Crónica del pleno

El expresidente Córdoba I de Formentera se autoproclama ahora en el rey absoluto de la oposición

Llorenç Córdoba sitúa a Gent per Formentera y al PSOE en un gobierno masificado conjunto con Sa Unió de 16 consellers

Llorenç Córdoba, a la izquierda, toma apuntes, ayer, durante el pleno extraordinario del Consell de Formentera. | D. I.

Llorenç Córdoba, a la izquierda, toma apuntes, ayer, durante el pleno extraordinario del Consell de Formentera. | D. I.

Eugenio Rodríguez Martos

Eugenio Rodríguez Martos

Nadie podía esperar, ni el más optimista del lugar, que, cuando no ha transcurrido aún ni un mes desde que fue destronado, el expresidente Llorenç Córdoba habría asumido su nuevo papel residual en el Consell de Formentera y, mucho menos, que habría recapacitado sobre los motivos que han provocado su caída en desgracia. Más bien todo lo contrario. Ni la unión de todas las fuerzas ciclónicas de es Freus, de izquierdas o de derechas, van a acabar con su reinado ahora en la oposición, sin capacidad ya de ordeno y mando.

En el primer pleno de la institución insular tras la histórica moción de censura del pasado 27 de diciembre, Córdoba se autoproclamó como el único representante de todos aquellos que están en contra del nuevo gobierno, en minoría, de Sa Unió. Yo, Córdoba I de Formentera, «soy la oposición». Y ahí, desde la esquina de la bancada que comparte con algunos de sus excompañeros de gobierno, Córdoba dirigirá en lo que queda de mandato su nuevo reino. Raudo como el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a la hora de exhibir su poder, Córdoba tomó ayer la primera decisión de su nueva misión política: la exclusión de Gent per Formentera (GxF) y del PSOE de la oposición. Ahí está Córdoba, de nuevo solo, igual que cuando se empecinó tal Quijote en gobernar en solitario la ínsula de Formentera, ante la responsabilidad de dirigir la oposición sin la ayuda ni el auxilio de nadie.

Para Córdoba, ahora la izquierda son «los amiguetes» de Sa Unió y todos ellos gestionan «juntos la institución» en un gobierno masificado, a la espera de la entrada de Belén Palerm en sustitución del defenestrado José Manuel Alcaraz, de «16 consellers y cuatro partidos». A cambio, el nuevo gobierno ha subido en un 50% el sueldo a los portavoces de GxF y PSOE, lo cual, según el expresidente, ayuda a «entender muchas cosas».

Sin embargo, el conseller socialista Rafa Ramírez recordó a Córdoba que lo primero que hizo cuando se acomodó en el sillón de la presidencia del Consell fue «reducir los derechos y la dedicación de la oposición». «Ahora se han restituido, y le molesta porque no es un demócrata», destacó Ramírez, al tiempo que resaltó que quien critica esta cuestión es precisamente el que ha acaparado todos los sueldos y aportaciones económicas de dinero público posibles en el Consell, el Parlament balear y la Autoridad Portuaria. «Hay que tener la cara dura, hay que tener la cara dura», le reprochó al cuadrado el conseller socialista.

Profundamente herido en su orgullo, Córdoba lamentó que, en la memoria del presupuesto, se recuerde de dónde viene la institución; es decir, de una moción de censura para rescatar al Consell de una situación insostenible y en caída libre hacia el abismo. «Es vergonzoso que quieran hacer política de esto», lamentó Córdoba, que cuestionó, por enésima vez, de dónde sale ese bulo de que, como presidente, sólo le preocupaban sus «intereses personales». «Soy el único expresidente al que le cuesta llegar a final de mes. ¿Qué intereses personales tengo yo?», reiteró.

Ramírez cae en la provocación

Tanto el conseller de Hacienda, Javier Serra, como la portavoz de Gent per Formentera, Alejandra Ferrer, optaron por taparse los oídos y no hacer caso a las miserias del expresidente. En cambio, el conseller socialista reconoció que Córdoba le tiene tomada la medida y que, pese a sus esfuerzos, no puede evitar caer en cada una de sus provocaciones. «Conseguirá que su fama se siga extendiendo estos dos años», dijo Ramírez mientras lamentaba que, una vez más, en el humilde, también económicamente, nuevo reinado del expresidente, el debate también gire, como siempre, en torno a su figura. «Señor Córdoba ha perdido la guerra, es historia. Como conseller no adscrito dedíquese a defender a los ciudadanos. Usted quiere que el debate sea sobre el pobre señor Córdoba que no llega a final de mes ni recibe los correos electrónicos», lamentó.

Precisamente, Córdoba arremetió al principio de todo contra el equipo de gobierno por sentirse víctima de «un bloqueo» tras enterarse de la convocatoria del pleno por la llamada de un periodista. Así, Córdoba lamentó que le hubieran intentado convocar a través de un mail de una empresa privada con la cual no tiene ninguna vinculación y del corporativo que le fue anulado. El conseller de Hacienda, Javier Serra, aguantó el chaparrón de críticas de su excompañero, pero no esta. «La notificación la tenía seguro porque se hace a través del sistema electrónico del Estado como se ha hecho siempre. Otra cosa es que la documentación se le remitiera en un correo equivocado», puntualizó Serra para tratar de atajar la verborrea de Córdoba.

El nuevo presidente, Óscar Portas, con una aún evidente inexperiencia, tampoco tuvo mucha fortuna al tratar de cortar a Córdoba en el momento en que este se explayaba sobre la complicidad del gobierno con los chiringuitos de playa al permitir, en contra de lo previsto en el pliego de condiciones, que este año no se desmonten. «Yo soy la oposición y tengo que decirlo. He esperado unos días, pero GxF y PSOE no han dicho nada. Como están en el mismo equipo de gobierno es normal que no digan nada porque, si no, se tirarían piedras sobre sí mismos...», recalcó.

Primer encontronazo entre Córdoba y el presidente Portas

Fue justo entonces cuando Portas le advirtió de que si no tenía nada más que añadir sobre el presupuesto, le retiraría la palabra, lo cual encendió aún más al expresidente. «¿O tengo un límite de tiempo?», cuestionó con sorpresa el erigido nuevo rey de la oposición, que agregó: «Me parece muy injusto. Recuerda, Ramírez, cuando decía usted que esto era una dictadura porque no se le podía decir de qué podía o no hablar», recordó Córdoba entre risas, para añadir acto seguido: «¿Tampoco dirá nada? Vamos, hombre». Y pese a la estéril advertencia del nuevo presidente, el ex siguió a lo suyo: «Yo hablaré de lo que tenga que hablar... si no, me eche». Para poner un poco más de leña al fuego, acusó, además, al equipo de gobierno de «mentir» al informar de que la oferta de empleo público se había acordado con los sindicatos. «Por eso no son creíbles estos presupuestos», dijo.

Para acabar, Córdoba destapó la caja de los truenos visiblemente molesto por el hecho de que Ramírez osara decir anteriormente que, bajo su presidencia, el Consell había vivido la etapa «más negra de su historia». «Entiendo que está muy nervioso por estar en el foco de la investigación de la Guardia Civil… Un mérito de la izquierda es que ha sabido esconder sus magarrufes… estoy seguro que ha sido así y que habrá épocas más negras», subrayó Córdoba para dictar sentencia por adelantado en el estreno de su nuevo reinado, también en contra de todo el mundo.

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