Historias de Ibiza: La muerte a tiros del parricida ‘Baló’ en Sant Antoni
Se cumplen cien años de uno de los crímenes más sonados de los años 20 en Ibiza

Baló murió a tiros junto a es Pouet de Sant Antoni / DI

Dos disparos, uno en el costado y otro en la cabeza, acabaron con la vida de José Boned Costa, más conocido como Baló, en la madrugada del 1 de enero de 1925, en la playa des Pouet de Sant Antoni, en una peripecia propia de película del salvaje oeste. Baló era en ese momento el criminal más buscado de Ibiza y el autor de los disparos fue Lucas Riera, miembro del Somatén, la milicia civil auspiciada por el dictador Primo de Rivera para asegurar el orden y promover las buenas costumbres.
Baló llevaba más de medio año intentando huir de la justicia escondido en cuevas y bosques, entre su pueblo de Santa Agnès y la costa de Sant Josep, y el miedo se había extendido entre la población, sobre todo en Sant Antoni, donde quien más quien menos había creído ver a Baló en caminos poco concurridos y echado a correr por si acaso.
¿Por qué se escondía Baló? Hay que volver a la tarde del 27 de mayo de 1924. Boned fue ese día a la casa familiar en Santa Agnès profiriendo gritos y amenazas contra sus familiares, que en ese momento trabajaban en el campo, se encaró con su madre, Catalina Costa, y le disparó un tiro a bocajarro en el pecho con una pistola. Salvó la vida de milagro. Su hermana Catalina salió corriendo, la alcanzó y le propinó varias puñaladas con una navaja de gran tamaño que le causaron la muerte al instante. Tras estas acciones huyó, según cuenta Diario de Ibiza en su edición del 29 de mayo.
¿Por qué este odio a sus familiares? Las desavenencias venían de lejos. Baló era conocido por su carácter pendenciero y en 1920 sus padres le comunicaron que le iban a desheredar en favor de su hermano. Pese a que el hermano le prometió la mitad de la herencia, preso de rabia le intentó apuñalar y agredió a sus padres, tras lo que escapó a Argel en un falucho.
Detenido en Argel
Baló fue detenido allí por la gendarmería francesa y entregado a la justicia española, que le condenó a 17 años de prisión por intento de parricidio. Su buena conducta hizo que solo cumpliera cuatro años en la cárcel de Santoña. Entonces volvió a Ibiza y solo dos meses después hirió a la madre y mató a la hermana. Además, mientras estuvo escondido apareció dos veces más por la casa familiar para intentar agredir a sus padres, por lo que vivían prácticamente recluidos.
Durante el más de medio año que permaneció escondido, tanto la Guardia Civil como el Somatén llevaron a cabo infructuosas batidas cada vez que alguien creía haber visto al prófugo, hasta que uno de los somatenistas, el citado Riera, supo por un vecino el lugar en el que podría encontrarse.
Riera buscó a Boned por la zona hasta que dio con su paradero y logró hablar con él, aunque en su primer encuentro Baló le puso la pistola en el pecho y le amenazó de muerte. El somatenista, de paisano, logró ganarse la confianza de Baló y le propuso ayudarle a escapar de Ibiza en una barca.
La encerrona
Tras un par de citas fallidas, Riera logró quedar con Baló en aquella fría madrugada del 1 de enero de 1925 junto a es Pouet de Sant Antoni. Riera acudió con otros dos somatenistas camuflados y Baló con un primo de Santa Agnès, que se fue tras contactar con los supuestos cómplices en la huida.
Pero Baló se dio cuenta de que aquello era una encerrona. Entonces los milicianos gritaron ‘Alto al Somatén’, Baló sacó su pistola y disparó y Lucas Riera, que había cogido una escopeta que tenía escondida, le mató de dos tiros. El primo declaró meses después en el juicio que había oído las tres detonaciones cuando ya se dirigía de vuelta a Corona.
El caso Baló fue seguido con profusión por Diario de Ibiza, que el día que informó de su muerte tuvo que lanzar una doble edición tras agotarse en los puntos de venta. Las informaciones no están firmadas y es una pena, porque el redactor o redactores hacen un trabajo de investigación excelente, incluidos momentos de puro romanticismo periodístico hoy imposibles, como una entrevista a la madre mientras se recuperaba en el hospital o la descripción que hace el reportero mientras espera junto al muerto en es Pouet a que llegue la Guardia Civil y el delegado gubernativo: “El cadáver de Baló se halla tendido en el suelo, y en posición supina. Presenta dos heridas de arma de fuego, una en el costado derecho y la otra en la cabeza (…). Inmediato a la mano izquierda se ve sobre el suelo una enorme navaja de muelles. Se supone que es el arma con que apuñaló a su hermana. Junto a la cabeza hay una cápsula de revólver. lnmediato también a la cabeza un gran charco de sangre, y a poco trecho una gorra y un mantón. Baló aparece regularmente trajeado y limpio, calzando alpargatas muy deterioradas. Va perfectamente rasurado con algo de bigote”.
Tras la muerte se detuvo al somatenista Lucas Riera y a varios familiares de Baló que le habían proporcionado supuestamente alimento y ayuda cuando estaba escondido en Santa Agnès como encubridores. El primo declaró en el juicio que nunca supo que Baló había matado a su hermana. El somatenista, por su parte, insistió en que solo había disparado una vez, algo que nunca se llegó a aclarar. Finalmente tanto el agente como el tío y los primos fueron absueltos.
Los padres de Baló rezaron junto al cadáver de su hijo antes de ser enterrado en Sant Antoni.
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