Premis Ramon Llull
Tony Bonet: «La gente cree que el mundo de la moda es fácil, pero es una lucha constante»
Esta noche el diseñador Tony Bonet recibirá en Mallorca el Premi Ramon Llull en una ceremonia en la que se entregará la Medalla de Oro de Balears a la abogada y ex adjunta al Defensor del Pueblo, María Luisa Cava de Llano, y otro Ramon Llull a la cofradía de pescadores de Formentera

Tony Boned en su taller. / Vicent Marí

Girasoles en las manos, una costura impecable, unos patrones que parecen imposibles, unas novias que desfilan con rock duro, y con alguna calavera... Son algunas de las características que convierten las prendas de Tony Bonet en inconfundibles. El modisto ibicenco, de Sant Jordi, recibe esta noche en Mallorca el Premi Ramon Llull a su trayectoria en el mundo de la moda. Creció rodeado de telas porque en su familia cosían para algunos de los grandes diseñadores de Ibiza, como Luis Ferrer o Dora Herbst. Intentó huir de las agujas y el acerico y comenzó estudiando Diseño de Interiores en la Escola d’Arts, pero su destino estaba bordado en oro y acabó en Diseño de Moda. Un oficio, el de crear y coser, al que lleva dedicadas varias décadas de su vida (buena parte de ellas trabajando codo con codo con su hermano José, que también se dedica a la moda) y por el que recibe ahora este reconocimiento.
Desde niño entre telas, no le quedaba otra, ¿no?
Yo lo que quería era estudiar decoración. Me encanta. Era mi plan A, pero entré en la Escola d’Arts, empecé con lo de los planos y el diseño plano se me daba horroroso. Como ya había empezado a hacer algo de patrones con mi hermano, pues nos metimos a moda.
No se arrepiente, ¿no?
No, siempre te queda la espinita, pero me encanta la moda. Llevo décadas cosiendo, si te pones a mirar la mochilita ya va muy cargada.
¿En qué momento supo que la moda iba a ser su vida?
Desde el principio, cuando estudiaba mi hermano y yo éramos unos alumnos muy discretos pero al final si salía algo en prensa siempre salía algún traje nuestro. Ahí pensamos que podría haber algo importante.
¿Los profesores veían eso?
Había una, sobre todo al principio, que aunque éramos muy malos dibujando siempre nos decía que algún día nos vería en alguna pasarela importante. Luego sí, veían que había algún tipo de potencial porque así como éramos malos dibujando, éramos buenos diseñando.
Curioso.
¿Sabes lo que pasa? Que el dibujo se nos daba muy mal porque, normalmente, lo que hacíamos ahí, además de diseñar, era copiar, copiar y hacer figurines. A mi hermano y a mí se nos da muy mal copiar, somos muy buenos bocetando, pero queríamos dibujar como el resto: muñequitas súper bonitas. No sabíamos aceptar nuestra forma de dibujar. Cuando tuvimos que presentar el proyecto de fin de carrera pensamos que si hacíamos lo que hacían todos suspenderíamos porque el dibujo se nos daba regulinchi. Y desarrollamos nuestra forma de dibujo. La profesora de dibujo y el director se sorprendieron con aquellos folios repletos de garabatos, aún hoy tengo horror vacui, son hojas con mil dibujos, un montón de bocetos. Dijeron que teníamos una línea maravillosa. Eran bocetos de vestidos, no muy grandes, rápidos, pero ya se veía perfectamente cómo eran las prendas. Me preguntó: «¿Por qué no me hacías esto en clase?».
¿Por qué?
Por inseguridades. Me costaba enseñar mi verdadera forma de dibujar.
Habrá superado ya esas inseguridades...
Sí, pero nos costó. No fuimos más que a un par de concursos y quedamos los primeros de Balears y segundos nacionales. Entonces dije: «pues no somos tan alumnos fantasmas, hay algo».

Tony Bonet, trabajando en su taller / Vicent Marí
¿No ha pensado salir de Ibiza?
Sí, he tenido propuestas muy interesantes y he hecho algún curso en Londres y en París de modelaje y patronaje, así como workshops. La puerta está abierta para salir y para entrar. En Ibiza se está muy bien pero también quema un poco.
¿Aquellos primeros bocetos se parecían en algo a los de ahora?
Hemos evolucionado. Nos gusta investigar y practicar mucho y sí que hay una base, una esencia, como la mezcla de tejido y de texturas, pero con el tiempo y la experiencia vas pillando otras formas, otras influencias. Antes era más fácil, ahora tenemos muchísima información. Éramos libres. Y eso que cojo un folio en blanco, me pongo a dibujar y todo sale de la cabeza. No necesito ver tendencias, mi cabecita se pone a crear y nos quedamos con lo esencial.
¿Es complicado innovar después de tantos años?
Es complicado. Mira, el punto inicial de cada colección es la mejor prenda de la última colección. Me gusta mucho investigar y trabajando sale fluido.

Marta Torres Molina
Ahora es conocido, pero comenzó de aprendiz.
Hice las prácticas en varios talleres, también estuve en discotecas de ayudante de vestuario y luego entré a hacer una sustitución en el taller de Blanca de Orbe. Entré como patronista, soy un diseñador muy técnico, porque me gusta mucho la tecnología, el patronaje y la confección, y ella me dio la oportunidad. Ella hacía la colección de pronto moda y yo hacía más la de novias. Y empezamos a hacer colección exclusiva de novias.
¿Qué vio en las novias para quedarse?
Tengo mucha libertad de crear. El mundo de la producción se ha ido profesionalizando, antes era más encargo, y con la globalización el mercado nos ha ido tirando hacia el mundo novias.
¿Las novias se dejan aconsejar? ¿Te dejan hacer lo que quieras?
Quien viene a Tony Bonet ya sabe donde viene. Tengo un estilo muy marcado y luego tengo unos seis o siete prototipos que cada novia se puede personalizar. Nos adaptamos muchísimo a la novia, siguiendo nuestra base. A lo que nos negamos completamente es a que alguien venga con una foto para que se lo hagamos. Eso no es mi trabajo.

Vestido que cerró el desfile de Adlib hace dos años / Vicent Marí
Antes me ha dicho que copiar se le da fatal.
En Arts nos daban mucha caña en lo de diseñar y no copiar. Somos creativos. Y, además, el patronaje no sería el mismo que el de la foto, la modelo, por suerte o desgracia tampoco, ni el tejido tampoco.
Usted es el diseñador más oscuro de Adlib, con sus calaveras, su patronaje y Marilyn Manson sonando...
Tengo una personalidad y un estilo muy marcado. La esencia, la personalidad de cada uno, hay que mantenerla. Porque me digan que hoy se lleva el rosa no voy a crear una colección rosa pastel, podría hacerla, pero como no va con mi ideología, con mi imaginería, igual no funcionaría. Tengo una línea muy rompedora pero si estudias cada look verás que a las prendas se les puede dar una línea más clásica
Su prenda fetiche.
Ahora mismo me están tirando mucho las cazadoras y blusas porque tengo metido en la cabeza que tenemos que tener un fondo de armario, pero voy por épocas. Mañana te puedo decir que los leggins.
¿Ha hecho alguna novia con leggins?
Con pantalón apretadito, sí.
En sus prendas destaca el tejido confeccionado con patchwork o mosaico de muchas telas y puntillas. ¿Cuántas piezas pueden llevar?
Una de las prendas más trabajada que tenemos lleva siete telas diferentes, siete puntillas diferentes. Te pones a contar las piezas y salen 87, para una falda. Otro clásico es el patchwork de puntilla, y esas son incontables porque vamos fabricando la tela con puntillas.

Toni Bonet, en su taller / Vicent Marí
¿Se sufre mucho en el taller?
Se sufre en todos lados. La gente se piensa que el mundo de la moda es un mundo muy fácil y no. La gente solo ve postureo y pasarela y en realidad es una lucha constante porque lo que hoy está bien, mañana no vale para nada. Tenemos que saber bailar con las nuevas tendencias. Hay que tener ojo, yo no miro revistas, pero me muevo mucho por la calle.
¿La gente no es consciente de que igual están hasta las tantas de la madrugada en el taller?
La gente ve lo que quiere ver y a veces no le interesa saber el trabajo que hay. Igual hay vestidos que te llevan horas y horas y sobre todo yo, que pasa por mis manos el 95%. Hago los patrones, lo coso y hay que plancharlo. Estaría bien que la gente viese lo que hay detrás: a veces no consigues sacarlo, a veces no te gusta, no tiene tanta visibilidad como pensabas o igual tardas tres meses en hacer un vestido para una colección y pasa inadvertido y el que acaba siendo la imagen es el que has hecho en una tarde. Estamos acostumbrados.
¿Los vestidos tienen alma?
Sí.
No ha tardado ni un nanosegundo en contestar.
Soy believer, creo que hay que tener buena vibra cuando se cose un vestido de novia, hay que darle personalidad, alma. Con la novia nos implicamos al cien por cien. El mundo de la moda y la confección tiene sus supersticiones. Si tengo un mal día tengo que dejarlo porque igual se gafa y luego no hay forma de salir de ahí.
¿Las tijeras que lleva siempre colgando tienen que ver con la superstición?
Me las regaló mi amiga Lola, son como amuleto. Me gusta mucho el mundo de la simbología y son para cortar lo que haya que cortar, lo bueno y lo malo.
¿Y en los girasoles que llevan siempre sus modelos?
Los girasoles tienen un principio tierno y también por simbología. Mi logotipo es una calavera con un girasol. Empecé a sacar girasoles la primera vez que desfilé en Adlib. Si no ponías flores no se sabía que eran novias. La rosa no es mi flor romántica, no tenía ni idea de qué usar y no quería gastarme mucho dinero en flores. Un amigo de mi padre vendía girasoles en el Mercat Nou y me regaló girasoles para el desfile. Y desde entonces. Simbólicamente son luz, brillo. Y las calaveras son cambio, transformación.

Cierre del desfile de 2014, con un mensaje en contra de las prospecciones / Vicent Marí
¿Adlib ha cambiado mucho?
Ha evolucionado, ha ido profesionalizándose, cambiando, como la sociedad. Después de la pandemia parece que está tirando más al mundo artesano, pero son 54 años de historia y en 54 años tienes que ir evolucionando.
¿Tiene ya estilismo para esta noche?
Sí, voy a ir discreto, de negro, pero como la collares. Los pago yo, no como la otra. Discreto, pero a mi estilo. Mi inspiración será un árbol de Navidad ruso, o sea, que todo cabe.
El minimalismo no es lo suyo.
El minimalismo, ajustadito. Conmigo van a estar las tijeras doradas y una gran sonrisa de gratitud por concederme lo que creo yo es un reconocimiento a más de 20 años de trayectoria, de trabajo, de taller. No de postureo, de taller. El postureo no me interesa.
¿Qué supone para usted el Ramon Llull?
Satisfacción por un reconocimiento muy muy muy muy muy grande a una trayectoria que no ha sido nada fácil. Ha habido mucha lucha, muchas horas de taller, muchas lágrimas, mucha risa... y un incendio.
¿El incendio de su taller ha sido el momento más duro de su carrera?
Imagina, salir a las nueve de la noche teniéndolo todo, diez máquinas, trajes de novia, material... Y en unas horas no tener nada.

Bonet, con una modelo en brazos en 2018 / Vicent Marí
¿Pensó en tirar la toalla?
No, porque no sé hacer otra cosa, pero también tenía encargos de novia, cosas muy urgentes, y no podía dejar tiradas a mis clientas. No me quedó otra que tirar hacia adelante. Empezar de nuevo. Todo, al final, se compone, los cambios llegan para mejorar. Hemos tenido crisis, pero son una piedra más en la mochila. El incendio fue lo más feo, ¿sabes qué ha sido lo más bonito de mi carrera?
Cuénteme.
Vestir a mi madre, Pepita, de novia. Hizo la comunión de negro, a los diez años, porque un poco antes se había muerto su madre. Y también se casó de negro porque su padre murió unos meses antes. Cuando cumplió los 50 años de casada decidimos que iría de novia, aunque no era su idea. Mi hermano y yo le hicimos un vestido de novia.
No era negro, imagino.
No, era en color crema.
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