Familia

Cuando el precio de una vivienda en Ibiza separa a una madre de su hijo

Cristina se ha tenido que mudar a Huelva porque no podía permitirse vivir sola en Ibiza tras separarse de su pareja. Tiene un hijo de cuatro años al que solo ve dos fines de semana al mes y sabe que tiene imposible aspirar a la custodia compartida mientras siga residiendo fuera de la isla

Guillermo Sáez

Guillermo Sáez

Ibiza

Cristina es natural de Huelva. En 2016 vino a Ibiza con la idea de hacer la temporada y volverse a su tierra, pero aquí se quedó. La razón, como tantas otras veces, fue un flechazo amoroso. Inició una relación sentimental con un hombre que, en enero de 2021, se convirtió en el padre de su hijo. La historia de amor se truncó el año pasado, por decisión de la pareja de Cristina, y empezó entonces otra historia muy diferente, una mucho más triste que el desorbitado precio de la vivienda en la isla ha contribuido a complicar.

Con un sueldo de 1.100 euros, Cristina enseguida comprobó que era una utopía vivir sola en Ibiza y poder mantenerse económicamente. «Alquileres no hay o están desorbitados, a precios de 1.500, 1.800 euros, y ni siquiera es para todo el año. Encima te piden seis meses por adelantado entre fianzas y mensualidades. Y las habitaciones están ya a 700 u 800 euros y solamente por una temporada, tampoco te dan todo el año. Si la situación en Ibiza no estuviera así, no habría tenido que irme, pero me vi obligada a tener que volver a Huelva con mi bebé», cuenta en su conversación con Diario de Ibiza.

Arraigo en Ibiza

El padre la denunció por secuestro, pero la denuncia no prosperó porque el origen del traslado era por necesidad. El asunto llegó entonces al Juzgado de Instrucción número 2 de Ibiza, que en julio dictaminó lo siguiente: el niño pasaría el verano en Huelva, pero a partir del 1 de septiembre, al contar con arraigo en Ibiza, su residencia quedaría definitivamente fijada en la isla. Cristina recurrió la sentencia, pero todavía está esperando al resultado de la apelación, que no tiene ni idea de cuándo llegará. Dicen que quien espera, desespera, y este caso es un buen ejemplo.

«Estoy muy preocupada porque la situación está afectando a nuestro hijo. Nadie está mirando por sus necesidades ni se ha parado a ver cómo le está afectando romper el vínculo conmigo de esta forma tan drástica. Es un cambio brusco e irrespetuoso que no considera cómo le está afectando todo esto a nivel a emocional ni las secuelas que le pueda ocasionar este alejamiento tan repentino y de esta forma de su madre, ni el destete forzado», lamenta.

La sentencia dictaminó que Cristina tiene derecho a reunirse con su hijo durante dos fines de semana al mes. En uno de ellos tiene que desplazarse a Ibiza, mientras que en el otro es el padre quien debe trasladar al niño a Huelva, pero le corresponde a la madre llevarlo de vuelta a la isla. Un rompecabezas que se complica por la difícil conexión entre Huelva e Ibiza, que pasa ineludiblemente por el aeropuerto de Sevilla.

Una pequeña odisea

En invierno, el «único vuelo factible» entre Sevilla e Ibiza sale a las 6.50 horas, por lo que Teresa tiene que levantar a su hijo a las 4 de la mañana para recorrer antes los 100 kilómetros por carretera desde Huelva. A esas horas no hay transporte público y Cristina no se puede permitir un coche, por lo que depende de la ayuda de familiares para realizar esa primera parte del viaje. Una pequeña odisea que se repite todos los meses y que puede llevar a cabo gracias al «apoyo, flexibilidad y solidaridad» de su actual lugar de trabajo, donde cobra 100 euros más que en Ibiza, una cantidad que «puede parecer una tontería», pero que es importante porque «el nivel de vida en Huelva es mucho más bajo».

«¿Cómo le afectan todos estos cambios y traslados a un menor de tan corta edad?», se pregunta su madre. «El niño no entiende esta separación que sufre de mí. No entiende por qué lo tengo que dejar con su padre y llora porque no quiere. No es lo mismo que al niño le rompan la relación de esta forma tan brusca con su madre a que tenga un contacto más frecuente», añade.

Cristina es consciente de que «con la sentencia actual, nada puede cambiar», pero que las cosas podrían ser diferentes si alquilar un piso en Ibiza no fuera misión imposible.

«En el caso de que pudiera tener una vivienda en la isla, pediría una modificación de medidas y solicitaría la custodia compartida para que tuviéramos al niño a partes iguales», apunta.

Ese escenario soñado por la madre le permitiría poner fin a todos esos viajes tan complicados. De momento, le toca esperar. Y desesperar.

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