Los 'bestsellers' de Ibiza Medieval: Ni justas ni juglares, aquí reinan los paladares

Entre la multitud que pasea entre los tenderetes de la feria medieval de este año, muchos de los visitantes locales destacan que, aunque observan una subida de precios en algunos puestos, les gusta mantener la costumbre de comprar algo.

Estela Torres Kurylo

Estela Torres Kurylo

Ibiza

Cerca de 210 tenderetes y mucha variedad ¿cuáles serán los preferidos de la feria medieval? 25 ediciones, cada una peculiar ¿mandará la cartera o el paladar?

Ambiente en la jornada del sábado en la Ibiza Medieval

Estela Torres Kurylo

Con menos rima aunque igual soltura, los locales que este sábado por la mañana visitan la medieval evidencian que, quienes compran, se decantan por aquellos caprichos que se pueden saborear. «El kebab o la longaniza seca», coinciden casi al unísono Andrea Rivas y Natalia Guillem, que indican que aunque se den cuenta de que los precios suben, son de esas personas a las que les gusta, como tradición, comprar algo estos días porque «una vez al año no hace daño».

De esta filosofía también son Mónica Cano, Laura Domínguez y Hugo Costa: «Un cachito siempre cae», comenta uno de ellos, tras señalar que «los quesos» son de sus preferidos y que, aunque los precios suban, lo que éstos limitan es la cantidad, pero no la compra. «Sabemos que saldrá más caro que en otro lado, pero nos gusta mucho y, cuando lo tienes delante, apetece», sentencia Cano.

Por el contrario, Maribel Millán sí que admite limitarse en función del precio aunque, si éste no es muy alto, cita entre sus favoritos «la cecina» y también «el queso», como su amiga Sacramento Callado, que añade «los collarcitos y pulseritas y los dulces locales». Además de en esto, ambas coinciden en que lo más especial de la feria es «el ambiente», aunque éste no se pueda comer.El ambiente también es lo preferido de Ina Cardona, quien aunque en los últimos años no opta «ni por comprar ni por comer», no duda en recorrer la feria medieval: «Me encanta la vida que le da a la ciudad». Cuenta que, cuando solía comprar, era de las que optaba por los «quesos» o «las chucherías para la niña» pero, como Cano, sabe que «en Vila todo sale mejor de precio».

De quesos también es Marta Tur, para quien entre sus favoritos del medieval está «el incienso». Como también buscan Sara Mullor y Abril Chumillas, que no olvidan mencionar su tradición de «comer al menos un día en la feria» o las chuches, que definen «un poco de mírame y no me toques», que aún así a veces compran.

Entre tantas suculentas tentaciones, el primer puesto que confirma la costumbre de compra que parece imperar es el de Ibéricos de esencia Extremeña.

Optar por lo diferente

Carlos Morillo enumera en su top de ventas quesos como «el de cabra sudao o la torta de la Serena, que es cremoso», al ser «quesos diferentes, que no hay en todos lados». Estos se venden a 20 euros la pieza y Morillo confirma que aquí al consumidor le costará «un poquito más que en la Península» por los gastos que supone venir a la isla, aunque apunta que como mucho será «un euro más o así».

Dos mujeres que hace apenas unos minutos han comprado varios quesos evidencian que comprenden el coste, cuando exclaman «Quina pallissa!» al escuchar que la semana pasada Morillo estuvo en Móstoles y que junto a sus compañeros puso rumbo a Ibiza el pasado martes, desde Valencia.

Además de los quesos, los extremeños también venden embutidos. Entre los que más salen, «los chorizos y salchichones, a entre cinco y seis euros el roscón».

Cerca de su puesto, Miguel también confirma la alta venta de embutido en Impero Gourmet, cuyo best seller son los fuets que llevan «pimienta negra o romero», que «en la Península se venden menos porque son más comunes». En la isla, sin embargo, «se venden muy bien a los españoles», comenta el joven, que casi convence a quien pasa por delante con la oferta de «tres fuets por 16 euros».

Otra de las cosas que salen muy bien, y mucho, son los dulces locales. En el puesto de Can Coves son las «ensaimadas y magdalenas ibicencas», además de la novedad que triunfa este año: unas galletas «estilo crumbl cookie», explica Paula Roig Suárez. Otros de sus más vendidos también son las empanadas «de acelgas y pasas, carne y guisantes o calamar con sobrasada».

De vuelta a los salados, en el baluarte de Santa Llúcia, además de los kebabs, por cerca de diez euros, Óscar Dosantos también invita a degustar el cerdo cocinado entero con patatas o ensalada «que le encanta a la gente y lleva asándose desde las siete de la mañana», en el puesto Cerdo asado medieval.

En el horno, lleva algunas horas más el «asado galaico» de Taberna Galaica, que Álvaro Rodríguez Fondo tiene amplia experiencia en preparar. Lleva desde los 17 años siguiendo la tradición familiar y calcula que, desde entonces, habrá preparado «unos 50.000». Destaca que, además, su asado es de kilómetro cero porque compra en la isla «el pan y los jamones».

Rodríguez se suma a aquellos que confirman que desde sus inicios han tenido que aumentar los precios, porque éstos «han subido en todo, incluyendo tanto materia prima como alojamiento en la isla». Entre sus más vendidos cuenta que están el bocadillo de asado a nueve euros, o medio por cinco, y calcula que entre un 80 y 90% de sus clientes son «locales».

A él y Dosantos se suma Esidro Ramis, de Carn&Coop, que confirma, como los demás, que su máxima afluencia es por las noches.

La cooperativa tiene un puesto por segundo año consecutivo en la medieval y su éxito no deja de ser la hamburguesa de porc negre, los tacos de camaiot o un troç de pa amb sobrassada. Además, al valiente que se atreva, le ofrecen la posibilidad de beber un porró de vi e invitarle a la bebida si se lo acaba. En este puesto local, antes de pillar un bon gat, se puede conseguir una hamburguesa y una bebida por diez euros.

Productos de kilómetro cero

Que las chucherías son tradición lo confirma Mateo Carrasco, en el puesto El ermitaño: «Venimos desde la primera edición y en Eivissa las chuches siempre tienen éxito». Confiesa que sus compradores muchas veces son «más adultos que niños». Carrasco también tiene, entre otros productos, incienso, que aunque vende menos que las chuches, «también se trabaja bien, porque es natural y la varita puede durar hasta una hora y media», indica.

Éste se vende por cerca de seis euros (entre 15 y 18 varitas) mientras que las chuches van a peso y cuestan unos 3,50 euros los 100 gramos. Carrasco participa en la feria desde la primera edición y, por su experiencia, comenta que no recibe queja de los precios, que asegura que son los mismos que en la Península, a pesar del esfuerzo que para ellos supone venir aquí.

Por otro lado, Nuno lleva sólo dos años participando en la feria con la marca de inciensos portugueses Edu fil art, pero confirma el interés de los visitantes: «El incienso es algo puntual, un ritual... Que llena el hogar y es fácil de transportar». Su precio, a 3,50 unas 12 varitas y entre los aromas más vendidos reinan los «amaderados, porque son a los que la gente está acostumbrada».

Respecto a las joyas, Giuseppe di Matteo destaca la «constancia» en la participación de la marca Trivoli en la feria ibicenca desde hace cuatro años. Tienen collares, anillos o pulseras bañadas en plata que se venden por entre ocho y 20 euros. Aunque Di Matteo considere que sus ventas aquí son buenas, cuenta que también frecuenta Las Dalias, donde asegura que vende mucho más, aunque entiende que superar eso «es difícil».

Al igual que los puestos de comida, en el que trabaja Yolanda Martín también es de los que acumula colas y atrae la vista de los más pequeños. Participa en la feria «desde hace muchos años» y sus mejores ventas son las espadas de madera, arcos y juegos didácticos, que oscilan entre los siete y los 28 euros.

Ya sea para los más pequeños o los más adultos, la feria medieval evidencia un año más que a nadie le falta excusa para disfrutar. Vaciando los bolsillos o llenando las barrigas, estimados vecinos, zampen y compren pero no se arruinen ni se empachen.

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