Los Van Maaren: la pareja que ha comprado 30 casas en sa Penya

"Queremos que sea un barrio con gente que aporte luz y quite la oscuridad"

Bernardus van Maaren y Nienke Nishi Siekman, frente a algunas de sus viviendas en sa Pedrera.

Bernardus van Maaren y Nienke Nishi Siekman, frente a algunas de sus viviendas en sa Pedrera. / J.A.Riera

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

Para alguien que lleva años sin subir a sa Penya, llama la atención el cambio que ha experimentado el Carrer Alt, la zona más conflictiva del barrio hasta no hace muchos años. Entonces, era fácil toparse con gallos de pelea correteando entre montones de basura.

Buena parte de aquellas infraviviendas, muchas de ellas concentradas en la conocida como UA27, se reconvirtieron en una manzana de casas para policías nacionales. Al otro de la calle, se entremezclan fincas rehabilitadas con otras en proceso de reforma. Estas últimas destacan por una puerta metálica con el logo «Van Maaren». Es el apellido y la empresa de Bernardus, el empresario neerlandés que se obsesionó en un proyecto que unos daban por imposible y el resto tachaba de locura. Le acompaña en esta aventura su mujer, Nienke Nishi Siekman .

Recorriendo el Carrer Alt señalan una de las últimas viviendas que adquirieron. Recuerdan con cariño y compasión a la familia que residía allí. «Eran muy agradables, siempre estaban sonriendo. Tenían ocho hijos y una sola habitación, así que estaban todo el día en la calle. Ahora llevan una vida mejor en la Península», explican.

La pareja posee 30 propiedades en sa Penya, de las que la mitad están por reformar. Están concentradas entre el Carrer Alt y el Carrer de sa Pedrera. Las destinan al alquiler, bien por temporada o para todo el año, y en estos momentos ocho de ellas tienen inquilinos. Una parte de los que han residido allí son trabajadores de las obras de rehabilitación que ha impulsado el Ayuntamiento o trabajadores de los negocios de hostelería del puerto, apuntan.

¿Cómo se le ocurrió a una pareja de Groningen, la provincia más septentrional de los Países Bajos, invertir en el barrio más degradado de una isla que desconocían? Bernardus van Maaren se muestra inicialmente sorprendido porque un medio de comunicación se interese por un proyecto tan personal. No está acostumbrado a tratar con la prensa y confiesa que acepta la entrevista por cortesía, más que por interés.

Se le explica que prácticamente nadie en la isla daba un duro por el futuro de un barrio estigmatizado durante años por la droga y la exclusión social. Él también se dio cuenta rápidamente de que ni turistas ni residentes se atrevían a subir por estas calles. «Iba por toda la isla para hablar con la gente, quería me contaran historias y saber más sobre el barrio. La mayoría me decía que si venía por aquí, no garantizaban que saliera vivo. ¡Pensaban que volaban los tiros!», sonríe al recordarlo.

Bernardus y Nienke, en la azotea de una de sus casas frente al baluarte de Santa Llúcia.

Bernardus y Nienke, en una azotea frente al baluarte de Santa Llúcia. / J. A. Riera

Algunas de estas advertencias vinieron de los tres ibicencos a los que compraron casas en sa Penya. «Las tenían por herencia, pero no querían saber nada de ellas. Alguno ni tan solo la había visto nunca y otros hacía 30 años que dejaron de venir », apostilla Nienke. «Nos han vendido sus casas con la promesa de que vamos a hacer todo lo posible para que sus nietos puedan ver el barrio donde crecieron sus abuelos», subrayan.

Entre el resto de vendedores se encuentran extranjeros que no se adaptaron al barrio y familias gitanas de las que fueron llegando a partir de los 60. Bernardus conserva con orgullo al menos siete cachavas, los bastones de patriarca, que le regalaron tras cerrar los acuerdos. No fue nada fácil al principio.

El principio

La pareja vive en primera línea del puerto, pero, mientras muestran su proyecto en sa Penya, aceptan la propuesta para entrevistarlos en la Casa Plata, que gestionan tras un acuerdo. Es una vivienda emblemática de la zona y fácilmente reconocible desde el baluarte de Santa Llúcia, donde llama la atención su azotea acondicionada.

A pocos metros se encuentra su primera adquisición: una ruina. Bernardus se hizo con ella sin conocer Ibiza. En Países Bajos se dedica a la venta de coches de lujo de segunda mano con Van Maaren Auto, un negocio que amplió a la maquinaria de obra y embarcaciones. En su país también compitió a nivel profesional en kickoxing y algo menos en muay thai.

"No pienso en crecer materialmente, sino en que sa Penya puede mejorar"

«Un empresario holandés quería montar una casa bonita aquí para venir en un futuro con sus hijos. Pero no logró rehabilitarla y a su mujer no le gustó el barrio, así que me dijo que esto era algo para mí. Fuimos muy creativos con los tratos y le cambiamos la casa por un par de barcos y coches», recuerda.

Era marzo de 2011 y aún tardaron un año en recalar en Ibiza para conocer la propiedad que adquirieron. Sigue en ruinas, al igual que entonces. «Es demasiado pequeña para tener la cédula de habitabilidad, así que habrá que juntarla con otra casa» detalla.

Su compatriota le confesó que el barrio iba a tardar mucho tiempo en mejorar. Sin embargo, tuvieron mayor suerte: «Cuando llegamos, justo había empezado la transición de la UA27. ¡Vinimos por primera vez y el Ayuntamiento empezaba a arreglar el barrio!».

Evocan con detalle aquella primera toma de contacto con el barrio para firmar la compra de la finca en ruinas que habían acordado. «Como no nos conocían, nos miraban pesando ‘¿qué hacen aquí estos guiris?’, como si fuéramos sus enemigos. Yo estaba mirando todas las casas sin tener conciencia de que se podían sentir molestos», apunta Bernardus.

La apuesta

«A partir de allí, él dijo: ‘Con esto no íbamos a hacer nada, vamos a comprar toda la calle’», añade Nienke. Empezaron a un ritmo de unas dos adquisiciones por año, un proceso que se aceleró a partir de 2016.

Algunas de esas viviendas estaban okupadas desde hacía décadas. «Hemos escuchado su versión, porque muchos de ellos habían nacido en esa casa. La consideraban suya y no conocían otra manera de vivir. Les explicamos bien las cosas y entendimos bien su situación. Así hemos ganado su respeto, quizás más que otras personas y por eso llegamos a tener la oportunidad de comprar las casas», explica Bernardus.

"El barrio ha mejorado un montón, no es como antes. Aquí no subían los turistas y ahora sí"

Recalca que en ningún momento ha ofrecido dinero a los okupas para que se fueran del barrio, pero que les ayudó permitiéndoles seguir unos meses en la vivienda hasta encontrar una alternativa. «Con la ayuda del Ayuntamiento, alguna de estas familias se fueron a la Península», precisa.

«El barrio ha mejorado un montón, no es como antes. Aquí no subían los turistas y ahora sí, es un cambio para que se pueda disfrutar», destaca Nienke. «Queremos que vuelva a ser un barrio, que venga gente que aporte luz y quite la oscuridad», sentencia Bernardus.

A ambos les gustaría que llegara un día en que abriera alguna cafetería por la zona, para ayudar a crear comunidad y animar a la gente a tomarse un descanso tras recorrer el casco histórico. Eso sí, creen que su proyecto en sa Penya tiene un límite y descartan seguir creciendo.

«Podemos ampliarlo como personas, ver qué podemos aportar a la sociedad y la gente con la que tratamos. No pienso en crecer materialmente, sino en que sa Penya puede mejorar. Este proyecto nos ha consumido bastante energía. Tiene tanto gasto y hay que poner tanto esfuerzo para tan poco beneficio que, definitivamente, no es un buen negocio. No estoy tan ambicioso como hace veinte años y ahora busco más calidad de vida con la familia», concluye Bernardus. De hecho, hasta ahora han vivido a caballo entre la isla y Países Bajos, pero este va a ser el primer curso en que escolarizan a sus hijos en Ibiza.

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