Philippe Rotthier, arquitecto: «La casa payesa se salvó gracias a los hippies»

Rotthier, con la medalla del premio Henry Hope Reed 2025, en su casa de Sant Josep, Sa Païssa d’en Casetas. / Toni Escobar

El pasado 22 de marzo la Universidad de Notre Dame, en Chicago, galardonó a Philippe Rotthier (Bruselas, 1941) con el Henry Hope Reed Award 2025. El jurado del premio resaltó como uno de sus logros más importantes su contribución a «la renovación de la arquitectura vernácula en la isla de Ibiza, donde construyó 80 casas con materiales y artesanía local». También hizo mención a otros méritos, como la creación en 1982 del European Prize for the Reconstruction of the City y en 1986 de la Fondation pour l’Architecture, con sede en Bruselas.
«Este galardón ha sido una sorpresa para mí, es el primero que obtengo a título personal», comenta durante la entrevista concedida a Diario de Ibiza en su hogar de Sant Josep. En realidad, apunta después, sí ha habido más reconocimientos en su carrera, pero no para él, sino para la entidad de la que fue el alma mater, el Taller d’Estudis de l’Hàbitat Pitiús (TEHP).
De esta asociación cultural, creada en 1985 y disuelta definitivamente en 2018, hablará más tarde, pero primero toca centrarse en el premio recientemente concedido por «su compromiso continuo con la renovación de la arquitectura y el urbanismo tradicionales».
Rotthier muestra la medalla en bronce con el rostro de perfil de Henry Hope Reed, un reconocido defensor de la arquitectura clásica, que le entregaron hace unas semanas en Chicago. De esta ciudad, dice, guarda gratos recuerdos de juventud. Allí estuvo en 1961, cuando era estudiante en la escuela de arquitectura de La Cambre, siguiendo los pasos y contemplando las obras del que para él «es el mejor arquitecto de todos», el estadounidense Frank Lloyd Wright.
A lo largo de la charla con Es Diari salen a relucir muchos otros nombres de profesionales de su sector, todos ellos, como él, con un estrecho vínculo con Ibiza. Uno de los primeros que cita es Germán Rodríguez Arias, el primero del grupo Gatcpac en visitar la isla y quedar deslumbrado por las casas payesas. También cita al miembro más destacado de este movimiento arquitectónico surgido en Cataluña en los años 30 del siglo XX, Josep Lluís Sert, cuyo trabajo califica de «maravilla».
No tiene tan buenas palabras para Erwin Broner, al que critica por ser «el primer arquitecto en hacer una obra de hormigón en Ibiza». Se refiere al establecimiento de baños que el alemán diseñó y construyó en 1934 en la playa de Talamanca.
Más adelante menciona a Rolf Blaskstad, que fue defensor , como él, de un retorno a las formas tradicionales de construcción en las Pitiusas. El arquitecto canadiense llegó a Ibiza en 1956 y en los 60 comenzó a trabajar en la construcción y reforma de casas payesas. Rotthier hizo lo mismo unos años después, fuertemente atraído por unas construcciones que consideraba únicas y perfectas en su diseño y de las que alababa su integración en el paisaje y sus volúmenes, que «obedecen a la proporción humana, ya que tienen al hombre como referencia».
Ibiza amor a primera vista
«La primera vez que vine a Ibiza fue de vacaciones, en 1971, y fue un flechazo. Era un sitio excepcional en Europa, el más arcaico del Mediterráneo en realidad. La isla no había cambiado porque aquí no había llegado la revolución industrial, la que llegó fue la turística», cuenta.
Por aquella época, dice, él «era un arquitecto moderno que había participado en la construcción de una torre de cien metros en Kinshasa (capital de la República Democrática del Congo), «uno de los edificios más altos por entonces del continente africano».
Descubrir la arquitectura tradicional ibicenca supuso un antes y un después en su carrera. Tan fascinado quedó por ella que en 1973 estableció su residencia en Ibiza, en concreto en el municipio de Sant Josep, en el mismo lugar donde ahora vive durante las temporadas que pasa en las Pitiusas.
La reedición de Aina Roig de ‘Le palais paysan’
Hace un par de años Philippe Rotthier se llevó una grata sorpresa cuando una joven ibicenca veinteañera, Ana Roig Planells, le dijo que para su trabajo de fin de grado le gustaría reeditar su obra ‘Ibiza. Le Palais paysan’, ya descatalogada. El arquitecto belga no dudó en donarle los derechos para que pudiera publicarlo. El resultado del proyecto de Roig lo califica de «obra de arte». «Ahora estamos buscando un editor para poder sacar el libro en catalán a un precio asequible y así poderlo distribuir en todos los centros educativos de la isla y estamos en negociaciones con el Consell de Eivissa para que nos apoye adquiriendo ejemplares», explica. Por su cabeza pasa también dedicar una parte de los 50.000 dólares del premio Henry Hope Reed a ayudar a la joven diseñadora gráfica a editar ‘Ibiza. El Palau Pagès’, que en 2024 se llevó el premio ADG Laus Estudiantes, organizado por la Asociación de Grafistas de Diseño.
La vivienda, explica, originariamente era una païssa, es decir, una casa auxiliar que empleaban antaño los payeses que tenían huertos y fincas alejados de su alojamiento habitual. La adquirió en 1972 «por un millón y medio de pesetas», una verdadera ganga. La empezó a reformar en 1973 y, poco a poco, la fue ampliando, añadiendo módulos. Esta casa, conocida como Sa Païssa d’en Casetas, fue su primer proyecto arquitectónico en Ibiza. Después remodeló otra para sus padres en Benimussa.
«En aquella época yo era un pelut con pelo largo, flores y pantalón de pata de elefante», rememora. Afirma que fue «gracias a los hipppies», entre los que se encontraba él mismo, que «la casa payesa se salvó» porque eran los únicos entonces que estaban dispuestos a «vivir en una vivienda sin agua y sin luz».
De todos los trabajos realizados en Ibiza, del que dice sentirse más orgulloso es de uno que llevó a cabo para «una relaciones públicas de la discoteca Ku». «Convertí lo que era solo una habitación y un corral en una casa para vivir», explica.
Tanto esta reforma como la de su propio hogar aparecen en la primera publicación que hizo el Taller d’Estudis de l’Hàbitat Pitiús (TEHP). La conserva en una de las estanterías de su abarrotada librería, al igual que su «obra maestra», ‘Ibiza, Le Palais paysan’, que publicó en 1984 en Bruselas con la editorial que fundó junto a Maurice Culot, AAM (Archives d’Architecture Moderne).
La misión del TEHP
Este ensayo ilustrado por Valérie Gevers y realizado junto a Ferdinand Joachim, que se publicó en 1991 en catalán como ‘Ibiza. El palau pagès’ con el TEHP, explora la arquitectura vernácula y el modo de vida tradicional de Ibiza. Como dice él y como resaltó en el discurso que ofreció cuando le entregaron el premio Henry Hope Reed, «no hay nada más moderno como buscar las raíces primitivas».
Fue a partir de esta publicación que nació poco después el TEHP, del que formó parte también su pareja, la asturiana Pía García de la Cruz (Gijón, 1950). Antes, Rotthier creó un espectáculo audiovisual en colaboración con el fotógrafo Pere Planells para promocionar la arquitectura tradicional, con el que emprendieron una gira europea que les llevó de Sant Josep a Toulouse, Burdeos, París, Bruselas y Formentera. «Después de esta tournée, nos dimos cuenta de que la casa payesa estaba en peligro de muerte y que no la podíamos salvar solos, por eso decidimos crear el Taller d’Estudis de l’Hàbitat Pitiús», apunta.
La asociación cultural vio la luz en 1985 para estudiar y «proteger la arquitectura tradicional ibicenca del progreso turístico». A través de esta entidad, que en sus mejores tiempos llegó a tener 400 socios y que se disolvió por completo en 2018 tras diez años de inactividad, se publicaban y distribuían libros y revistas. Además, se prestaba asesoramiento para reformar las casas payesas «sin desfigurarlas».
Su labor fue reconocida en múltiples ocasiones: recibió el premio Savina del GEN en 1991; la Menció d’Honor de Sant Jordi del Institut d’Estudis Eivissencs en 1993, y el Premio Importante de Ibiza, de Diario de Ibiza, en 1995.
«El bárbaro del norte»
La anécdota que relata a continuación Rotthier aconteció un año después y la tiene grabada a fuego en la memoria. Ocurrió en enero de 1996, durante la mesa redonda ‘Pasado y presente de la arquitectura pitiusa’, convocada por el Ayuntamiento de Sant Antoni. En ella participaron cuatro arquitectos: el fundador del TEHP, Rolf Blaskstad, Joan Prats y Josep Torres. Las posturas más idealistas de los dos primeros chocaron con las más pragmáticas de Prats y Torres. En aquel encuentro, recogido por Diario de Ibiza, Rotthier señaló que «en Ibiza se encuentra el tesoro de la base de la arquitectura, su forma más arcaica: la casa payesa tradicional». También lanzó algunas críticas, entre ellas, esta: «En Ibiza hay muchos arquitectos y poca arquitectura. Antes no había ninguno y mucha arquitectura».
Esta frase y otros comentarios provocaron la airada reacción del entonces presidente de la delegación pitiusa del Colegio de Arquitectos de Balears, Salvador Roig, que, recuerda, le llamó «bárbaro del Norte pretencioso» y le espetó que con su actitud provocadora solo había conseguido que las instituciones le cerraran las puertas. «En efecto, nunca me encargaron una obra pública», confirma ahora el arquitecto belga, que por entonces, según él mismo afirma, era visto «un poco como el diablo».
Ya entrados los años 2000, con el progresivo deterioro de Ibiza por la masificación turística y la construcción de las autovías del aeropuerto y de Sant Antoni, el arquitecto belga empezó a desencantarse de la isla y decidió emprender una vida nómada, que todavía mantiene. «Tengo tres casas: en Ibiza, en Bruselas y en un islote de la Polinesia francesa que se llama Porou», cuenta el arquitecto, que viaja a las Pitiusas dos veces al año, en febrero, cuando los almendros empiezan a florecer, y a partir de septiembre.
A sus 83 años todavía se mantiene en activo ofreciendo sus sabios consejos a personas que quieren reformar sus casas payesas para adaptarlas a las necesidades de hoy sin traicionar su esencia. Rotthier les indica qué elementos no deben tocar para mantener «el alma» de estas viviendas.
Aunque pasa más tiempo en la Polinesia, el arquitecto tiene claro que nunca va a dejar de visitar Ibiza. Aquí tiene a una de sus dos hijas y su gran pasión, un huerto en Santa Gertrudis con más de cien naranjos, «los más antiguos de la isla».
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