Fiestas

El calamar le gana la batalla al agua en Sant Carles

La octava edición de la Fira des Calamar se sobrepone a las dudas provocadas por una fuerte tormenta matinal para repartir 1.500 kilos y 14.000 raciones

Guillermo Sáez

Guillermo Sáez

Pasa la semana y los teléfonos móviles de las colles echan cada vez más humo. Consultas continuas a las aplicaciones del tiempo y muchos mensajes cruzados. ¿Nos va a arrebatar la lluvia la Fira des Calamar? ¿Lo que te da el agua, el agua te lo quita...? Amanece el sábado con rayos, truenos, viento y agua. Alguien parece muy enfadado ahí arriba. Solo queda una hora para que arranque la octava edición de la Fira en Sant Carles, liderada por las cofradías de pescadores y por Peix Nostrum, y todavía no hay confirmación oficial. Todo está en el aire. Por si acaso, las 31 casetas inscritas este año, nuevo récord, empiezan a aflorar bajo una lluvia cada vez más ligera.

«El miércoles ya decidimos que iríamos para adelante pasara lo que pasara», aclara Vicent Marí, integrante de la organización. Muy cerca ya trajina con cacharros de cocina Nieves Cardona, de la colla Los Pichones. La familia Roselló se ha venido con 50 kilos de calamar y 400 panecillos para vender unas 800 raciones. «Esto tiene que ir para adelante porque no tenemos espacio para congelarlo todo...», coincide Cardona con Marí. Que ruja quien quiera en los cielos, que aquí se va gozar el calamar en todas sus versiones: bocata, bao, arroz, albóndiga, croqueta, frita...

Pero calma, tampoco hace falta ponerse dramáticos. Nunca llovió que no escampara y quien más lo celebra es Eduardo, de la parrilla San Carlos. «¡Salió el sol, papá!», grita mientras su compañero Martín achica agua del toldo con una sonrisa cómplice. Ocupan el puesto más pegado a la iglesia, que Dios bendiga su parrilla y los olores que desprende. Mientras cada calamar va camino de su fogón, los futboleros de la SE Sant Carles pinchan el primero se los seis barriles de cerveza que han traído mientras los chavales del club juegan en el campo. «Ya les daremos alguna caña cuando acaben...», bromea Juanma Ángel, escudo del club en pecho.

Muy cerca, hay unos chavales que no le están dando a la pelota, sino disfrutando de lo lindo en su propia caseta. Son los alumnos del CEIP Sant Carles, que están vendiendo las tartas y bizcochos confeccionados por sus madres. Su objetivo es recaudar fondos para el viaje de estudios y tiene toda la pinta de que podrán escoger un destino exótico porque la comida vuela. Cada vez que se acaba una bandeja se escucha una tremenda ovación que recorre este ala sur de la Fira. Viajen a donde viajen, será difícil que Joan, Liam o Noa, exultantes tras el mostrador, se lo pasen tan bien como este día. Trabajar parece tan bonito cuando nunca has trabajado... «¡Poned en la web que estamos abiertos para que venga todo el mundo!», pide a este periódico Patricia Cardona, una de las madres cocineras. Pero ya no hace falta dar ningún aviso, las nubes se han ido a molestar a otra parte y a las dos de la tarde reina el agradable sol otoñal que se merecía esta Fira.

Restaurante Mei sube al trono

Hay dos competiciones paralelas en marcha, la profesional y la amateur, y en la primera pelea, entre otros, el Restaurante Sa Nansa de Vila. El año pasado se perdieron la Fira porque tenían muchas reservas, pero esta vez han preferido cerrar el local y echarse a la calle en Sant Carles. Su chef, Pedro Tur, cuenta con 35 kilos de arroz para cocinarlo en su tinta. Es el equivalente a 350 raciones en su restaurante, pero aquí espera estirar esa cifra hasta 500 porque los platillos de papel dan para lo que dan. Las raciones valen lo mismo en todas las casetas de la Fira, ocho euros, así que el precio no es factor de compra y toca fiarse más nunca del buen ojo... y del buen olfato.

La compraventa fluye mucho mejor que el año pasado porque se han eliminado los molestos tiques que provocaban molestas colas cuando más rugían los estómagos. Y precisamente una fila considerable se congrega bajo el toldo del Bar es Poble, que juega en casa. Su frita de calamar no puede tener mejor pinta y el jurado así lo confirma en su veredicto final: medalla de plata. Tan solo le supera el Restaurante Mei, ganador de la categoría reina, y cierra el podio el Atelier del Buen Gusto. En la categoría amateur, primer puesto para Blue Squid, segundo para Antares y tercero para Sant Jordi Brothers. Todos reciben como premio una escultura de la marca de alfarería ibicenca Frigolades y un delantal conmemorativo.

Después de degustar el calamar en todas sus modalidades, aún queda sitio para la guinda. Los niños a los castillos hinchables y la gincana, los mayores al postre. Esta misión corre a cargo de Sa Colla de Ball Pagès de Sant Carles. Han traído un perolo enorme para elaborar 160 litros de café caleta. Acompañan a la bebida una gran variedad de gollerías dulces de todo tipo. «¿Qué hubiéramos hecho con toda esta comida si se hubiera suspendido? Llevarla a Cáritas...», conjetura Juanan. Pero no, la Fira se ha celebrado un año y ha vuelto a convertirse en el éxito deseado por todos los participantes: en torno a 5.000 asistentes, 1.500 kilos de calamar cocinados y 14.000 raciones despachadas. Y ahora ya, que llueva lo que quiera.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents