Gastronomía
Las cocineras ‘top’ de Ibiza se coronan con el ‘risotto’ y la torrija
Las cinco personas finalistas del concurso Top Cuiner, ideado para niños y adolescentes, son chicas
Sus referentes en este arte son sus familiares
En la prueba final se enfrentan a la preparación de la versión más ibicenca de un ‘risotto’ y de una torrija, siendo Julia Romero, Ana María Todua y Marta Giménez las tres ganadoras
Faltan pocos minutos para las nueve de la mañana y comienzan a llegar al restaurante CBbC Marina Santa Eulalia las cinco finalistas (todas son chicas) de la quinta edición del concurso Top Cuiner, pensado para jóvenes de entre nueve y quince años de edad que ya apuntan maneras en el mundo de la cocina. Son Marta Giménez Marí, Itziar Rebenga, Ana María Todua Chankseliani, Nuria Pérez y Julia Romero Toral. Tenían la opción de cocinar solas o con algún ayudante/asesor, habiendo finalmente tres de estos.
Alguna de las finalistas ha crecido en una familia de cocineros profesionales, mientras que otras participantes han desarrollado esta pasión únicamente observando la labor amateur de madres, padres y abuelas. Este domingo [por ayer] llegan a la tercera y última jornada sin saber qué platos tendrán que elaborar ni en cuánto tiempo.
Finalmente, la tarea consiste en preparar un risotto (con gamba roja, crema de parmesano y sobrasada ibicenca) y una torrija bañada en hierbas ibicencas como postre con una receta que los tres chefs que forman parte del jurado se encargan de explicar detalladamente a las concursantes antes de activar una cuenta atrás de 50 minutos. Las cinco observan y escuchan muy atentas todos los pasos que les explican, antes de tener que replicarlos, los tres cocineros (y miembros del jurado) Sergio Paolucci, Martino Carillo y Roberto Santodomingo. «Al principio estás nerviosa, pero cuando entras en la cocina ya se te quita todo», señala Marta, que es la primera en llegar y participa en este certamen por tercera vez. El año pasado ya se subió al podio, alcanzando la tercera plaza, volviendo a cosechar este logro en el día de ayer. Todavía es muy pronto para saber a qué quieren dedicarse en el futuro. Para esta muchacha de 15 años cocinar es, ante todo, un hobby. «Desde muy pequeña he hecho cosas en casa. Cocinar me desestresa», apunta. De hecho, el estrés del día a día de un adulto, con sus cargas laborales y personales, seguramente impide disfrutar como tocaría del proceso de cocinar. Estas concursantes, en cambio, coinciden en destacar que para ellas cocinar es un momento de desconexión. Una vía de escape. «Hay días en los que si nuestra hija está de exámenes, agobiada haciendo una u otra cosa, nos dice: hoy cocino yo. Nos pregunta qué nos apetece. Ahora tiene 15 años, pero esto lo hace desde hace mucho tiempo», relatan sus padres, Paquita y Pedro.
Para Julia este es su año de debut en el certamen. Tiene 11 años. «Se me da bien la cocina y me he animado. Comencé a cocinar hacia los nueve años y me gusta preparar todo tipo de platos (...) En mi familia hay cocineros. Mis tíos lo son», explica poco antes de comenzar, sin saber que se llevará el primer premio, un ordenador (seguida de Ana María en la segunda plaza, con unos cascos de música y un iPad, y de Marta, con una tablet, en la tercera). Julia confesaba, en ese momento, que sentía nervios, pero siempre se dice que, bien gestionados, pueden jugar a favor de uno mismo.
Las finalistas solo traen los cuchillos que les entregaron el primer día. Todo lo demás ya lo aporta el restaurante y el concurso, incluidos los ingredientes, con las cantidades que tocan. Es la tercera edición para Itziar, de 14 años. «Desde chiquitita ha estado pegada a mí o a mi madre mientras cocinábamos», recuerda Alicia Vela, madre de la concursante, quien comenzó a preparar elaboraciones «a los siete u ocho años», en palabras de Itziar. El hecho de que muchas repitan en este evento hace que cada año el nivel suba, explica Martino Carillo: «Las personas inscritas intentan superarse en cada edición. Las expectativas del jurado son altas».
Criterios a evaluar
Los criterios que evalúan son «la fase de ejecución del plato, la limpieza y organización, la presentación y el sabor», añade. «El talento que tienen es una pasada. Demuestran un nivel que de primeras no te esperarías», añade Sergio Paolucci. También se sientan en la mesa del jurado el vicepresidente del Consell Mariano Juan y el teniente de alcalde de Santa Eulària Toni Ramón. También acude al evento la alcaldesa Carmen Ferrer. «Este concurso es divertido y dispierta la inquietud de los más pequeños. Da gusto verles cocinar», valora, por su parte, Aitor Pérez, coorganizador de Top Cuiner junto con Marga Pérez.
En esta edición se inscribieron 29 jóvenes, pero algunos fallaron —principalmente por haber enfermado—, por lo que en realidad ha habido alrededor de una veintena de concursantes. Antes de comenzar a cocinar este domingo han tenido unos 50 minutos para tratar de pescar algo en el puerto y, en función del número de capturas, ganar más o menos puntos en la valoración final del jurado o, en el caso de la mejor pescadora, ganar 10 minutos extras para preparar el risotto y la torrija, aunque finalmente no hubo suerte en esta primera fase, un juego simbólico ideado más que nada para romper el hielo antes de ir al tajo.
Para Ana María también es la tercera ocasión en Top Cuiner y de hecho esta no era su primera vez en la final. Su abuela le contó que cuando tenía dos años ya ayudó en algo en la cocina y comenzó a estar por ahí en medio. «Mi abuela es muy buena cocinera», señala esta concursante, de 12 años. De la misma edad es Nuria, que el año pasado ya se presentó y quedó en segundo puesto. Sin embargo, más que ganar, su intención es «pasárselo bien». «Siempre ha estado por la cocina. Solemos cocinar en casa, nos gusta, así que ella siempre lo ha visto. A los 10 u 11 años ya comenzaba a cocinar sola. A ella le da igual ganar o no, se lo pasa bien en la cocina», explican los padres, Nuria Vallejo y Vicente Pérez. «En mi familia hay bastantes cocineros, como mi padre y mi tío», explica Nuria. «Cada año los concursantes se involucran más y es más difícil evaluar», concluye Roberto Santodomingo.
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