Semana Santa

El obispo clama por recuperar el Santo Entierro en silencio en Ibiza

Vicent Ribas reclama a los cofrades que hagan respetar la tradición local y corrijan al público que lanza vítores o aplaude los pasos

Procesión del Santo Entierro en Eivissa

Sergio G. Cañizares

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

Ibiza

Una Semana Santa tardía como la de este año se traduce en una procesión de Viernes Santo más seguida que nunca. Al menos, por una masiva cantidad de turistas, atraídos por la vistosidad de unos pasos ajena a la tradición de sus respectivos países de origen, salvo en el caso de los italianos.

De camino a Dalt Vila, llama la atención tanto ajetreo por las calles, cuando pocas semanas atrás eran un auténtico páramo. Solo son las seis de la tarde y aún quedan dos horas para el inicio del Santo Entierro, pero s’Alamera y la Marina ya empiezan a hervir de actividad. El hormigueo de visitantes no cesa y la práctica totalidad de los comercios y los establecimientos de hostelería ya están abiertos.

Tras cruzar el Portal de ses Taules, sorprende encontrarse con una familia de turistas que ya se ha acomodado bajo la arcada. Incluso han colocado una manta para sentarse cómodamente sobre el banco de piedra y gozar de uno de los lugares más demandados durante la procesión por el público: justo frente a ellos queda el arco de entrada del Patio de Armas y, a su derecha, la bajada hacia el Mercat Vell.

Se garantizan así dos perspectivas perfectas para contemplar las vistosas maniobras de los costaleros con las imágenes. Eso sí, a costa de una larga espera, ya que a esa hora apenas ha subido algún cofrade a prepararse o a ultimar los detalles de los pasos.

Frente a la iglesia de Santo Domingo, todavía se concentra solo un reducido grupo de la Cofradía del Santísimo Cristo del Cementerio, la más antigua de Ibiza (se fundó en 1890). Entre ellos, dos de los miembros más veteranos. Paco Romero, más conocido como Paco Valentín, que empezó a procesionar en 1963. Y José Luis Cardona, quien fue aún más precoz, ya que en 1970, con solo cuatro años, se animó a seguir la tradición familiar y enfundarse la túnica negra y el capirote morado que distinguen a esta agrupación. De hecho, el padre de Cardona llegó a portar el pendón de la cofradía con Paco Valentín, un honor que después compartió el propio hijo.

En primer término, uno de los nazarenos organizadores.

Imagen de la Virgen de la Piedad. / Toni Escobar.

Rompiendo barreras

La plaza de la Catedral está más que animada a las seis y cuarto de la tarde, aunque la mayoría son turistas que contemplan las vistas al puerto. Un grupo de catalanes pregunta a qué hora sale la procesión y, aunque no empieza hasta las ocho, deciden tomar posiciones junto a la escalinata del edificio de la Curia, otro balcón privilegiado.

Frente a la catedral, empieza a llegar algún cofrade, pero hay una persona que destaca sobre el resto. Se trata de Aida Morillo, que ya va enfundada con la vestimenta morada de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder.

Morillo adolece de problemas de movilidad porque nació con espina bífida, lo que la obliga a desplazarse con una moto eléctrica. Al contrario que muchos de los participantes, ella no decidió sumarse a la cofradía por tradición familiar. Hace cinco años que dio el paso «para hacer cosas nuevas», confiesa.

Para Morillo, participar en la procesión, más que un reto, supone romper barreras: «Es un poco difícil subir hasta aquí, por el empedrado y las cuestas, pero, si se quiere, se puede. Me gustaría que hubiera más gente como yo que se animara a participar».

La catedral empieza a llenarse de gente para la liturgia de la Pasión del Señor y la adoración de la cruz, la ceremonia previa al Santo Entierro. Además de los feligreses, abundan los turistas que no cesan de tomar imágenes. Dos de ellos, despistados, entran y toman sitio con la gorra puesta, por lo que una vigilante de la catedral les solicita, educada y discretamente, que se descubran la cabeza.

En su homilía, el obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas, recuerda que toca evocar el «crescendo de atrocidades, humillaciones y ultrajes infringidos a Jesús» y su posterior «crucifixión y espantosa agonía hasta morir». «Daba la impresión de que la muerte había vencido a la vida, pero no fue así». Por ello, la cruz, como «fuente de una nueva vida», se ha convertido en el símbolo de la salvación.

Aida Morillo, antes del inicio de la procesión.

Aida Morillo, antes del inicio de la procesión. / J.A.C.

«Cristo murió en la cruz, pero ahora vive para siempre. El Viernes Santo no es un día de luto, sino de serena templanza», subraya Ribas. No obstante, lanza una advertencia a todos los cofrades, incidiendo en que se trata del Santo Entierro, es decir, de un funeral.

Respetar la tradición local

«Yo he oficiado muchos funerales y jamás se me ha dado por gritar o aplaudir. Esto es una manifestación pública de fe, por eso pido recogimiento y silencio», insiste. Además, Ribas invita a los cofrades a que reclamen compostura cuando alguien rompa con la solemnidad del momento.

Sus palabras evidencian el malestar que genera una parte del público que se dedica a vitorear y aplaudir las maniobras de los pasos, violentando la tradición local de seguir la procesión austera y silenciosamente. Tanto es así que en la procesión de este año se estrena una nueva figura: los organizadores. Son una quincena de personas, ataviadas con traje de nazareno completamente negro, que acompañan a las cofradías para velar por el buen desarrollo de la ceremonia.

Poco después de las ocho de la tarde, toca empezar la procesión con el paso de Nuestro Padre Señor Cautivo, que cruza con dificultad la entrada de la catedral. Al salir a la plaza, se escuchan numerosos aplausos entre la multitud. Le seguirán las cofradías del Jesús del Gran Poder; la del Santo Cristo de la Agonía, que también porta la imagen de la Virgen de la Esperanza; Nuestra Señora de la Piedad, Nuestra Señora de los Dolores y el Santo Cristo Yacente. Como ya es tradición, la Cofradía del Santísimo Cristo del Cementerio se sumará a la comitiva desde su sede, en Santo Domingo del Convent.

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