La percepción de riesgo por contraer una ETS deja de existir en el ‘chemsex’

Durante la jornada multidisciplinar de Enfermedades de Transmisión Sexual se trató el fenómeno en que se combina sexo y consumo de estupefacientes

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Ibiza

«Se estima que 150 mil personas viven con VIH en España [...] Aproximadamente el 13% de los afectados desconocen que viven con el virus y aproximadamente la mitad son diagnósticos de forma tardía», señala Carla García Ramírez, enfermera de la Consulta de Atención a las Infecciones de Transmisión Sexual (Caits), durante la jornada multidisciplinar de Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS) en el Hospital Can Misses.

En esta jornada, profesionales de diferentes especialidades comparten sus conocimientos para ofrecer una visión actualizada y práctica sobre las ETS y contribuir en su prevención y tratamiento, dentro de lo que también figura conocer un fenómeno emergente como el chemsex, «que afecta directamente al abordaje del VIH y de todas las demás ETS», indica García, ya que con el consumo de drogas «la percepción del riesgo deja de existir».

El chemsex es un término de origen británico que surge de la fusión del término chem del inglés chemicals, como alusión a las drogas, y sex, de sexo, explica la enfermera de Caits Tamara Rodríguez Piedra, que especifica que «se trata de un tipo particular de consumo sexualizado de sustancias, vinculado sobre todo a la cultura gay, en que pueden haber sesiones individuales visionando pornografía, de uno a uno, tríos o sexo grupal».

Efectos que duran días

La diferencia que tienen estos «colocones» con el uso de otras drogas de manera recreativa es que duran días y son muy largos: «Normalmente se dan durante los fines de semana porque empiezan un viernes y acaban un lunes», apunta García, antes de insistir en que «la percepción del riesgo, la hidratación y todo lo que sucede hace que aumente de manera muy significativa el riesgo a contraer una ETS».

El chemsex también se ha asociado a «sobredosis, suicidios, adicciones, problemas de salud mental, agresiones sexuales y puede tener un fuerte impacto en la salud y el bienestar sexual de los pacientes», añade García, además de citar los impactos negativos que este consumo puede generar en la vida social y afectiva o los problemas legales y económicos.

En personas con VIH, «algunas drogas pueden presentar, además, interacciones con el tratamiento antirretroviral», apunta la enfermera, que destaca que cuanto más se mantenga esta actividad en el tiempo, ya sea en afectados con VIH o no, «es más probable que se presenten efectos adversos no deseados, consumos problemáticos o adicciones».

Las prácticas sexuales con consumo de estupefacientes se suelen dar en casas particulares o salas específicas que se utilizan para tal fin y se emplean varios tipos de sustancias, entre las que las especialistas destacan el GHB, la mefedrona, la cocaína, el nitrito de amilo (más conocido como popper), la metanfetamina, la ketamina, la anfetamina o el mdma, explica Rodríguez. En estas sesiones, según señalan las profesionales «se combinan tres o cuatro de estas drogas», lo que hace que «los efectos resulten todavía más impredecibles».

Seguridad ante todo

Estas sustancias pueden suministrarse por diferentes vías, ya sea de manera «oral, esnifada, humada, rectal, intravenosa o slam, que es la más peligrosa, y la intramuscular», comenta Rodríguez. Por este motivo, desde la Caits, teniendo en cuenta que una parte de los pacientes que atienden acostumbran a realizar este tipo de práctica sexual con consumo de estupefacientes, se ofrecen una serie de recomendaciones para reducir riesgos. Entre ellas, figura, por ejemplo, el uso de material propio y estéril, si se consumen pastillas que no sean enteras sino cuartas partes o que, en el caso de consumir sustancias de manera intravenosa, que éstas se disuelvan con agua, detallan las enfermeras.

Esta respuesta se da con el objetivo de «no dar la espalda a una realidad que está allí». García recuerda que su consulta trata de abrir «una puerta de confianza» con los afectados, con el objetivo de que «se sientan comprendidos y cuidados» en una situación en la que hablan de algo tan íntimo como su vida sexual, teniendo en cuenta que, en este caso el VIH, «sigue siendo una infección con un fuerte estigma social».

En este sentido, como mejora de la percepción de la enfermedad para los propios afectados, hay dos medicamentos diferentes pero complementarios que se utilizan en la actualidad ante el VIH. Uno de ellos es la Profilaxis Pre-Exposición (PrEP), un medicamento antiviral que se toma antes de una posible exposición durante un tiempo determinado, «siempre a la misma hora, pero que sirve en casos excepcionales», indica Rodríguez. Por otro lado, la Profilaxis Post-Exposición (PEP), «es un tratamiento que debe iniciarse dentro de las 72 horas posteriores a la posible exposición».

Como señala García, este tratamiento también da «continuidad al seguimiento de personas que antes no venían», y se incluye en el «circuito de derivación directa desde las consultas que hace Caits al servicio de Psicología» de Can Misses para garantizar la mejor atención.

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