Comercios
Los tradicionales negocios de la Marina que se resisten a cerrar
El histórico barrio no deja de perder algunos de los negocios más emblemáticos de la ciudad, pero unos pocos aguantan durante todo el año

Comercios antiguos en La Marina de Ibiza / Vicent Marí

Aunque no reabran para el público hasta marzo o principios de abril, en Calzados Ferrer no dejan de trabajar por estas fechas. Mariano Ferrer aprovecha el parón invernal para acometer las obras de mantenimiento y asegurar la continuidad del negocio que fundó su abuelo 80 años atrás. En un barrio abocado a la gentrificación, Ferrer es consciente de que forma parte de una las últimas sagas tradicionales de la Marina. ¿Se sienten como los irreductibles galos de la aldea de Astérix? «Sin ninguna duda», sentencia. Sin embargo, se muestra pesimista sobre el futuro de estos pocos locales que mantienen la esencia del lugar: «Estamos condenados a desaparecer todos. No nos doy más de diez años a las tiendas de toda la vida que quedamos».
El pesimismo de Ferrer se confirma con el nuevo mazazo para la idiosincrasia del barrio generado por el cierre del histórico Bar San Juan. Aunque, si todo va bien, será un clausura temporal, ya que la intención de sus propietarios es que el negocio continúe con una nueva dirección, siempre y cuando quede al frente de alguien comprometido a mantener íntegramente sus características. Así lo han acordado Carlos Marí y su madrina, Maruja.
«Evidentemente, no podemos meternos en la carta que ofrezcan o si quieren poner manteles en las mesas o un pequeño arreglo, pero nos queremos asegurar de que se va mantener tanto el nombre, todo el mobiliario y el local tal y como está», sentencia Marí.
La historia
Los abuelos de Marí dejaron el bar que regentaban en Santa Eulària para adquirir el San Juan, en manos de los hermanos Guasch, en 1948. Previamente, el negocio perteneció a Pep Tanca, pero su fundador, en 1870, fue Joan Torres, de Cas Andreus de Sant Joan (de ahí el nombre de la fonda).

Davis y Elena, de Joyería Pomar. / Vicent Marí
Torres levantó el edificio de tres plantas que se mantiene en la actualidad. Las habitaciones de los pisos superiores se alquilaban a los payeses que bajaban a vender al mercado y se veían obligados a pernoctar en Vila. Tras 154 años de historia ininterrumpida, el Bar San Juan confía en que esta pausa actual dé paso a un nuevo relevo en la gestión.
Para Carlos Marí, la decisión no ha sido nada fácil. De hecho, se le entrecorta la voz cuando explica que no quería anunciar ningún cierre, sino limitarse a comunicar a sus clientes que apostaba por retirarse. Por una parte, lleva desde los 14 años trabajando y, aunque esté apasionado por el histórico legado del San Juan, tiene la sensación de que se le están escapando los momentos de disfrutar de la vida junto a su familia.
El gran consejo
Marí recuerda emocionado un consejo que le dio su madre, fallecida el año pasado. Viendo a su hijo agobiado para sacar adelante el negocio, le pidió que no hiciera como ella y esperara a la edad de la jubilación para retirarse. «Disfrutarás tres años y después no querrás moverte del sofá», confiesa, evocando las palabras de su madre.
Por la otra parte, ese agobio que percibió la madre obedecía a los graves problemas que padece la hostelería para encontrar personal y que este sea de fiar. «Con los precios de la vivienda, estas carencias van a ir todavía a más», se resigna Marí. En la última temporada, ya se vio obligado a recortar el horario del San Juan de 13 a 20:30 horas y a cerrar los domingos.
Además, Marí se muestra muy crítico por las decisiones políticas de los últimos años, a las que achaca la pérdida de identidad del barrio y los lastres que sufren los negocios tradicionales. Como ejemplo, señala la prohibición de los pasacalles de las discotecas o la barrera que restringe el tráfico rodado en el puerto y la Marina.
Otro negocio centenario de la zona, la Sombrerería Bonet, sigue al pie del cañón desde 1916 a pesar de las numerosas ofertas que ha recibido por su privilegiada ubicación, frente al Teatro Pereyra. Virginia Boned es la tercera generación al frente del negocio, aunque detrás del mostrador atiende por la mañana Mariló González.
Ella lleva once años trabajando en la tienda, un periodo en el que ha visto desaparecer establecimientos tan emblemáticos como la pastelería Can Vadell, que cerró puertas en 2017. También recuerda con cariño a los dos hermanos que regentaban la pequeña tienda de alpargatas con despacho de lotería a escasos metros en su misma calle.
Las joyerías
Pese a estos cambios, el carrer Comte de Rosselló incluye a tres de los comercios más antiguos del barrio. Además de Calzados Ferrer y la Sombrerería Bonet, los hermanos Francisco José y Carolina Bonet atienden en Casa Afro. La joyería especializada en la tradición ibicenca data de 1960, pero su abuelo abrió el comercio a principios de los años 30 como guarnicionero. Con la llegada del turismo, la familia cambió de especialidad, aunque mantuvo el local.

Los hermanos Francisco José y Carolina Bonet. / Vicent Marí
Los hermanos Bonet también quedan presos de la nostalgia cuando recuerdan todos los vecinos que han ido clausurando sus tiendas. «Sin Can Vadell, ya no queda ninguna tienda de comestibles donde podamos ir a comprar y en invierno está todo prácticamente cerrado», lamentan.
Otro de los pocos negocios históricos que se mantiene también es una joyería, Pomar, en funcionamiento desde 1852. David y Elena Pomar atienden el amplio local que queda entre el Mercat Vell y la calle de las Farmacias, aunque el negocio que fundaron sus antepasados era mucho más reducido. La saga se ha ampliado con la tienda en el mismo barrio de Elisa Pomar, mientras que otra hermana, Marina, regenta otra en ses Figueretes.
«De pequeña, este barrio era el centro neurálgico de Ibiza, con tiendas de todo tipo, desde ferreterías a seis hornos de pan», recuerda Elena Pomar.
Casualmente, otro histórico que se mantiene desde 1871 es la librería Can Verdera, cuando los despachos de prensa y libros están en vías de desaparición por todas partes. En la Marina continúan otros negocios centenarios, como Can Costa o Can Vinyes, aunque aprovechan el parón de invierno para descansar. Tampoco falta la administración de lotería número 1, la más antigua de la ciudad, desde 1940. Completa el listado Can Victorino, que en breve será protagonista de otro anuncio.
Suscríbete para seguir leyendo
- Muere un joven de 20 años en una discoteca de Ibiza
- Atropello en Ibiza: un hombre muere tras ser arrollado por una furgoneta cuando caminaba por la acera
- Atrapan una serpiente de metro y medio en la terraza de una casa en Ibiza
- El joven italiano fallecido tras ser evacuado de una discoteca vino a trabajar a Ibiza
- Todas las claves del atropello mortal de un turista en Cala de Bou
- Detenido el autor del atropello mortal a un turista de Alicante
- Vuelo de pesadilla a Ibiza en un avión lleno de turistas borrachos: 'Mi viaje fue un auténtico horror
- Prisión bajo fianza para el detenido por el atropello mortal de Cala de Bou