Vivienda | Una mirada al pasado
Francisca, la costurera de Ibiza que se salvó del incendio de su chabola
Más de 35 años separan dos escenas exactamente iguales: una chabola ardiendo en es Pratet y su habitante, asustado, contemplando a los bomberos tratando de apagar las llamas de su hogar. La vimos el sábado 10 de mayo. Y el 6 de marzo de 1989, cuando el fuego quemó la infravivienda de Francisca.

Francisca Costa, frente a su chabola tras el incendio. / Julio Flores

El sábado 10 de mayo un hombre que vende pañuelos de papel en un semáforo salvó la vida de milagro cuando la chabola en es Pratet en la que vive ardió por completo. Aún con la cara tiznada de hollín y sentado en el suelo, en la calle, apenas podía balbucear que el fuego empezó cuando estaba calentando aceite en una sartén.
Esta misma situación vivió Francisca Costa, una costurera de 86 años, el 6 de marzo de 1989, cuando las llamas arrasaron parte de la chabola en la que vivía. En este mismo barrio. Al igual que ocurre ahora, más de 35 años después, los vecinos de la zona estaban preocupados por las condiciones en las que algunas personas vivían en los descampados de la zona. Cañaverales. «Chabolismo casi en el mismo centro o médula vertebral del centro de Ibiza», se leía en Diario de Ibiza mes y medio antes del incendio en el que Francisca se quedó sin casa. «La verdad es que son gentes de las que no tenemos queja per es lamentable el estado en que viven, en las traseras de la antigua plaza de toros, porque los vertederos humeantes de basura están justo al lado», explicaba Antonio Tur, entonces presidente de la Asociación de Vecinos de es Pratet. Entre toda una ristra de peticiones y denuncias al Ayuntamiento de Ibiza por las «condiciones tercermundistas» del barrio, durante un recorrido por sus calles con el periodista José V. Serradilla y el fotógrafo Toni Pomar, mencionaba el riesgo que suponían las infraviviendas que se acumulaban en los solares sin vallar. Reclamaba, de hecho, «desterrar el chabolismo» y, además, «vigilancia para que no se hagan fogatas».
Y ese miedo a que los cañaverales llenos de infraviviendas ardieran se hizo realidad el 6 de marzo. Un «incendio intencionado» que a los bomberos de Ibiza les costó dios y ayuda apagar arrasó parte de los solares. Y eso que las llamas apenas quemaron seis metros cuadrados. El autor del fuego, un pirómano, según relataba la crónica de Diario de Ibiza, que señalaba que esa zona del barrio era «el centro preferido» del incendiario, «que para dificultar más la labor de los servicios contraincendios prendió el fuego por dos sitios distintos».
La chabola de Francisca
El fuego, que los bomberos, ayudados por agentes de la Policía Nacional y la Policía Local, tardaron varias horas en controlar se extendió «con gran rapidez» por el cañizal. Y afectó a varias chabolas. Entre ellas, y principalmente, la de Francisca Costa, una mujer de 86 años.
«Los vecinos del barrio de es Pratet están acostumbrándose a ver arder los cañaverales. Asomados a las terrazas, como si de un palco de platea se tratase, presenciaron cuatro incendios casi consecutivos en la última semana. El último, el del sábado, encendió la luz de emergencia al sobrevolar las llamas por encima de chabolas y corrales», se leía en la portada de Diario de Ibiza del 7 de marzo del 89. El texto explicaba que Francisca «estaba tranquilamente en su casa, una chabola de diez metros cuadrados con techo de uralita cuando por la mañana vio acercarse peligrosamente el fuego». Francisca cogió un cojín y algunas prendas de vestir y salió corriendo de lo que consideraba su hogar mientras varios perros que había en la zona «ladraban nerviosos» y las gallinas de los corrales que tenían algunas infraviviendas «revoloteaban». Como el hombre que hace una semana vio arder su chabola casi en el mismo punto, la mujer, que aún vestía de pagesa, se sentó en el suelo a observar cómo los bomberos trataban de salvar parte de su casa y sus enseres.
«Vivía como un animal»
Allí mismo, sentada en el suelo, explicaba a este diario que llevaba un año y medio habitando la infravivienda y sobreviviendo con la ayuda que le proporcionaban algunos vecinos. «Aquí vivía como un animal, pero qué le vamos a hacer... Tengo dos sobrinos, pero no me quieren con ellos. También dos hermanos, mayores ambos, y no quiero que se enteren de mi situación, no deseo ser una carga para nadie», explicaba la anciana, que se mostraba convencida de que seguía viva de milagro. «Dios está conmigo», afirmaba al reportero, que no podía dejar de destacar las grandes desigualdades que se veían en la ciudad. Exactamente como ahora, cuando desde la puerta de Cáritas, en el barrio de es Pratet, se ven los enormes y lujosísimos yates en el puerto: «Es la gran paradoja de la vida. A 50 metros, pisos de 30 millones de pesetas y ella, Francisca, sin un mal cobijo firme a donde llevar su descanso».
«Seguramente hay otros casos como el de Francisca, para vergüenza de muchos», señalaba Diario de Ibiza antes de detallar la chabola: «La uralita blanca del techo es lo más destacado de una casa adornada con lo imprescindible: una cama, el espejo, la mesa, el butano y dos sillas al lado del cubo de plástico verde. Eso es todo en un paisaje con ribetes de miseria y abandono, donde en verano las moscas juegan con violines oxidados y los perros viven escondidos en las sombras de las higueras». «Necesito poca cosa para vivir», justificaba la mujer «paseándose lenta en medio de cañaverales, montículos de basura y restos calcinados de neveras, ruedas y chatarras», escribía, un día después del incendio Julio Flores junto a una imagen de Francisca, vestida de pagesa, frente a los restos en pie de su chabola medio quemada.
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