25 años de eivissa patrimonio de la humanidad | La necrópolis de Puig d’en Molins
La evolución de Puig des Molins: de campo de juegos para niños a Patrimonio de la Humanidad de Ibiza
De todos los elementos Patrimonio de la Humanidad, el que ha dado un mayor salto en positivo en las últimas décadas es la necrópolis de Puig des Molins. Aquella sucia colina situada junto al centro de la ciudad, es ahora un espacio digno.
‘La necrópolis fenicio púnica mejor conservada del Mediterráneo’. Esta frase se repite como un latiguillo cuando se quiere presumir de la necrópolis de Puig des Molins. No obstante, en su fuero interno, muchos ibicencos repiten esta frase sin demasiada convicción porque, ¿cómo va a serlo un espacio en el que los niños jugaban al escondite, se hacía motocross, donde estaba el parque de artillería, que fue sistemáticamente saqueado y que ha sido urbanizado parcialmente? Pues, pese todo lo que ha sufrido, Puig des Molins lo es.
«Efectivamente, es la necrópolis mejor conservada del Mediterráneo y un auténtico tesoro que tenemos todos los ibicencos», explica Jordi Fernández, que durante cuatro décadas fue el director del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera (MAEF): «La gran suerte que tuvimos fue que Puig des Molins se declarase monumento histórico artístico en 1931 y que después lográsemos que se delimitara el yacimiento, lo que hace que a día de hoy tengamos conservadas cinco hectáreas».
La vida de Jordi Fernández está íntimamente ligada a Puig des Molins y al MAEF desde que en 1974 entrara a trabajar como interino. Sin embargo, como niño que se crió cerca de esta colina, Puig des Molins forma parte íntima de su memoria: «Recuerdo que era un lugar de juegos para los niños. Los críos corríamos por las tumbas de las necrópolis con la inconsciencia típica de esa edad».
Fernández recuerda el «horrible» estado de conservación del yacimiento en los años setenta del siglo pasado: «La necrópolis era un basurero. La gente del barrio tiraba por allá sus desechos. Como era un espacio abierto, se tiraban restos de obra, trastos, las cosas que sobraban de casa, de todo. El espacio estaba abierto, no estaba delimitado, y claro, eso era terrible, encontrabas de todo».
La declaración como Patrimonio de la Humanidad fue la culminación de un proceso para dignificar este espacio, pero fue un trabajo silencioso y constante que se prolongó durante dos décadas. Un proceso que Fernández vivió en primera persona y que requirió la colaboración de diversas instituciones.
Un largo camino
«Primero logramos una subvención del Ayuntamiento de Ibiza en la época en que era alcalde Joan Prats Bonet [1979-1983] y del Ministerio de Cultura, de un millón de pesetas cada una, y que nos sirvió para cerrar una parte de la necrópolis, excepto la parte militar y la parte privada. Luego pedimos que se adquirieran los 18.000 metros cuadrados que estaban en manos privadas. Me entrevisté con los propietarios y después de un largo tira y afloja sobre cómo hacerlo, logramos un acuerdo para adquirir toda la finca, incluida la casa des Porxet, por 30 millones de pesetas, a pagar en tres plazos».
El proceso culminó en el año 1991 cuando, tras un convenio firmado entre los ministerios de Defensa y de Cultura, se pudieron agrupar las cinco hectáreas de terreno de la necrópolis. «Y a partir de aquí, más trabajo: limpiar, quitar tierras, vaciar hipogeos, habilitarlos para su visita...», relata Fernández, quien recuerda que el yacimiento incluye también zonas que han sido urbanizadas: «Hay dos sectores, la zona consolidada y protegida que está cerrada, y luego el área que lo rodea hasta la avenida de Espanya y las calles de Joan Xicó, Luci Oculaci y Arxiduc Lluís Salvador. Cualquier obra que suponga un movimiento de tierras en esta zona debe comportar una excavación arqueológica previa».
La necrópolis se fundó en el siglo VII a.C. y durante estos casi tres milenios de historia, este pedazo de terreno ha vivido todo tipo de visicitudes. En un espacio de cinco hectáreas está encerrado todo un universo. Los hipogeos situados en la parte baja del yacimiento, conocidos como ‘de la mula’, se descubrieron accidentalmente en el año 1946, después de que una mula cayera dentro de uno de estos pozos. El espacio ha sido profundamente antropizado -ha tenido presencia humana constante- y durante siglos los payeses aprovecharon los huecos de los hipogeos para plantar olivar. No obstante, lo que más afectó a Puig des Molins fueron las primeras prospecciones arqueológicas a comienzos del siglo XX, unas investigaciones que tenían un afán científico, pero también de lucro, y que comportaron el saqueo de gran parte del yacimiento. Afortunadamente —es un mal menor— la mayoría de lo que se fue de la isla ha terminado en manos de museos y ha podido ser catalogado y conservado. Pese a todo, esta colina sigue deparando sorpresas.
Tesoros inesperados
«En el año 2005, cuando se hizo la obra del edificio del Museo, se intervino en el subsuelo y en la excavación encontramos los restos de 25 individuos, y todo eso estaba solo en el espacio de un despacho, el hueco de la escalera y el cuarto de baño», explica la arqueóloga Ana Mezquida, quien recuerda también que cuando en el año 2020 se hizo una pequeña intervención en la pasarela para la visita turística, hubo otro descubrimiento: «Apareció un entierro infantil en ánfora. La necrópolis todavía puede darnos muchas sorpresas. Hay una planimetría donde aparecen unos 400 pozos de hipogeos, pero hay muchísimos más, es imposible saber todo lo que hay».
Los hipogeos —las cámaras subterráneas donde se inhumaban los cuerpos—, son los elementos más espectaculares de la necrópolis, pero hay muchísimos más entierros, ya que también se encontraron cremaciones, inhumaciones en fosa y en ánfora. Tampoco hay que excavar demasiado, a veces, un pequeño movimiento de tierra ya supone una sorpresa: «Te aparecen restos de cremaciones solo a 40 centímetros de profundidad».
Las últimas grandes excavaciones se realizaron entre los años 2000 y 2006 -en gran parte patrocinadas por Diario de Ibiza-, que propiciaron la instalación de una pasarela de madera que parte de un lateral del edificio del museo, dibuja una C y permite realizar la visita turística. En el año 2010 se vaciaron dos pozos de hipogeos con la finalidad de que los visitantes entendieran el ritual funerario fenicio-púnico. También en esos años se limpiaron los restos de una alquería islámica. Ahora, el proyecto es prolongar la pasarela varios metros hasta rodear por completo el espacio de la colina media y museizar nuevos hipogeos.
Proyectos de futuro
«Queremos ampliar la excavación de la zona de cámaras y hacer un circuito circular para que se puedan visitar dos hipogeos más. Puig des Molins tiene mucho que enseñar al público», explica la actual directora del MAEF, Hortensia Blanco.
El tema más importante, que es el de la financiación, ya está cubierto, ya que la intervención se acometerá con fondos procedentes del Impuesto de Turismo Sostenible. A partir de ahora, toca realizar el ingente trabajo del papeleo administrativo: «Entre los permisos, la redacción del proyecto y las licitaciones, estaremos ocupados durante medio año. La previsión es que en el segundo semestre de 2025 ya se debe haber licitado algo». Será un proceso lento, porque la construcción de la pasarela irá en paralelo a la excavación arqueológica y ya se sabe que esta zona es una caja de sorpresas impredecible.
La directora del MAEF es optimista respecto al futuro de Puig des Molins. No solo por la protección que le garantiza el paraguas de la Unesco, sino también porque la necrópolis ha empezado a calar en los corazones de los ibicencos: «Hemos potenciado mucho la parte didáctica, hacemos talleres de verano infantiles, visitas escolares. Estamos sembrando porque estos niños serán los adultos del futuro que tomarán las decisiones respecto al patrimonio. Tenemos ya antiguos alumnos de los talleres de verano que han seguido los estudios de Historia y Arqueología y que ahora están estudiando materiales nuestros. Ellos son nuestra garantía de futuro».
Tres eslabones, futuro, presente y pasado, que están conectados. Un trabajo continuo que ha valido la pena, como asegura Jordi Fernández con orgullo: «Piensa en cómo estaba esto antes. Yo me quedo con la satisfacción personal de todo lo que se ha hecho. Ahora, Puig des Molins es un bien Patrimonio de la Humanidad».
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