Ibicencos en el apagón

Gina Costa, publicista de Ibiza en Barcelona: «¿Después del covid qué más podía pasar? ¡El apagón!»

La ibicenca pasó la tarde cargando el móvil en el coche, escuchando la radio y leyendo 'Mala Mar'

Gina Costa Vallès

Gina Costa Vallès / D. I.

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

Ibiza

Si no hubiera sido por Emilio, el dueño de la bodega del barrio, Gina Costa Vallès no hubiera podido cargar su móvil. En todo el descalabro para la normalidad que supuso el apagón del lunes, esta ibicenca que reside en Barcelona supo ver la parte buena. Emilio, el de la bodega, que le dejó diez euros en efectivo para poder comprar un cargador de móvil para el coche y que fió un pack de agua a otra vecina que tampoco tenía cash. O la gente que, al ver a las familias sentadas en sillas en la calle, viendo el caos pasar, les preguntaba si estaban bien, si necesitaban algo. 

Es la reflexión que hace al día siguiente, pasados ya los nervios y la angustia del lunes. El apagón le pilló haciendo una formación en la planta que tiene en Sant Andreu de la Barca la empresa de reciclaje de botellas para la que trabaja: «A las doce y media nos quedamos sin luz, pensamos que era cosa del polígono. Ahí aún tenía señal y en el grupo de whatsapp de las amigas comenzaron a aparecer mensajes: ‘¿Estáis sin luz?’». Le empezaron a llegar noticias de lo que estaba pasando y ahí ya vio que era en toda la Península, Portugal... «Acabamos la formación de aquella manera y a las dos cogía el coche para volver a Barcelona», explica. Le acompañaba un compañero de trabajo que no podía volver en en tren porque no funcionaban. Confiaban en no encontrarse mucho «follón» y dejar el coche lo más cerca posible de casa ya que, sin luz, sabía que no podía meterlo en el garaje. 

«Llegamos bastante bien», apunta Costa. Eso sí, durante el trayecto vieron cómo ya se empezaban a formar atascos importantes y cómo otras vías, como la salida de Girona, estaban especialmente saturadas. Lo primero que pensó al llegar a casa fue «¿cómo cargo el móvil?». También que, sin señal de red ya, no podía avisar a su familia de que había llegado sana y salva a casa. Les preocupaba el tráfico y el riesgo de accidentes al no funcionar los semáforos en la ciudad. 

Dio una vuelta por el barrio y vio gente en la calle y muchos negocios cerrados. Se acercó al centro comercial Las Arenas para ver si podía comprar un cable con el que cargar el móvil en el coche. Pero no llevaba efectivo: «Intenté hacer un bizum, pero para eso necesitas wifi. Y no había». Para poder enviar algún mensaje de «he llegado, estoy bien, no os preocupéis» se acercó al hotel Barcelona Continental, en la plaça d’Espanya, cuya wifi estaba abierta. No había señal, pero cuando la hubiera llegaría el mensaje. Y en casa respirarían aliviados.

Leyendo 'Mala Mar' en el coche

Ahí entró en juego Emilio, que le prestó los diez euros. Compró el cable y pasó la tarde en el coche, cargando el móvil, escuchando la radio y leyendo. Devorando ‘Mala Mar’, de Toni Montserrat. Cuando tuvo la batería a tope volvió a casa, donde se dio cuenta de que el ordenador «no estaba desconectado del todo, así que volvió a enchufar el móvil. Por si acaso.

Gina Costa, en su coche leyendo 'Mala Mar' y cargando el móvil

Gina Costa, en su coche leyendo 'Mala Mar' y cargando el móvil / G. C.

Para comer no tuvo problemas: «El domingo había hecho un vermuteo en casa con las amigas y habían traído tortillas y mucho fuet. Les envié un mensaje diciéndoles que había podido sobrevivir gracias a lo que habían traído», comenta riendo. Por suerte, velas «no faltan» en su casa. Tampoco pilas, con las que pudo encender las tiras de lucecitas que tiene en el salón. «Te asomabas a la calle y no había nada de luz, era una oscuridad total, veías a la gente alumbrándose con móviles, con linternas. Si salías un poco más hacia Creucoberta sí que veías que ya tenían luz», explica. «En algunos barrios, como Sants o el Poble Sec volvió antes, por la tarde, pero en mi barrio era una locura», indica.

Gina Costa (Barcelona): "No podía avisar a nadie de que había podido llegar bien a casa"

Gina Costa

La luz volvió a su barrio a la una y media de la madrugada. Se asustó. Se había quedado dormida en el sofa y, de repente, se encendió «todo el piso». Durante esa tarde sin luz se acordó mucho de su padre, Paco, que les dice siempre que hay que llevar efectivo. «Después del covid, ¿qué más podía pasar? ¡El apagón! Una odisea», ironiza la ibicenca. Por cierto, ya le ha devuelto los diez euros a Emilio.

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