VIVIENDA | Los asentamientos en temporada baja
Chabolismo en Ibiza: Can Raspalls se va, Can Rova 2 se queda
Can Raspalls y Can Rova-2, los dos asentamientos de infraviviendas más importantes de la isla, viven ahora mismo dos realidades diametralmente opuestas. Mientras que Can Raspalls ha sido abandonado por casi todos sus habitantes, los vecinos de Can Rova 2, en cambio, se han instalado con la intención de permanecer todo el año.

Asentamiento de chabolas en Can Raspalls / J.A. Riera
Son el día y la noche. Un lugar que ya ha quedado muerto y otro todavía lleno de vida. Mientras que Can Raspalls es la imagen del abandono, Can Rova 2 se ha convertido en un nuevo barrio con unos vecinos dispuestos a quedarse.
En las feixes situadas junto a la calle Campanetes de Sant Jordi que llegaron a acoger a casi medio millar de personas, ahora es prácticamente imposible encontrar a nadie. Todavía quedan en pie una veintena de chabolas, especialmente las que se construyeron de manera más sólida, con las lonas y los puntales sujetados fuertemente con cuerdas. No obstante, todas ellas están vacías. En algunas ha habido presencia humana hasta hace relativamente poco. Otras chabolas, en cambio, han colapsado y se han convertido en un amontonamiento de palés, plásticos y cartones.

Una infravivienda abandonada en Can Raspalls. / J.A.Riera
Antes, a las nueve de la mañana, era posible encontrar a decenas de vecinos, en su gran mayoría saharauis, desayunando y compartiendo un té. A esa hora, algunos abandonaban el campamento y caminaban en dirección al trabajo o hacia la parada del autobús, otros iban y volvían de un supermercado cercano, o los que trabajaban en el turno de noche intentaban descansar en sus refugios. Ahora, en cambio, no hay nadie. Es un lugar fantasma, y hemos tenido que inspeccionar varias veces la zona hasta encontrar a Nami, uno de los últimos residentes de Can Raspalls.
Un espacio abandonado
«La mayoría de gente se fue hace dos semanas. De los saharauis, solo quedamos tres, yo y otros dos que ahora están trabajando. Y en la otra punta creo que queda una familia de colombianos pero tampoco lo tengo claro, yo solo hablo con los saharauis», explica Nami, que comenta que trabaja en un rent a car y que tiene contrato hasta el 8 de diciembre.
Nami llegó hace cinco años a España y reside habitualmente en Valencia. Este ha sido su primera temporada turística en Ibiza y la conclusión es agridulce: «Me ha ido bien porque he ahorrado dinero, pero mira dónde vivimos, esto está lleno de mierda». Nami tiene claro que no volverá a Ibiza: «El verano que viene me quedaré por la costa de Valencia».
La antigua ciudad de los sintecho, es ahora un vertedero. Si durante el verano los residentes intentaron mantener el espacio adecentado, su marcha ha dejado un panorama de palés destartalados y montañas de garrafas de agua de plástico. En el espacio circular donde antes vivían Ahmed y Brahim, dos trabajadores de temporada, ahora solo quedan dos sillas y un somier. Permanece la caseta de plástico para almacenar utensilios de jardín que habían convertido en un pequeña y claustrofóbica chabola. La caseta ahora está vacía, aunque queda una lámina de cartón en el suelo.

Una chabola de palés de madera que ha estado habitada hasta hace poco. / J.A.Riera
También se ha marchado la familia colombiana de once miembros formado por tres hermanos, sus parejas y sus hijos. Entre ellos estaba Patricia, que cobraba diez euros la hora por limpiar las mansiones de los ricos. Ahora solo quedan dos tiendas de Decathlon todavía montadas. Sorprende que no se las hayan llevado, quizás porque esperan regresar aquí el próximo verano.
La mayoría de residentes en el asentamiento de Can Raspalls habían manifestado que, al finalizar la temporada turística, volverían a su residencia en la península y que, los que se quedaban en la isla, esperarían una bajada de los precios del alquiler a partir del mes de noviembre para dejar la chabola e instalarse en una habitación. Y así ha sido.
«Somos gente honrada»
La situación en Can Rova 2, el campamento que montaron parte de los desalojados de Can Rova, es completamente distinta. Aquí la parcela se ha vallado y el interior bulle de vida. Hay familias, chabolas con un aspecto sólido, todas las parcelas están delimitadas, se están levantando nuevas viviendas y el trasiego de vecinos que entran y salen es continuo. La impresión es que aquí los vecinos han venido para quedarse.

Parte del asentamiento de Can Rova 2 en una imagen captada desde el exterior. / D.V.
«Tratamos que este sea un lugar digno. Cada uno limpia su parcela. Todo el mundo hace lo que puede», explica uno de los residentes, un hombre paraguayo que prefiere no decir su nombre. Comenta que llegó a España hace cuatro años y que todavía no ha podido regularizar su situación, lo que le impide tener un trabajo digno y con contrato. Trabaja en negro en la construcción y, en los momentos en que tiene tiempo libre, como hoy, se dedica a mejorar y hacer más solida su casa.
«Somos gente honrada. Que vivamos aquí no nos hace malas personas o ser menos que nadie», comenta este vecino de Can Rova-2, que se queja del trato que reciben: «Nos sentimos dejados y despreciados. Son muchos los flagelos que hemos recibido», y recuerda que nadie vive aquí por gusto.
«No tienen otra opción»
El interior de Can Rova 2 es digno de ver. El terreno donde se ubica el asentamiento está cercado y mide aproximadamente 110 metros de largo por 65 de ancho. Todo su interior se halla compartimentado, dividido en celdillas como si fuera una colmena. Cada habitante ha perimetrado su pequeño terrenito con unas vallas. Algunos viven en autocaravanas, pero la mayoría habita en el interior de chabolas construidas con madera que casi merecerían el calificativo de ‘casitas’. Junto a este módulo, muchos vecinos han instalado un porche cubierto con lonas, donde hacen la vida social.
Resulta enternecedor comprobar como estas personas, incluso viviendo en una situación de precariedad máxima, intentan recrear el sueño aspiracional burgués del adosado y de la urbanización de casita con jardín. Así, muchos han tapizado su porche con césped artificial, o han aparcado su coche en el interior de su parcelita. Todo el mundo tiene marcado su metro cuadrado y los espacios comunes están impecables.
En el interior se están construyendo nuevas casitas y se trazan las parcelas para los futuros habitantes. El objetivo, sin duda, es quedarse aquí. Ningún vecino quiere hablar y una mujer, que me atiende amablemente, me invita a abandonar el recinto. «Este es un lugar privado. El sitio está vallado y aquí vive gente», me dice la mujer, que me remite al abogado de los vecinos, David Fechenbach, el mismo que asesoró a los desalojados de Can Rova.
«Los vecinos no tienen otra opción que quedarse en la finca en la que se encuentran», explica Fechenbach, «ojalá pudieran ofrecerles alternativas habitacionales, pero no han recibido ninguna. El Ayuntamiento de Santa Eulària les ha invitado a que se busquen la vida y les dijeron que podían estar en las inmediaciones de Can Rova 1, y es lo que hicieron». Asegura también que han intentado contactar con la propiedad del solar, pero que «existe una barrera tanto por parte del Registro de la Propiedad como del Catastro de informar quien es el titular del terreno. Resulta imposible conseguir una nota siemple», y que, de momento, «no se ha notificado ningún expediente de desalojo de los afectados» por parte del Ayuntamiento.
Suscríbete para seguir leyendo
- Desokupa nos dijo que por 300 euros nos abría un piso de un banco en Ibiza
- Fallece Toni 'Cala', propietario del restaurante Tijuana de Sant Antoni
- La prensa de Reino Unido asegura que miles de turistas británicos cancelan sus vacaciones a Ibiza 'porque no son bienvenidos
- La 'Bestia del Este' llega a Baleares: ¿Cómo afectará a Ibiza?
- Monumental atasco en la carretera de Sant Antoni
- En Ibiza hay una de las 25 mejores cosas nuevas que hacer en todo el mundo en 2025
- A la venta una casa payesa del siglo XIX en Ibiza
- Multazo al propietario de una finca rústica con un camping ilegal en Santa Gertrudis