Agnès de Sant Antoni, Okuda San Miguel señaló que su intención era «conseguir atraer el turismo cultural para que las personas disfruten de la experiencia», un objetivo similar al del Consistorio que, en la inauguración de la obra celebrada el pasado 21 de mayo, apuntó a este hecho como «el inicio del cambio del West». Apenas unas semanas después de aquel acontecimiento (y también de la vandalización de una parte de la obra antes de su apertura oficial) el mundo de colores infinitos y figuras geométricas de Okuda parece cumplir su misión mientras residentes y turistas desenfundan sus móviles para posar ante la emblemática ‘estrella del Kaos’, que el pintor también ha estampado en calles de Madrid, Santander o Llanera, en Asturias.

Los repartidores se han tenido que adaptar para no dañar la obra de Okuda. | E.T.K.

Los repartidores se han tenido que adaptar para no dañar la obra de Okuda. | E.T.K.

«Es un icono», define una turista británica tras posar junto a cuatro amigas frente a esta parte del mural. Una de ellas se ha quitado incluso la camiseta, dejando ver su bikini y los restos del quemado solar en su cuerpo, mientras las demás apoyaban sus bolsos en el suelo para ofrecer su mejor pose a la cámara. Las cinco conocen esta calle desde hace años y confirman que han vuelto específicamente en busca del arte de Okuda: «Es como quien va a buscar la calle Rosa de Lisboa», indica una, en referencia a la Rua Nova do Carvalho o la Pink Street, que tiene el pavimento pintado de rosa y, encima de éste, paraguas multicolores tendidos de cuerdas. «Es increíble», añade otra de las jóvenes, antes de atreverse a decir: «Venir aquí para nosotras es como para la gente que va a Birmingham y busca los escenarios donde se ha grabado ‘Peaky Blinders’».

«Es muy bonito». «Asombroso», indican por separado Eveline van Manen e Ian Kealy, junto al joven Gerard Mellett. La familia vive en Irlanda y, a pesar de hospedarse en un hotel al final de la bahía de Sant Antoni, también se han movilizado para ver el ‘arcoíris’ de Okuda. Mellett confirma que han oído hablar del mural y saben cosas como que «ha costado unos 300 mil euros», además de lo llamativas que son las tonalidades y formas utilizadas.

Visita específica

«Da luminosidad... Es fascinante» añade con una gran sonrisa Van Manen, antes de que Mellett se plantee: «¿Pero va a durar?», en el momento en el que dirige su mirada al suelo, donde hay algunas marcas negras sobre la gran pintura. Esta duda no quita, sin embargo, las ganas de posar ante la ‘estrella del Kaos’, que en la pantalla del móvil parece atrapar a quienes se colocan en medio en un mundo de geometría y fantasía.

Como ellos, el formenterense Francesc Ferrer también posa y admite que ha venido con su pareja y amigos «específicamente a ver el mural». Teniendo en cuenta que se han desplazado desde la isla vecina, todos bromean con que éste ya es un logro cumplido por Okuda. «Es llamativo», indica Ferrer tras decir que le gusta lo que ve, aunque no recuerda cómo estaba la calle antes. En cambio, su acompañante, Maria Serra, sí lo hace y, en su caso, comenta que el mural «le ha decepcionado un poco» porque le parecía diferente en las imágenes que ha visto publicadas en diferentes lugares. Aun así, tras disparar la cámara de su teléfono, muestra que ya ha subido algunas de estas fotos a sus redes sociales y las ha acompañado del mensaje: «Merece la pena visitarlo».

«Hace sólo dos semanas»

Esto mismo opina un turista británico que prefiere no dar su nombre y confirma que conoce Ibiza desde hace tiempo, igual que la calle de Santa Agnès. Por este motivo, haciendo una comparación de cómo estaba la calle antes y cómo está ahora, aprecia el colorido plasmado en los 160 metros de largo que tiene esta vía: «Parece más limpia», opina. Sin embargo, él también se para unos segundos a apreciar algunos desperfectos que hay sobre el dibujo, mientras incluye: «Sólo han pasado unas tres semanas y la temporada acaba de empezar... Habrá que ver cómo estará cuando ésta acabe», sentencia.

En las manchas negras que hay sobre el suelo también se fija un transeúnte que, mientras los demás se fotografían, se para sobre una línea negra en concreto, que parece ser una rozadura hecha por un zapato o una goma: «Esto es por lo que decían que no pueden pasar los coches», comenta a su pareja al recordar una de las medidas de protección que aplicó el Ayuntamiento de Sant Antoni para que no se dañase la obra de Okuda. Además de prohibir la circulación a vehículos a motor, bicis o patinetes (que lamentablemente se han visto circulando sobre el mural del suelo), los establecimientos tuvieron que colocar gomas en las patas de sillas y mesas que hay en sus terrazas para evitar rasguños.

Alejados de ellas, hay otra pareja que extiende el brazo para sacarse un selfi con la caótica y colorida estrella que está en la intersección entre la calle de Santa Agnès y la de Vara de Rey. Aunque posan como visitantes, ambos son vecinos del municipio y prefieren mantenerse en el anonimato. Al matrimonio le agrada el cambio que ha traído Okuda a esta zona de Sant Antoni: «Antes estaba el suelo lleno de chicles», critica el hombre, mirando la parte de la vía que no está pintada y donde, efectivamente, se aprecian restos de la goma de mascar. El matrimonio también alude al coste que el mural ha tenido para el erario (371.014 euros en concreto): «Habría que cuestionar si costaba tanto», puntualiza ella, que aún así afirma «el cambio a bien» que aprecia en esta iniciativa.

Para Caitlin Alvey, de Nottingham (Inglaterra), el mural sobre el que camina es «animado», «alegre» y «transmite felicidad», mientras su compañera Sian Standen lo define como «colorido». También es así para Katherine y Lilly, que acaban de llegar desde una ciudad al norte de Inglaterra por lo que, caminando sobre el mural, afirman no tener idea de qué se trata. Incluso sin saberlo, se sienten inmersas en este mundo de color que «anima» su paseo.

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