Vivienda

El dueño de un piso al que acusan de okupa en Ibiza: «Me da miedo salir a por el pan»

Toni Fernández lleva angustiado desde el pasado verano por culpa de una inmobiliaria que puso su piso a la venta.

Fachada del edificio Roca Park

Fachada del edificio Roca Park / D.I.

Guillermo Sáez

Guillermo Sáez

Sant Josep

Si Gregorio Samsa despertó un día transformado en un insecto gigante, Toni Fernández lo hizo convertido en el okupa de su propia vivienda en Sant Josep por obra y gracia de un banco, una agencia de cobro y una inmobiliaria. En lo que sí coinciden Gregorio y Toni es en la vivencia de una pesadilla kafkiana.

El ibicenco no teme por un destino tan trágico como el protagonista de 'La Metamorfosis', pero sí se azora por la posibilidad de que alguien le «cruce la cara». «Me da miedo hasta salir a ir por el pan», cuenta a Diario de Ibiza. Hasta el pasado verano, este hombre de 41 años llevaba una vida normal. Ahora está diagnosticado con depresión y vive encerrado en su casa por miedo a que alguien entre en ella. Una pesadilla de la que no sabe cómo salir.

Toni es el legítimo propietario de un apartamento de 40 metros cuadrados en el edificio Roca Park de Cala de Bou, tal y como confirma el Registro de la Propiedad Número 2 de Ibiza. Sin embargo, la inmobiliaria Aliseda lo puso a la venta el pasado verano en «diez o quince» portales inmobiliarios: «La gente viene a mi casa, toca a la puerta y me dice: ‘Queremos comprar el piso, pero hemos leído que eres un okupa. ¿Por qué no te vas?’».

Esa es la modalidad más o menos amistosa de negociación. También las hay más agresivas. «Me han llegado a increpar, me han llegado a esperar debajo de casa e incluso hemos estado a punto de llegar a las manos», enumera Toni, harto de estar sufriendo «tantísimos problemas» sin haber hecho nada para merecerlo y decidido a marcharse de Ibiza en cuanto encuentre la salida al disparate que está viviendo.

Compró la vivienda en 2008 firmando una hipoteca de 156.883,86 euros con el Banco de Crédito Balear, que posteriormente fue absorbido por el Banco Popular, y este por el Banco Santander. Cinco años después, se produjo el terremoto de las cláusulas suelo y la justicia obligó a los bancos a reintegrar dinero a los clientes de sus hipotecas: «Iniciamos un litigio porque en el banco ya no solo se negaban a devolverme mi dinero, sino que tampoco querían descontármelo de las cuotas».

Arranca así la fase judicial de la historia, la que debería declinar la balanza, pero que todavía no lo ha hecho por algún motivo que Toni todavía no acierta a descifrar. En el primer asalto en los tribunales, finalizado el 11 de mayo de 2020, el Juzgado de Primera Instancia número 3 de Ibiza dio la razón al Banco Santander y dictaminó la ejecución hipotecaria.

Victoria en segunda instancia

Pero Toni no se rindió y presentó un recurso ante la Audiencia Provincial de Palma, que el 24 de marzo de 2023 le dio la razón y ordenó el sobreseimiento en sentencia firme. El motivo era que la entidad bancaria había dado por vencido el préstamo a fecha 15 de febrero de 2013, tres meses antes de que entrara en vigor la Ley 1/2013 de medidas para reforzar la protección a los deudores hipotecarios, reestructuración de deuda y alquiler social.

Desde este pronunciamiento judicial que le daba la razón, Toni vivió un periodo de tranquilidad que duró poco más de un año, hasta que empezaron a presentarse desconocidos en su casa decididos a comprarla. Acudió a la sede del Banco Santander en Sant Antoni para preguntar qué rayos estaba pasando y allí le dijeron que habían delegado el asunto en Gescobro, una empresa dedicada a cobrar las deudas de otras empresas.

El problema es que no había ninguna deuda que saldar porque la justicia había sido nítida y contundente a favor de Toni: «Decían que habían ganado el caso y que el piso era suyo. Mi abogado les mandaba la sentencia y seguían encabezonados, hasta que dejaron de contestar a los correos. Era blanco y en botella en el paseo de los lácteos, pero no les entraba». En algún momento el caso llegó a la inmobilaria Aliseda, que lo puso en venta sin atender, tampoco, a las reclamaciones de su dueño acompañadas de abundante e inequívoca documentación .

Vivir «acojonado»

A estas alturas de la película (de terror), Toni ya no sabe «si no se quieren enterar, si es un fallo o si es mala intención». «Todo lo que te puedo decir son elucubraciones y conjeturas, porque nadie nos dice nada. Incluso le han llegado a decir a mi abogado que tienen que revisar todo por la Ley de prevención del blanqueo de capitales. Si soy un muerto de hambre y estoy cobrando el ingreso mínimo vital, ¿qué capital voy a blanquear yo?», se pregunta, entre sorprendido y resignado.

«No vivo. Solo salgo los domingos para ver a mis amigos y voy acojonado de que me entren en casa o de que alguien se quiera tomar la supuesta justicia por la mano. Y como acaben por aquí unos de Desokupa, a ver qué hago contra cuatro armarios empotrados, si yo no tengo ni media hostia», conjetura, presa de la incertidumbre.

Aunque la razón le asiste, y los tribunales también, Toni no puede evitar la erosión generada por este asunto y está decidido a marcharse cuanto antes a Granada, donde vive su familia. Su idea es trabajar como electricista junto con su padre, que ejerce esta profesión, y dejar también la informática y el diseño de videojuegos, sus verdaderas pasiones, esas que no encuentra cómo desarrollar en la isla.

«Ya no quiero ver Ibiza ni en pintura», dice este ibicenco de nacimiento, mientras siguen pasando sus «días de papel, todos iguales». «Los arrugo, los tiro a la papelera y no pasa nada», acaba.

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