Sequía. Una nueva estrategia
Los agricultores de Ibiza vuelven a sembrar cereales y forraje, pero con cautela
Tras un 2024 sin cosecha debido a la extrema sequía, las lluvias animan a su cultivo, aunque en menor cantidad que otros años por miedo a perder la semilla

Los agricultores de Ibiza vuelven a sembrar cereal y forraje / J.A. Riera
‘Ni una gota de agua, ni un grano’, titulaba hace justo un año este periódico. Avanzaba lo que estaba por venir, la peor cosecha de cereales que se conoce como consecuencia de la extrema sequía. Quienes sembraron trigo, cebada o forraje, lo perdieron todo. Muchos, que lo vieron venir, guardaron la semilla. Doce meses después, el panorama ha cambiado sustancialmente. Las lluvias del otoño y de este comienzo del invierno han animado a muchos payeses a cultivar cereales y forraje, aunque con cautela.
«Este año, los agricultores nos hemos atrevido a sembrar cereal», apunta Pep Colomar, presidente de la Cooperativa de Santa Eulària: «Creemos que prosperará, pues el cereal no necesita demasiada agua. Lo que se sembró más temprano está bonito, digno de ver. Pero para que crezca será necesaria más lluvia aún, si no, lo pasará mal y no madurará adecuadamente». Confía en que, vuelta cierta normalidad meteorológica, la lluvia vuelva a regar los cultivos: «Las mejores lluvias, las de finales de marzo y abril, que van de maravilla a los cereales». Empezaron a sembrar en noviembre y en diciembre: «Las forrajeras se recogerán allá por mayo, a principios de mes. Y el grano, por San Juan, en junio».
De un 50% a un 70%
Eso sí, hay tanto temor que «no se ha cultivado todo lo deseado por miedo» a que no vuelva a caer ni gota y se pierda la cosecha y la semilla: «Respecto a un año normal, se ha sembrado en torno a un 50% menos», calcula.
Javier Ribas, que además de sanitario es agricultor y ganadero, tenía ayer a un operario sembrando, si bien tuvo que parar en cuanto empezó a llover y el terreno se embarró. En su caso no cultivará toda la tierra que tiene, unas 15 hectáreas en Santa Eulària: «Me contendré, sembraré en torno al 60 o 70%». Le puede el temor a que se repita lo sucedido en 2024, cuando acumuló 26.000 euros de pérdidas: «Ese fue el dinero que me costó la campaña de siembra: la semilla, el gasóil, los insumos… Y tuve que comprar forraje fuera. Vamos ya por 8.000 euros invertidos en la adquisición de forraje y grano en el exterior de la isla», más caro que el local y con el que alimenta a 20 ovejas.

Campo de cereales en el Camí Vell de Sant Mateu. / J.M.L.R.
«De perdidos, al río»
Más decidida ha sido Fina Prats, copropietaria de Ses Cabretes (Sant Antoni), que ha sembrado toda la extensión que tienen en la finca, unas seis hectáreas: «De perdidos, al río», dice. Expone sus dudas, pero también que no se deja amilanar: «Aún es pronto para Asegurar nada. Ahora llueve y pinta bien. Hemos sembrado un poco más tarde y ha nacido. La cuestión es que no pare de llover. Lo de ahora sólo asegura que nazca», advierte.
En 2024, en Ses Cabretes «ni se segó, no había nada para cortar». En 2022, sembró únicamente un trozo y sólo recolectó «siete balas redondas grandes», cuando en 2021 recogió 50: «A ver este año. Veremos los resultados en mayo, cuando cortaremos, secaremos y empaquetaremos el forraje. Pero aun si prospera, tendremos que comprar más. Esperemos que esta vez sea dentro de la isla, como habíamos hecho hasta el año pasado. Con lo que cultivamos nos da para un 60% de lo que consumimos». Comprar fuera no sólo es más caro, es un engorro: «También es más difícil de traer, cosas de la doble insularidad. El transporte es una odisea». En su finca llegó a descargar dos trailers de forraje.
«Estamos bastante mejor que hace un año. Las lluvias nos han permitido sembrar y que el cereal arraigue. El campo, en general, está mucho más verde. ¡Hay hierba!, que ya es algo. Incluso han dejado de morir los pinos», indica Toni Tur, presidente de la Cooperativa de Sant Antoni. Pero por «miedo no se siembra al 100%; el año pasado los agricultores salieron escaldados. Este, o no han sembrando, o han sembrado menos o lo hacen según viene el tiempo. Aún queda el mes de enero para sembrar. Hay esperanza».

Reorientan la producción hacia la patata para esquivar la falta de agua
Cautelosos y recelosos ante una meteorología (y un clima) cambiante, los payeses han modificado este año su estrategia, señala Josep Lluís Joan, técnico de Promoción de la Calidad Agroalimentaria del Consell y doctor en Ingeniería Agrónoma por la Universidad de Lleida: «Se ha sembrado, y con ganas, esperemos que siga la lluvia. En noviembre, diciembre y principios de enero se dieron las condiciones para sembrar cereales. Eso sí, la gente ya está escaldada tras lo ocurrido el año pasado, no se fía y siembra con precaución». Tanta que para 2025 han apostado por un cultivo muy concreto para no depender tanto del agua: «Los pozos están flojos y los payeses no saben con qué cantidad de agua pueden contar en verano. Por eso, están orientando la producción hacia la patata, que es un cultivo más temprano, pues termina su ciclo antes del estío. Así, si llueve un poco en primavera, ahorran riegos. Da más seguridad cultivar patata en esta situación». Es la nueva táctica ante el temido verano, ante los meses más crudos de la canícula, «en los que no se sabe en qué estado se encontrarán los pozos, pues a esas alturas del año los acuíferos habrán bajado aún más». Y ya están muy, muy bajos. «Reorientan -añade- los cultivos, se adaptan a las circunstancias. Apuestan por productos que pueden esquivar los meses más secos».
Lo confirma Toni Tur, presidente de la Cooperativa de Sant Antoni: «Es un cultivo que empieza ahora y que se cosecha en junio, de manera que se evita la época central del verano, la más seca y exigente. Luego se hace una segunda cosecha, para el periodo de agosto a diciembre, que es la patata nueva, la que ahora se comercializa». Habrá más patata, pero menos de otros productos: «En lugar de dedicarse a otros cultivos, como melón, sandía, calabaza o tomate, que son más intensivos en pleno verano, han sembrado un poco más de patata», señala, «un clásico de la cocina ibicenca y con muy buen mercado y precio para ser comercializada», sostiene.
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