Vivienda | Una mirada al pasado

¿Cuánto costaba la mansión más cara de Ibiza en 1980?

En apenas 20 meses, entre 1978 y 1980, el precio de los pisos en venta en la ciudad de Ibiza prácticamente se duplicó. El mercado inmobiliario estaba en plena efervescencia: se vendían mansiones y estudios a extranjeros, que no entendían lo de pagar al contado, se alquilaban habitaciones y había «abusos y especulaciones».

Hospital Can Misses a mediados de los años 80.

Hospital Can Misses a mediados de los años 80. / DI

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

Ibiza

«En veinte meses, más o menos, los inmuebles, por ejemplo de la avenida Isidor Macabich, se han disparado casi al doble». Como en todos los reportajes de esta serie, ya se imaginará el lector que esta frase no se corresponde con la realidad de la Ibiza actual, aunque bien podría parecerlo. Hace más de 45 años que alguien escribió en este mismo diario sobre la deriva de los precios y, para ejemplo, un botón: un piso en esa arteria de Vila pasó entre 1978 y 1980 de costar 1,8 millones de pesetas a costar 3,3 millones.

Ese era el precio mínimo de los pisos en la ciudad en aquel momento: «Oscilan entre los dos millones y seis millones, de 50 y 170 metros cuadrados, respectivamente». Se podía encontrar algo más económico, estudios de entre 25 y 30 metros por 1,3 millones y algún bungalow de poco más de 60 metros por entre 1,6 y 2 millones de pesetas.

Según los cálculos de la época, el metro cuadrado de vivienda construida en la ciudad era de alrededor de 24.000 pesetas, 144,24 euros, cifra que, aunque se aleja mucho de la actual (cerca de 7.000 euros el metro, según uno de los últimos informes de Fotocasa) entonces ya parecía toda una fortuna. Y eso que el precio del metro cuadrado estaba casi equiparado con el del salario mínimo interprofesional, nada que ver con la realidad actual: el coste del metro cuadrado quintuplica el del SMI.

«Todo es demasiado caro»

«Todo es demasiado caro, incluso el palmo de terreno», afirmaba este diario en julio de 1979 en un reportaje en el que se analizaba cómo la compra o alquiler de «apartamento-estudio, piso, bungalow, chalet, villa o casa payesa» afectaban al mercado de la vivienda, plagado de «chanchullos y abusos».

El lujo comenzaba a despuntar, impulsado por las segundas residencias, donde penínsulares y extranjeros pasaban el verano: «Lo normal en chalets asciende de cinco a 20 millones». Un chalet en Talamanca, de 750 metros con cien construidos «con living, chimenea, dos dormitorios, dos cuartos de baño, cocina, garaje y jardín» se vendía por cinco millones. Uno similar, pero en Roca Llisa, subía ya a los siete millones. Y si alguien soñaba con una casita payesa, el precio quedaba a medio camino: seis milllones.

La mansión más cara a la venta en ese momento, a finales de los años 70, en la isla (a esto también se dedicaban los plumillas de la época, como los de ahora) era una finca de 129.000 metros con 750 metros construidos por la que pedían 65 millones de pesetas (390.000 euros, lo que ahora cuesta un pisito pequeño en Ibiza). «Es lo más caro que hemos podido encontrar en la isla, y no es tanto con respecto a lo que ofrece», consideraba el periodista que firmaba esta información, José V. Serradilla.

El precio del metro cuadrado de solares y terrenos en rústico variaba una barbaridad en función de la zona. Mientras en Roca Llisa el coste del metro de un solar era de 2.000 pesetas, en «parcelas a cuatro kilómetros de Ibiza las hay a 1.000 pesetas». En cuanto al rústico, «lo más económico» que podía encontrarse era a 50 pesetas el metro cuadrado y lo más caro, 120 pesetas. Eso sí, ya advertían de que, en este caso, era imprescindible una compra mínima de 15.000 metros cuadrados para poder construir algo, «acogiéndose a la ley del suelo».

Turistas desconfiados y pagos al contado

Lo que más compraban los turistas —«comprar en Ibiza es quedar enamorado de Ibiza. Es quedarse aquí u obligarse a venir»— eran apartamentos. Quienes más compraban, los alemanes. Y el momento en el que se disparaban las ventas, septiembre y octubre «después de probar, cosa lógica». Se encontraban con un problema, eso sí, que en la isla «no entra la mentalidad de las letras y aplazamientos» y los lugareños exigían a los turistas que pagaran «al contado». De hecho, el periodista lanzaba una propuesta para visualizar cómo los foráneos se estaban haciendo con las construcciones en la isla: «Si señalizáramos con banderitas las propiedades extranjeras en un mapa de Ibiza...», dejaba caer.

Según relata Diario de Ibiza, las costumbres de los ibicencos generaban suspicacias entre los extranjeros. Sobre todo en cuanto a los alquileres se refería: «Hablar de alquileres en Ibiza al turista de hoy es mosquearle, desconfía de todo». No andaban desencaminados: «No faltan los abusos y especulaciones. Se dan casos en que han pagado y se están pagando más allá de las 100.000 pesetas por mes por un piso de dos habitaciones, salón comedor, servicio y cocina. Y amueblado». Pisos, estos, cuyo precio era de menos de la mitad, unas 45.000 pesetas.

Los alquileres de lujo en verano triplicaban esa cantidad: 150.000 pesetas por chalets junto al mar «con todas las comodidades». Eso sí, mientras los alquileres habían subido un 25%, los más exclusivos iban de capa caída: «Por dos razones: el disparate de precio y el turismo de escaso nivel económico». Ya en el verano del último año de la década de los 70 se advertía de «casas particulares» que también «saben hacer su agosto con las habitaciones». «Llegan a pedir hasta mil pesetas diarias», recalcaba el redactor.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents