Ibiza

Atropello mortal en Ibiza: El "MacGyver" que venció dos veces al cáncer

Aurelio era natural de Vitoria y tenía 62 años

Guillermo Sáez

Guillermo Sáez

«Le llamaban MacGyver porque le pedían arreglar un grifo y lo arreglaba, o le pedían pintar algo y lo pintaba. Él servía para todo, era un manitas que ayudaba a todo el mundo». Así recuerda Nelson, prometido de Amayda, a Aurelio, que se iba a convertir oficialmente en su suegro el próximo 4 de octubre. La boda se celebrará, pero reconoce que ya no será lo mismo porque planeará sobre ella sombra de una ausencia demasiado importante.

Nelson fue el último miembro de la familia que vio con vida a Aurelio. El sábado lo llevó en coche desde Torrevieja hasta Denia, donde cogió el ferri que lo dejó en el puerto de Ibiza a las 20.30 horas. Se hospedó en el hotel Bergantín de Cala de Bou; tras pernoctar, a las seis de la mañana del día siguiente salió a dar un paseo para conocer la zona, quién sabe si para asomarse a la playa de es Pouet.

Después de una hora de paseo, la muerte, vestida de conductor ebrio, lo encontró a tan solo 150 metros del hotel. Tenía 62 años y era un doble superviviente del cáncer que solo quería pasar unos días de asueto acompañado por un amigo.

Aurelio vivía en la localidad alicantina de Torrevieja, pero su lugar de nacimiento estaba 600 kilómetros más al norte. Nació en Vitoria, donde creció y se formó como electricista, esa profesión para la que parecía naturalmente dotado como buen amante de los trabajos manuales. Sin embargo, no pudo desarrollarla tanto tiempo como le hubiera gustado. Cerca ya de la cuarentena, le diagnosticaron un cáncer de riñón que no le arrebató la vida, pero sí le dejó bastante tocado.

«Le quitaron un riñón y hubo una negligencia médica. Se quedó sin tacto en las piernas, pero podía andar. Nos fuimos para Torrevieja porque el clima le venía mejor para sus problemas físicos», explica a Diario de Ibiza su hija Amayda, que iba a celebrar su despedida de soltera en Ibiza. «Pero después de esto, ¿quién va a venir aquí?», se pregunta Nelson. Y aclara acto seguido: «El año que viene sí que vendremos para rendirle homenaje a Aurelio».

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Rumbo al sur

Así que la familia se mudó a orillas del Mediterráneo, lejos del crudo invierno alavés, para iniciar una nueva vida en la que Aurelio siguió demostrando sus dotes de manitas en beneficio de sus conocidos, ya que el cáncer y sus secuelas le habían obligado a tomar el camino de la jubilación.

Pese a que llegó ya en plena madurez, y sin un trabajo en el que establecer nuevas relaciones, Aurelio se las apañó para hacer «muchísimos amigos» en tierras alicantinas. «Era muy querido. Lo vamos a enterrar en Vitoria, pero me están pidiendo que al menos hagamos una misa en Torrevieja», cuenta su hija, quien como el resto de su familia está a la espera de que las autoridades les den permiso para hacerse cargo del cuerpo de su padre y realizar las correspondientes exequias.

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Tumor en la próstata

Más allá de sus achaques, el cuerpo le respondió razonablemente bien a Aurelio hasta 2022, cuando un viejo enemigo volvió a cruzarse en su camino. Otra vez el cáncer, esta vez de próstata, cerca ya de cumplir los 60 años. Ya no tenía la juventud de antaño para afrontar un reto de esta envergadura, pero sí mantenía el vigor. «Era muy fuerte, había pasado la quimioterapia y estaba como si nada», rememora Amayda. Después de dos años de tratamiento oral, Aurelio volvía a curarse de una enfermedad grave.

El pasado domingo, un año después de tumbar al cáncer por segunda vez, una furgoneta acabó su vida. El conductor la cogió sin permiso, ya que pertenecía a la empresa donde trabaja, y se quedó dormido al volante, todavía con el último trago reciente en su cuerpo. En la primera alcoholemia dio un resultado de 0,54 miligramos por litro. En la segunda, realizada media hora después, la prueba marcó 0,60. «Iba de subida», resume Amayda. El límite legal en España asciende a 0,25 miligramos por litro.

Números que explican la marcha de un padre, de un marido, y también de un abuelo de dos nietos. «La niña pequeña me ha preguntado: ‘¿Qué le van a hacer en el cielo? ¿Lo van a tratar bien?’. Una niña pequeña preguntando qué le van a hacer a su abuelo. No entiende por qué se lo llevan. No hay derecho», lamenta Yolanda.

El año pasado, la Policía Local de Sant Josep realizó 68 controles en los que detectó 93 positivos por alcohol y 165 positivos por drogas.

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