Chabolismo| Desalojo de Can Raspalls
Empieza el desalojo de los últimos chabolistas de Can Raspalls
La propiedad del solar en el que se ubica el asentamiento de chabolas de Can Raspalls ha iniciado los trabajos para retirar las infraviviendas situadas allí, después de que se lo ordenara un decreto del Ayuntamiento de Sant Josep. Las once personas que todavía malviven en el campamento tienen quince días para abandonar la parcela.

Daniela posa frente a su chabola y junto a la casita de su mascota / David Ventura

El asentamiento de chabolas de Can Raspalls tiene, ahora sí, los días contados. El pasado lunes, los once residentes que todavía permanecen en este campamento de infraviviendas recibieron una notificación del Ayuntamiento de Sant Josep en la que se les informaba de que disponían de 15 días para abandonar el asentamiento. Ayer mismo, a primera hora de la mañana, una retroexcavadora de la propiedad del solar, la empresa Tritonsa SLU, empezó a desbrozar una de las tres feixes que ocupa el asentamiento y a retirar los restos de algunas chabolas abandonadas.
«La policía vino ayer [el lunes] y me dio esto», comenta Ahmed, uno de los once inquilinos que malviven en este poblado que, en su momento álgido en pleno verano, llegó a contar con casi medio millar de habitantes. Ahmed ojea los papeles y confiesa: «Está escrito en catalán, ¿qué pone?» y me pide que se lo traduzca. «Sí, los policías nos dijeron ayer que nos teníamos que ir, pero ya nos lo habían dicho otras veces», admite. Esta vez, sin embargo, la cosa va en serio.
El decreto de Alcaldía del Ayuntamiento de Sant Josep ordena a la sociedad propietaria del solar situado entre las calles de ses Campanetes, Río Guadalquivir y la carretera de Ibiza a Sant Josep, a «restaurar la legalidad urbanística mediante la demolición» de las infraviviendas que se han levantado en este espacio, advirtiéndoles que, si no lo hacen, tanto la propiedad como los inquilinos deberán afrontar multas del 10% del valor de las obras realizadas, con un mínimo de 600 euros.

La mayoría de infraviviendas han sido abandonadas y se han derribado. / Marcelo Sastre
Sobrevivir entre basura
Este decreto recoge el informe realizado por los técnicos municipales, en el que se señala que en este solar se está cometiendo una «infracción urbanística muy grave por construcciones, instalaciones y uso del suelo no autorizados, sin título habilitante, contrarios a la normativa vigente», y que las 150 infraviviendas contabilizadas «no reúnen las condiciones mínimas de estabilidad, seguridad, condiciones higiénicas ni de habitabilidad».
A diferencia de los meses de verano, en el que el campamento de Can Raspalls es una pequeña ciudad habitada por trabajadores de temporada que, en su gran mayoría, tratan de mantener una buena vecindad y tener limpios los espacios comunes, el aspecto actual del solar es desolador y es más parecido a un vertedero que a un asentamiento humano. La mayoría de chabolas están derrumbadas, hay acumulaciones de basuras, palés, plásticos, garrafas de agua, colchones, sillas, zapatos sin dueño y bolsas de desperdicios. En este panorama, sobreviven todavía once inquilinos en una situación de exclusión social. Son los últimos de Can Raspalls.
«Los policías me conocen, ya saben que vivo aquí. Me dieron un sobre con papeles [el decreto de Alcaldía], pero ni me lo he leído y tampoco sé dónde lo he dejado», admite Daniela, una de las inquilinas del solar. Se autodefine como «callejera» y asegura que está acostumbrada a vivir en esta situación. Es usuaria de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Sant Josep, en concreto, acude a la oficina situada en Sant Jordi. «Pregunté si había un sitio en Sa Jovería para mí pero me dijeron que estaba lleno», asegura.
Durante los últimos meses ha pernoctado en Can Raspalls y está satisfecha: «Tengo dos mantas y no paso frío». Encontró en un contenedor una caseta para gatos y ha alojado ahí a su mascota, una gata que se llama Mora. Sobre su futuro, Daniela se lo toma con filosofía: «Desmontaré esta tienda y me buscaré otro sitio. Ya te he dicho que soy callejera. ¡Siempre de aquí para allá!», comenta con un buen humor absolutamente indestructible.
En busca de otro solar
Más abatidos se muestran Ahmed y Alí, dos saharauis que llevan instalados en Can Raspalls desde el pasado mes de marzo. Ahmed trabaja de cocinero en un restaurante de Platja d’en Bossa, asegura que todavía trabaja pero que no le alcanza para pagar un alquiler. Alí, en cambio, no ha logrado un empleo estable y explica que ha sobrevivido con trabajillos temporales, haciendo labores de carga y descarga y tareas de limpieza.
A diferencia de su vecina Daniela, que parece estar familiarizada con los servicios municipales de atención social, Ahmed explica que no ha tenido ningún contacto con ellos, ni tampoco muestra demasiado interés: «No sé nada del Ayuntamiento ni de albergues ni he hablado con nadie. Llevo casi un año viviendo aquí. Si fuera por mí, no me movería, el trabajo me cae cerca».

Un colchón abandonado en la parcela donde se ubica el asentamiento. / Marcelo Sastre
La perspectiva de abandonar Can Raspalls le desanima pero lo está empezando a digerir, aunque no es un plato de gusto: «No sé dónde voy a ir pero nos vamos a mover porque no tenemos más remedio. ¿A dónde vamos? Pues no sé. Buscaremos otro campo, otro terreno, y nos iremos allí. Buscaremos un sitio y allá pondremos nuestra casa». De hecho, ya ha empezado la mudanza: ha venido un amigo con un vehículo y está metiendo sus objetos personales en bolsas y cargándolas en el maletero.
Alí le escucha atentamente y comenta que a donde vaya su amigo, él irá también: «Él lleva veinte años en España y se lo conoce mejor. Yo soy nuevo en Europa, apenas llegué hace seis o siete meses de África y todavía voy un poco perdido». Afirma que tiene «algo de ropa y una bicicleta», así que su mudanza será sencilla: «La vida a veces es así», se resigna.
El principio del fin
Por su parte, el Ayuntamiento de Sant Josep se mostró ayer satisfecho de que «la propiedad del solar se haya puesto manos a la obra». Un portavoz del Consistorio explicó a Diario de Ibiza que el Consistorio «ha reclamado de todas las maneras posibles a la propiedad para que actuara».
De hecho, el pasado 7 de noviembre, un decreto de Alcaldía incoaba un expediente en el que ordenaba el «restablecimiento de la legalidad urbanística», es decir, la retirada de todas las chabolas que se han levantado en la parcela, que constituían una «infracción urbanística grave». Triconsa SLU presentó alegaciones y se excusaba, entre otros argumentos, con que había sufrido una ocupación de sus terrenos. Unas excusas que no sirvieron al Ayuntamiento, que rechazó todas las alegaciones ya que, según el informe de los técnicos municipales: «No se han hecho los trámites necesarios para evitar el asentamiento por parte de la propiedad».
Tras desestimar las alegaciones y ya con la amenaza de recibir una primera multa, la propiedad ha empezado a actuar. A las ocho y media de la mañana de ayer martes, una retroexcavadora inició las labores de desbroce de la zona, y se empezaron a retirar basura y los restos de algunas chabolas abandonadas. Unos trabajos que en su primera jornada se desarrollaron sin incidencias y que contaron con la supervisión de la Policía Local de Sant Josep.
«¿Es este el final del campamento de Can Raspalls? No lo sabemos, pero parece que puede ser el principio del fin», comentó ayer el portavoz municipal, quien expresó el deseo de que «se perimetre la parcela para evitar futuros asentamientos».
Respecto a la situación de desamparo y exclusión social en que se encuentran los últimos chabolistas de Can Raspalls, el Consistorio asegura que «el departamento de Bienestar Social prestará ayuda a todo aquel que acuda a pedirla, y que reúna las condiciones».
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