De ser propietario de un restaurante en Ibiza a una terrible cárcel de Rumanía

Condenado por tráfico de drogas, el joven siempre negó los hechos asegurando que el paquete con drogas que le llegó en realidad era para otra persona pero lo recogió él

Filippo Mosca, en Ibiza

Filippo Mosca, en Ibiza / GoFundMe

Ibiza

Filippo Mosca, un hombre 30 años y natural de la región de Sicilia, es uno de los muchos italianos que ha acabado viviendo y trabajando en Ibiza. En la isla era propietario de un conocido restaurante, pero todo se vino abajo a raíz de un viaje que hizo con su novia a Rumanía.

En mayo de 2023, junto a su novia Claudia Crimi y un par de amigos, decidió acudir al festival Sunwaves en Rumanía durante cinco días. En el mundo de la música electrónica es un evento importante y de gran reconocimiento. 

En la localidad rumana de Mamaia Nord la pareja conoció a otros italianos que también iban al festival. Una de sus nuevas conocidas le pidió a Filippo si no le importaba recibir en su hotel un paquete con unos cosméticos que no le habían cabido en la maleta, porque en el establecimiento donde ella se alojaba las entregas de correspondencia fallaban. El siciliano aceptó y ahí empezaba su pesadilla y se acababa el sueño de seguir viviendo en Ibiza.

De Ibiza a una celda rumana mugrienta y hacinado

El paquete con los presuntos cosméticos contenía en realidad 50 gramos de hachís, 50 de ketamina y otros 50 de MDMA. Pero de eso se enteró cuando llegó a su hotel y vio a la policía rumana esperándole. El destinatario del paquete explica inmediatamente que ninguno conocía su contenido, pero Filippo, su novia y otro amigo que estaba con ellos también son arrestados. Esta es, por lo menos, la versión que ha defendido siempre la pareja y las familias.

Tras varias horas de interrogatorio cuyas traducciones de lo que decía Filippo en italiano al rumano son bastante diferentes (aunque los abogados se dieron cuenta tarde), llega el juicio y al siciliano se le condena a 8 años y 3 meses de cárcel por tráfico internacional de drogas.

Unos meses después, la familia Mosca alquila una casa en Bucarest para intentar que el juez acepte el arresto domiciliario, liberándolo de la celda superpoblada y sucia, infestada de ratas e insectos, con un agujero en el suelo como baño y un colchón lleno de chinches. No lo consiguen.

Pero ahora, un año y nueve meses después de su detención en Rumanía, Filippo Mosca lleva ya unos días en una prisión de la provincia italiana de Viterbo, en la región de Lacio, donde acabará de cumplir su condena.

 "Es una noticia maravillosa, Filippo ha aterrizado en Italia, ha dejado finalmente Rumanía después de casi dos años increíbles de sufrimiento físico y psicológico, con el alma destrozada y cuyas heridas y cicatrices no sanarán jamás, porque estoy segura de que permanecerán para siempre", fue el comunicado difundido por su madre, Ornella Matraxia.

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