Crisis política en Formentera | La crónica
Consell de Formentera: entre la esperanza agridulce y la resaca histórica
Numeroso público asistió a la sesión plenaria del Consell de Formentera donde se presentó la moción de censura que desposeyó a Llorenç Córdoba de su cargo de presidente y nombró a Óscar Portas su sustituto. La jornada resultó algo mustia por el frío y un ambiente marcado por el alivio pero también la tristeza.
La palabra ‘esperanza’ se escuchó varias veces ayer en la sala de plenos del Centro de Día y en sus alrededores antes, durante y después de un acto institucional, la moción de censura, que consiste básicamente en una ceremonia muy poco refinada para decirle a una persona que ahí está la puerta y que cierre al salir.
Claro que, cuando esa persona es Llorenç Córdoba y su enorme amor propio, la cosa no es tan sencilla. De hecho, ya avisó durante su discurso previo a la votación de la moción que continuará «trabajando desde la oposición en el Consell y como diputado para seguir defendiendo los intereses de Formentera con la misma pasión» con la que lo había hecho hasta ahora.
A una servidora se le erizaron los pelos del cogote ante tamaña amenaza, tanto por el frío reinante como por la perspectiva de la pasión desatada de Córdoba «ayudando» a Formentera desde la oposición.
Sonrisas y alivio
Pero empecemos por el principio. La mañana de esta jornada histórica se levantó fresquita y políticos, periodistas, familiares y público en general empezaron a congregarse a las puertas de la sala antes de que comenzara el acto, previsto para las 12 del mediodía.
Mucha sonrisa y sensación de alivio en las caras y en las conversaciones de los presentes, que formaban corrillos mixtos sin tener en cuenta desavenencias políticas ni programas electorales. Las broncas y los pseudo insultos los dejan para los plenos ordinarios, que hay que dar espectáculo a la plebe y no llega el presupuesto para leones y gladiadores.
El caso es que también se notaba cierta tristeza, algo entendible porque, al fin y al cabo, se supone que la mayoría de la población no tiene rasgos psicopáticos y está muy feo alegrarse de las desgracias ajenas. Echar a una persona de su puesto de trabajo en público y retransmitido en directo por las teles y las radios, no es agradable.
Esa debe ser la razón por la cual ningún algo cargo del Partido Popular se dejó caer por Formentera ayer, para no llevarse el disgusto, porque a la investidura de Córdoba bien que vino la presidenta del Govern balear, Marga Prohens. También es verdad que entonces hubo canapés y empanada y ayer, ni unas tristes gominolas.
LLega el último
Como las novias en el día de su boda, el ex presidente y ahora conseller no adscrito ni a los partidos en el gobierno ni a los de la oposición, llegó el último a la cita, cuando ya estaba todo el mundo en sus puestos. Maniobra que le salió de lujo para saber dónde sentarse, porque, como en el juego de las sillas musicales, solo quedaba un sillón libre: el que ocupaba antes Hugo Martínez, muy cerca de la puerta. Aún así, Córdoba se acercó a la mesa presidencial para, quizás, preguntar humildemente dónde debía situarse.
A su lado, la consellera de Sa Unió, Eva Nieto, hizo todo lo humanamente posible para ignorarle durante la hora y pico que duró el acto, como cuando en el colegio te sientan junto a un niño que cae mal a todos y no quieres que te vean confraternizar con él, no sea que te cojan manía a ti también.
Así que el ambiente estaba agridulce, como la salsa de los rollitos de primavera, y cada vez más frío, como los discursos de los portavoces de los grupos políticos, que pusieron a Córdoba, una vez más, a caer de un burro.
El primero en intervenir tras el saludo de bienvenida del presidente de la mesa de edad, Josep Marí, y ante una sala a rebosar de observadores entre los que se encontraban el ex presidente Jaume Ferrer, el ex alcalde Isidor Torres, el presidente de la Pimef, Pep Mayans, y miembros de asociaciones locales, fue el secretario general, Ángel Custodio Navarro, quien fiel a su autoimpuesta misión en el mundo, intentó hacernos un poco menos burros explicando un montón de artículos y leyes en las que se basa la moción de censura.
No tuvo mucho éxito su intervención, porque casi todos los presentes querían que el trámite pasara pronto para dejar atrás un año de sinsabores y sustos institucionales un día sí, un día también.
Después habló el aspirante, un comedido Óscar Portas que todavía debe estar digiriendo la que se le viene encima. Luego el saliente, Llorenç Córdoba, que se puso tan sentimental con su amor no correspondido por Formentera que se le olvidó culpar a todos los demás de su desgracia. Continuaron los portavoces de PSIB-PSOE y GxF, empeñados en sacar el tema del puerto hasta cuando no viene a cuento y terminó el turno de los discursos con Javi Serra, de Sa Unió, cuya admiración por José Manuel Alcaraz empieza a ser enfermiza.
Entonces tocó votar, en mi opinión, el momento más desagradable del día, no por el resultado ya conocido, sino porque, al ser llamados los conselleres según su año de nacimiento, todo el mundo se enteró de que Hugo Martínez es muy joven y Rafa Ramírez, no tanto
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