Ibiza

Okupación en Ibiza: «Mi intención es reformar el piso y alquilarlo a un precio decente»

Vicent Riera todavía no quiere «abrir el champán» a la espera del proceso judicial

Vicent Riera, víctima de la okupación de San Antonio

Vicent Riera, víctima de la okupación de San Antonio / G.S.

Guillermo Sáez

Guillermo Sáez

Sant Antoni

Vicent Riera es una persona completamente diferente. Tres días después de avisar, medio en broma, medio en serio, de que se estaba planteando agarrar la escopeta para echar a los okupas que habían invado su piso en Sant Antoni, vuelve a la calle Bisbe Cardona con unas sonrisa de felicidad que no le cabe en el rostro.

«Todavía no vamos a abrir las botellas de champán», dice, consciente de que todavía tiene por delante un proceso judicial para recuperar el inmueble de su madre, del que es heredero universal, pero sabedor también de que su situación ha mejorado respecto a esas primeras horas de incertidumbre, ira y nervios.

Por eso, no tiene inconveniente en grabar un vídeo para la web de Diario de Ibiza que sirva para dar las gracias a su vecinos, los mismos que el viernes irrumpieron en la vivienda okupada para desalojar a los intrusos: «Después de todo, de los malos momentos que he vivido, quiero dar las gracias a la vecindad, y también a la Policía, que ha hecho lo que ha podido, pero sobre todo a la vecindad que se ha movilizado porque parece que se ha arreglado, de momento».

El propietario de la vivienda desokupada: “Era un problema mío, pero es también un problema social”

Guillermo Sáez

Riera quiere dejar claro que el problema que ha conseguido encarrilar gracias a la ayuda de sus conciudadanos no es solo suyo, sino también «social y del pueblo», ya que los okupas «cuando salen de aquí se pueden ir a otro sitio y perjudicar a otra persona».

Haciendo bueno el dicho de que el mundo es un pañuelo, la víctima se cruzó el sábado por la calle, sin consecuencias, con el okupa principal, el único que estuvo de principio a fin junto con su pareja. Los otros dos, lo que le ayudaron con el asalto al inmueble y la sustitución de la puerta, ya se habían marchado, alarmados por la repercusión social y mediática que había alcanzado el caso.

«A mí me coge con el piso recién reformado y apalabrado para alquilarlo a una persona decente y es una gran putada», añade, aunque la realidad es que el piso está inhabitable y además tiene cortados los suministros de luz, agua y gas, lo que no impidió que los okupas lo invadieran y vivieran dentro durante seis días hasta que chocaron con la furia vecinal.

Desalojo desde la distancia

Riera vivió el inédito desalojo del viernes «con muchos nervios, sin saber que podía pasar». Lo observó todo desde una prudente distancia, al final de la calle, consciente de que meterse en el ojo del huracán le podría «repercutir negativamente». «Yo no di ninguna indicación de que se hiciera lo que pasó», aclara, desmarcándose por completo de todo lo que sucedió cuando la indignación popular se desbordó y varios vecinos tiraron la puerta abajo para entrar en el piso.

«A mí me pasaron que se había convocado a una manifestación pacífica y yo acudí allí porque lo correcto como afectado era estar allí, pero me mantuve al margen de la manifestación. Me llegó la convocatoria como uno más. Sinceramente no sé ni de dónde salió, ni quién la convocó, ni nada. Simplemente me avisaron unos amigos y fuimos para allí», rememora.

Al llegar a la calle más famosa de Sant Antoni, al menos durante los últimos días, Riera se encontró con «mucha gente» que no había «visto nunca». «Muchos de ellos ni me sonaba su cara y probablemente yo sea un desconocido para ellos. Yo soy un ciudadano más de Ibiza», dice.

Reformar y alquilar

De igual modo, también quiere dejar claro que la plancha de hierro que ahora protege el piso, soldada al edificio con siete gruesos tornillos, no es responsabilidad suya, ni física ni intelectualmente. «El piso está cerrado con una plancha de hierro y ha sido el pueblo. Evidentemente le tengo que estar agradecido a quien la ha puesto, pero no tengo constancia de quién ha sido», se desmarca.

De cara al futuro del piso, Riera mantiene la misma idea que tenía antes de la okupación, es decir, reformarlo y alquilarlo «a un precio decente», explica. Sin embargo, todavía tiene que «arreglar el tema de la propiedad», ya que pertenece a su madre, que vive en una residencia.

Declaraciones Vicente Riera

Sergio G. Cañizares

De hecho, este fue el principal motivo de que Riera no denunciara la okupación al momento, sino dos días más tarde, ya que necesita recabar primero la firma de su progenitora. El viernes finalizó este trámite imprescindible para poner en marcha el proceso judicial que seguirá a las fuertes emociones de estos días.

Después de esta experiencia, lo que tiene muy claro es que, el día que llegue el momento de alquilar el piso, se asegurara de hacerlo a alguien que le garantice que vaya a «pagar y no dar problemas». «Siempre te puedes equivocar, pareja con trabajo estable, un profesor, un médico, un agente de la autoridad... Cualquier persona de estas es muy improbable que te genere un impago. Y si hay un impago, será por causas mayores como quedarse sin trabajo», elucubra.

Es decir, el futuro propietario del piso okupado ya se pone la venda antes de la herida y, en su hipotético rol de casero, se muestra dispuesto a asumir que sus inquilinos puedan sufrir reveses. Lo que no acepta es que se llame okupación a lo que le ha ocurrido a él durante esta semana que ha vivido montado en una montaña rusa emocional.

«A este hecho le llamamos okupación, y no es okupación, o sí que es okupación. No sé lo que significa la palabra okupación. Esto es vandalismo puro y duro. Okupación puede ser unas personas desahuciadas de su casa porque se lo quita el banco y que se van al edificio de al lado, que es de un banco, y se metan a vivir allí. Para mí eso puede ser okupación. Lo otro es gamberrismo puro y duro», finaliza.

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