Foro Económico y Social del Mediterráneo

El turismo debe reforzar la cohesión social, no erosionarla

La segunda mesa del Foro Mediterráneo 2025 reclama una transición socialmente justa que garantice vivienda digna, empleos de calidad e inclusión en los destinos turísticos del Mediterráneo

Mesa de expertos 'Turismo y sostenibilidad social, dentro del Foro Mediterráneo

Sergio G. Cañizares

Alberto Fraile Oliver

Ibiza volvió a situarse en el centro del debate sobre el futuro del turismo en el Mediterráneo. La segunda mesa del Foro Mediterráneo 2025, celebrada en el Club Diario de Ibiza, abordó con mirada crítica los desafíos sociales que impone el modelo turístico actual en un contexto de creciente tensión climática, demográfica y económica. El crecimiento acelerado del turismo ha dejado en evidencia carencias estructurales en vivienda, empleo, servicios y gobernanza que afectan directamente al bienestar de la ciudadanía local.

Con el foco puesto en la sostenibilidad social, la sesión reunió a representantes institucionales, expertos en vivienda, economistas, investigadores y líderes del sector privado en una conversación coral que giró en torno a una idea cada vez más compartida: sin cohesión social no hay turismo sostenible. La advertencia fue clara: podríamos estar cerca del divorcio entre residentes y visitantes, una fractura profunda que amenaza la legitimidad del modelo y la viabilidad futura del destino.

La mesa, moderada por Antoni Riera, catedrático de Economía Aplicada de la UIB y director de la Fundació Impulsa Balears, se abrió con una afirmación contundente: «La sostenibilidad social ha sido, durante demasiado tiempo, la dimensión olvidada del turismo. No basta con hacerlo más verde: hay que hacerlo más justo.»

Vivienda: entre la emergencia y la expulsión

Uno de los temas que generó mayor consenso entre los participantes fue el impacto del turismo sobre el acceso a la vivienda. Mariano Juan, vicepresidente del Consell de Ibiza, advirtió de que el modelo actual puede agravar la brecha entre población local y actividad turística. «Queremos vivir aquí, pero el sistema nos expulsa. Hay que construir, sí, pero preguntarse dónde, cómo y con qué modelo». Añadió que muchas personas ya han alcanzado un «límite psicológico» en su relación con el entorno urbano.

Eduard Clavell, abogado especializado en vivienda, calificó la situación como «caótica», señalando que los precios disparados, la expansión del alquiler vacacional y la falta de vivienda para trabajadores esenciales son síntomas de un modelo desequilibrado. «Vemos más turistas y menos vivienda. Más actividad, más empleo precario y más desigualdad.»

Guillem Colom-Montero, profesor en la Universidad de Glasgow, fue más allá del diagnóstico. Defendió la necesidad de un «New Deal turístico» que reconozca el derecho a la ciudad y frene la especulación inmobiliaria. «La vivienda no puede ser una mercancía más. Es un derecho, y como tal debe blindarse». También cuestionó quién puede considerarse residente en un entorno de alta movilidad y estancias temporales, donde se difuminan las fronteras entre quien vive y quien visita.

Desigualdad, empleo y fragmentación social

Maria Àngels Marí, economista, secretaria general de Pimeef y presidenta de la Alianza por el Agua, abordó los efectos estructurales del crecimiento turístico sin redistribución. «Durante años, el turismo ha sido motor económico. Pero ese crecimiento no se ha cohesionado con otros sectores, y el resultado es un aumento de la desigualdad».

Reclamó una mirada estratégica, capaz de integrar la sostenibilidad social como eje transversal. «No se trata de decrecer, sino de transformar la forma en que generamos y repartimos valor en el territorio». Subrayó la necesidad de vincular el turismo a sectores como la economía del conocimiento, la energía o la agricultura local, para fortalecer el tejido socioeconómico.

Por su parte, Lourdes Ripoll, vicepresidenta de Responsabilidad Corporativa de Melià Hotels International, llamó al sector empresarial a asumir una mayor responsabilidad. «No basta con mirar la cuenta de resultados. El impacto social debe formar parte del propósito de las empresas». Señaló que la sostenibilidad empieza dentro de las organizaciones, con políticas que garanticen igualdad, vivienda digna y calidad de vida para los trabajadores.

Varios ponentes coincidieron en que no es posible una transformación profunda sin una gobernanza colaborativa y estable. La planificación turística y urbana debe superar la lógica de los cambios de gobierno y consolidarse como política de Estado. Esta visión exige estructuras participativas, seguimiento técnico, mecanismos de evaluación social y una cultura de corresponsabilidad entre instituciones, empresas y ciudadanía. La sostenibilidad no puede depender del calendario electoral, sino de una brújula ética y estratégica compartida. Gobernar el turismo requiere también gobernar sus efectos, con reglas claras, liderazgo comprometido y visión de largo plazo.

Justicia frente a rentabilidad

Jose Mª Romero, arquitecto e investigador del proyecto Emergencias Crónicas y Transformación Ecosocial en Espacios Turistificados (Emcrotur), centró su intervención en la planificación territorial. Denunció que muchas infraestructuras turísticas no responden a las necesidades del residente ni contemplan su impacto social. «Detrás de cada gran proyecto hay una comunidad que se ve alterada o desplazada. Debemos pensar el territorio desde la justicia, no solo desde la rentabilidad».

José Manuel Orengo, secretario general de Baleària, propuso articular un pacto por la sostenibilidad turística que implique a todas las partes: instituciones, empresas y ciudadanía. «Este modelo no puede continuar. Necesitamos un lenguaje común, herramientas eficaces, inversión estructural y gobernanza estable. No hay tiempo para medidas aisladas ni discursos vacíos». Reclamó que el turismo forme parte de un proyecto de país, no solo de mercado.

El debate sobre el turismo regenerativo suele centrarse en el impacto sobre el medio ambiente, pero también debe tener en cuenta su efecto sobre la sociedad que lo recibe. Varios ponentes defendieron que el modelo turístico del futuro debe contribuir activamente a mejorar la vida del residente: reforzar infraestructuras públicas, promover la movilidad sostenible, apoyar la cultura local y favorecer el arraigo. No se trata solo de reducir impactos negativos, sino de crear beneficios netos en los entornos urbanos y rurales donde el turismo opera. En ese sentido, un turismo verdaderamente regenerativo debe ser también emocionalmente reparador y socialmente justo.

Dimensión emocional y percepción del residente

Una de las carencias señaladas fue la dependencia de indicadores como el número de visitantes o el gasto medio por turista. Se propuso avanzar hacia nuevos sistemas de medición del éxito turístico que incluyan variables sociales: acceso a la vivienda, equilibrio laboral, presión sobre servicios, percepción del residente, calidad de vida o bienestar emocional. Medir el turismo con indicadores puramente económicos es insuficiente para diseñar políticas sostenibles. El éxito no puede ser solo crecer más, sino vivir mejor. Solo con datos que reflejen la realidad social se podrá trazar una estrategia turística verdaderamente transformadora.

En una segunda intervención, Guillem Colom-Montero introdujo un ángulo menos explorado: el impacto emocional y psicológico que provoca el modelo turístico sobre la población residente. «Muchas personas viven con malestar, pero no tienen canales para expresarlo. Es hora de escuchar esas voces, integrarlas y darles soluciones».

Colom defendió que la transformación no será posible sin una narrativa colectiva, una visión compartida que dote de sentido el cambio de modelo. «Sin relato común, no habrá transición. Necesitamos una visión que justifique el esfuerzo y devuelva el orgullo de pertenencia».

El mensaje de cierre fue claro: el turismo debe volver a ser una herramienta de bienestar, no una amenaza. Para ello, es necesario repensar la planificación urbana, garantizar el acceso a la vivienda, redistribuir los beneficios, reforzar los servicios públicos y reconstruir la confianza social entre ciudadanía y sector.

«No basta con mitigar impactos. Hay que generar impactos positivos. Y eso solo será posible si el residente vuelve a estar en el centro del modelo», concluyó Antoni Riera.

Con esta mirada, la Mesa 2 del Foro Mediterráneo 2025 deja sobre la mesa una hoja de ruta transformadora: construir un turismo que no solo sea sostenible ambientalmente, sino también socialmente justo, inclusivo, participativo y coherente con las necesidades reales de quienes habitan y hacen posible la vida cotidiana en los territorios mediterráneos.

La encargada de cerrar la sesión fue Cristina Martín, directora de Diario de Ibiza, quien agradeció la calidad del debate y emplazó a los participantes y a la ciudadanía a seguir reflexionando en las mesas del próximo 29 de abril, donde se espera continuar y profundizar en estas problemáticas tan acuciantes para el presente y el futuro del Mediterráneo. La sostenibilidad social, concluyó, no puede quedarse en el diagnóstico: debe traducirse en acción colectiva.

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