RIADA HISTÓRICA | Solidaridad

Educando en Ibiza a través de la catástrofe en Valencia

Vara de Rey es el escenario de otra exitosa recogida de ayuda con destino a los damnificados de Valencia. Muchos niños también se acercan a colaborar aprovechando el día de fiesta en algunos colegios

Guillermo Sáez

Guillermo Sáez

«Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo». Hace ya tres siglos que Benjamin Franklin regaló esta cita histórica sobre la educación y este lunes se confirmó que su vigencia se mantiene intacta. Al menos así lo demostraron muchos de los ibicencos que se acercaron hasta el paseo de Vara de Rey, en Vila, y también a otros puntos de la isla como Sant Josep, Santa Eularia o Jesús, para seguir donando ayuda que partirá rumbo a Valencia, donde una semana después del paso de la DANA la situación sigue siendo de extrema necesidad.

El día de fiesta en varios colegios era la ocasión perfecta para que muchos niños acompañaran a sus padres y abuelos en este acto solidario del que a buen seguro aprenderán, al verse plenamente involucrados, como decía Franklin. Desde las 10 de la mañana, es constante el goteo en el extremo oeste de Vara de Rey para acercar todo tipo de productos hasta el camión de Punkytrans, la empresa que lidera esta iniciativa de forma desinteresada.

Rubén, el conductor del camión, se harta a realizar viajes de ida y vuelta al polígono industrial Montecristo de Sant Antoni. En su ausencia, es Miguel, voluntario de la Casa de Cantabria, quien custodia toda esa ayuda que va creciendo como una montaña de solidaridad. Comida, agua, todo tipo de productos de higiene y limpieza, cubos, palas, botiquines, carritos, cunas e incluso una bolsa llena de barras de pan que difícilmente llegarán tiernas a sus consumidores.

Leche sin lactosa y ropa de invierno que «seguro que hará falta». Ese es el contenido principal de las bolsas que Rafa lleva a s’Alamera con la ayuda de sus hijos, Lucas y Manuela. «Que los niños sean también conscientes de la situación en la que están viviendo otras personas porque creo que eso también les ayuda a ellos. En el momento en que les hemos hablado un poco de cómo está la situación ellos han sido los primeros en ofrecerse para mandar juguetes y cualquier cosa que hiciera falta. Yo, encantado de que ellos tengan esa conciencia», explica Rafa. «Si al final no miramos los unos por los otros, nos vamos como sociedad. Tenemos que ayudarnos porque mañana nos puede tocar a nosotros y seguro que en ese momento agradeceremos que alguien se acuerde de nosotros», añade. Ecos del lema ‘Solo el pueblo salva al pueblo’ que se ha extendido estos días al otro lado del Mediterráneo.

Una madre donando ayuda junto con sus hijas

Una madre donando ayuda junto con sus hijas / J.A. Riera

Como ocurre en tantas familias, los abuelos se encargan de los nietos durante las mañanas laborales y así le ocurre a Pepita, que está al cuidado de Rodrigo, de cuatro años. Se han acercado hasta el camión de Rubén cargando toda la ropa que se la acaba de quedar pequeña al chaval y también mucha ropa de su madre, incluidos abrigos y pijamas. «Rodrigo le preguntó a su madre si podían ayudar y su madre le va explicando todas las cosas», cuenta, uno de los modos de aplicación de la ley de Franklin. «Es muy duro que le quiten todo y que no tengas ni donde dormir. A mí se me saltan las lágrimas cada vez que veo las imágenes», reconoce Pepita en tono emocionado.

Camión lleno en una hora

Dan las 11 de mañana y Rubén ya tiene lleno el primero de los camiones que lleva a descargar a la central de la empresa de transportes. Miguel le dice que enseguida se vuelven a ver y se queda al mando del improvisado puesto de donación. Un bloque de hormigón que enseguida vuelve a estar desbordado de solidaridad en forma de bolsas y más bolsa de ayuda.

Las Anas, madre e hija, se acercan juntas para dejar «productos de higiene personal, gel hidroalcohólico, agua y leche, junto con latas de atún, berberechos, tomate, pimientos y legumbres. En este caso, ambas son adultas, así que no se aplica la ley de Franklin. Aplicó en su momento, cuando la madre educó a la hija, que de las dos es quien prefiere tomar la palabra para confirmar que, en efecto, han traído «un poco de todo»: «Hemos comprado cosas y también hemos traído lo que teníamos en casa, como mascarillas. Obviamente, estamos deseando ayudar», subraya.

Otra modalidad familiar de ayuda la protagonizan dos hermanas, Mónica y Ester, que cargan varias bolsas llenas principalmente de material para bebés. Ester tiene un niño de apenas dos añitos y, claro, imposible no ponerse en el lugar de esas madres y esos padres que sufren carencia de productos básicos para sus bebés en medio de la catástrofe. Portan toallitas, pañales, potitos y geles hidroalcohólicos. En su caso, a las durísimas imágenes que todos vemos cada día por televisión también se suman testimonios directos que , si cabe, les han impulsado un poco más a aportar su granito de arena: «Tenemos familia por Valencia, concretamente en Castellón, y toca todo un poquito. Desde allí nos cuentan que está siendo muy duro», explica Mónica. Su hermana decidió ir a hacer la compra al supermercado acompañada de su pequeño. ¿Demasiado joven para aplicar la ley de Franklin? Ella no lo cree así. «Le hicimos partícipes diciéndole: ‘Coge cosas que a ti te gusten para los nenes’. Y él cogió los potitos que le gustaban. Es muy pequeñito, pero ya sabía que iba para los nenes de Valencia. También hemos donado algunos de sus juguetes», narra.

Lejía y muchos botiquines

Según avanza la mañana, el reguero de gente que se acerca hasta el camión, ya de vuelta de su primer viaje a Sant Antoni sigue creciendo. «Todo es poco», avisa Manuel, que, además de organizar el puesto callejero de ayuda, también arrima el hombro cargando alguna que otra bolsa. Mientras tanto, caminando sonriente desde la avenida de Ignasi Wallis se acerca Albert, que esta mañana ha salido de casa con una misión muy clara en su cabeza: «Vengo directamente de comprar un cubo y dos palas. He pensado que el plan logístico sería más importante que la comida. Tengo muchas ganas de ayudar». Igual que muchos otros, Albert es de esos que está convencido de que el horror de Valencia es mucho más inmenso de lo que se está mostrando a través de las pantallas: «Según me ha contado gente que ha estado allí, no tiene nada que ver con lo que vemos en la tele, que es muchísimo más impactante y bestia que lo que realmente vemos».

En la modalidad de solidaridad solitaria se enmarca Otilia, una señora que ha donado leche, galletas, toallitas para bebés, atún... «Cosas que duren. Me gustaría dar más y más adelante intentaré volver a hacerlo. Hay que ayudar porque en Valencia están muy mal, pobrecillos», lamenta.

También ha venido sola hasta Vara de Rey otra mujer mayor, Amparo, que transporta un carro de la compra cargado hasta arriba. Tiene evidentes dificultades para moverlo debido al peso que carga, pero poco a poco, pasito a pasito, consigue llegar a la vera de Rubén y Miguel. «He oído que estaban pidiendo lejía e iba a traer dos botellas grandes, pero eso pesa mucho, así que he traído una grande y otras más pequeña». dice. También ha traído diversos artículos para bebés como leche en polvo o toallitas. «Todo lo que cabía en el carro. Fui a la Cruz Roja y me dijeron que hasta nueva orden no podían recibir más ayuda», resume. No es la primera vez que se escucha algo así en los últimos días. La enorme ola de solidaridad surgida en toda la isla ya llevó a la Asociación Cultural Comunitat Valencia de Sant Antoni a pedir que cesaran las donaciones porque no daban abasto para clasificar y repartir tanta ayuda.

25 toneladas de ayuda

Junto con alimentos y agua, el otro bien de primera necesidad que sigue escaseando en la zona cero de la catástrofe son los medicamentos. Y eso es precisamente lo que viene a paliar Sonia entregando una veintena de botiquines que trae desde su empresa. «Como cada año los reponen ya no los necesitamos, así los aprovechan en Valencia», apunta, aclarando que «no están caducados», por si había alguna duda.

Después de cuatro horas de recogida y de llenar cuatro veces el camión de Punkytrans, el máximo responsable de la empresa de transportes, José Raya, ya está listo para fletar un camión mucho más grande, tipo tráiler, con rumbo inmediato a la Península. Según sus cálculos, dentro viajan 25 toneladas de ayuda: primero toda la comida y agua y, en segundo lugar, toda la ropa y mantas que entren. Y lo que no entre, formará parte de la siguiente entrega de este trasiego incesante que alegraría al mismísimo Benjamin Franklin.

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