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Esther Tortosa, experta en nutrición oncológica: «Una mala alimentación puede comprometer la eficacia del tratamiento oncológico»

Esther Tortosa, dietista-nutricionista con consulta propia en Etcnutrición, es experta en nutrición oncológica y aborda con APAAC este ámbito y su importancia en los pacientes

Esther Tortosa, experta en nutrición oncológica.

Esther Tortosa, experta en nutrición oncológica.

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- ¿Hasta qué punto es importante, o incluso fundamental, la alimentación en pacientes oncológicos?

La alimentación, y por ende la nutrición, es crucial para cualquier persona desde la infancia hasta la vejez. Si nos adentramos en el contexto de la patología su importancia se magnifica aún más; podemos imaginar que esta coge mayor relevancia. Si nos centramos en los beneficios de una buena alimentación para el paciente oncológico, la evidencia cada día es mayor. Afortunadamente, es un campo cada vez más estudiado y la mayoría de los profesionales sanitarios, así como de los pacientes, son conscientes de su relevancia. Sin embargo, en muchos casos la alimentación tiende a ser subestimada. Todavía persiste la creencia de que el tratamiento farmacológico es la única opción viable para esta y muchas otras enfermedades, dejando la alimentación totalmente excluida del tratamiento, como algo trivial. Por suerte, esta percepción está cambiando, y cada vez son menos quienes dudan de los beneficios del tratamiento nutricional. Una adecuada alimentación mejora significativamente el control de los efectos adversos del tratamiento oncológico, refuerza el sistema inmunológico y aumenta la calidad de vida del paciente. Reconocer y aplicar estos principios es fundamental para optimizar el cuidado y el bienestar de quienes tienen un cáncer.

- ¿Se puede llevar una dieta mediterránea sin restricciones?

Por supuesto, pero es esencial entender lo que implica la dieta mediterránea. Según la Espen (Sociedad Europea de Nutrición Clínica y Metabolismo) la dieta mediterránea es, a día de hoy, uno de los perfiles de alimentación más completos y recomendados para los pacientes oncológicos. Sin embargo, existe el concepto erróneo de que dieta mediterránea es “lo que ya hacemos” cuando en realidad las prácticas alimentarias habituales distan considerablemente de las recomendaciones. La base de una buena dieta mediterránea incluye priorizar el consumo de frutas, verduras, cereales integrales y legumbres, principalmente por su alto contenido en fibra, y reducir el consumo de carnes rojas, carnes procesadas, azúcares y alcohol. Por poner un ejemplo, en el año 2021, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cerca del 60% de la población española realizó un consumo de carne roja de más de tres veces a la semana, cuando las recomendaciones sugieren limitarlo a una o dos raciones al mes.

- Hay oncólogos, especializados en cáncer de colon, que no recomiendan, salvo excepciones, consumir menos alcohol a sus pacientes. ¿Deberían hacerlo?

Los datos de la relación entre el consumo de alcohol y el aumento del riesgo a tener un cáncer son sólidos. Según la OMS, en 2020 el 4,1% de los nuevos casos de cáncer en la UE se asociaron al consumo de alcohol. De estos, el 33% eran tumores colorrectales.

Según datos de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), se ha demostrado que hasta el 12% de todos los cánceres están directamente relacionados con el consumo de alcohol. Destacan principalmente el cáncer de boca, esófago, garganta, hígado, intestino grueso (colon y recto) y mama. Con estos datos en mente, es evidente que reducir el consumo de alcohol durante un proceso oncológico es fundamental. Además, el consumo de alcohol compromete de manera directa nuestro sistema inmune, el cual debemos tener en las mejores condiciones posibles para afrontar los tratamientos de manera óptima.

- Hay especialistas, como Miguel Quintela, científico en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, que aseguran que en ocasiones se estropea la eficacia de un tratamiento contra el cáncer por una mala dieta. ¿Lo considera así?

En muchos casos esto sí que puede llegar a suceder. Uno de los principales objetivos del tratamiento nutricional es conseguir un estado nutricional óptimo para reforzar así el sistema inmune. En muchos casos, una mala alimentación puede hacer que las toxicidades a los tratamientos sean más exacerbadas interrumpiendo el tratamiento y comprometiendo la eficacia del mismo.

- ¿Qué se recomienda cuando la persona en tratamiento pierde el apetito?

Cuando una persona pierde el apetito supone un golpe emocional bastante grande. No podemos olvidar que uno de los mayores placeres que tiene el ser humano es comer. En estos casos lo primero que hacemos es dar apoyo y seguimiento continuo, lo que ayuda mucho a que el paciente se sienta comprendido y acompañado durante todo el proceso. En consulta la estrategia que mejor suele funcionar es repartir las comidas en varias ingestas pequeñas a lo largo del día. Es preferible realizar seis comidas pequeñas en lugar de tres más abundantes. Además, también se recomienda priorizar alimentos de fácil masticación para reducir el tiempo de ingesta. Estas recomendaciones se complementan con consejos más específicos en función de la situación personal de cada paciente. Por ejemplo, se puede sugerir probar alimentos y sabores nuevos para “despertar” el apetito. Realizar ejercicio físico dirigido puede ser otro estimulante. Además, estudios recientes han indicado que la suplementación con ácidos grasos omega 3 puede aumentar el apetito de manera considerable.

- ¿Cómo puede ayudar una alimentación adecuada al tipo de cáncer?

Esto varía considerablemente según la localización y el tipo de tumor. Por ejemplo, para tumores hormono-dependientes se puede recomendar un estilo de alimentación basado en alimentos con propiedades antiinflamatorias. En otros casos, realizar periodos de ayuno controlados también puede beneficiar en diversos aspectos. Además, fomentar estilos de alimentación ricos en fibra puede mejorar el bienestar de la microbiota.

- ¿Se adapta también al nivel de ejercicio físico que puede hacer el paciente?

El ejercicio físico y la alimentación deben ir siempre de la mano. Además, es algo que puede variar constantemente en una misma persona, según en el momento del tratamiento en el que se encuentre y diferir también entre personas en función de la tipología de tumor. Al igual que un futbolista tiene recomendaciones de ejercicio y nutrición muy diferentes según el momento de la temporada en el que se encuentre, y diferentes a su vez de las necesidades de un jugador de baloncesto, los pacientes oncológicos también requieren ajustes específicos en su dieta y régimen de ejercicio en función de su situación particular.

- ¿Hay que cumplir con los planes nutricionales al 100% en esta situación?

Un plan nutricional debe ser siempre realista y adaptarse al estilo de vida y situación de cada persona. Por lo general, cuanto más personalizado y menos rígido sea el plan, mayor será la adherencia por parte del paciente. El éxito de cualquier tratamiento nutricional radica en la constancia, aunque no lleguemos a cumplirlo al 100%.

- ¿Qué alimentos sí o sí hay que incluir?

En este punto siempre suele haber unanimidad. La recomendación fundamental para cualquier persona en un proceso oncológico es priorizar el consumo de alimentos ricos en proteínas. La evidencia científica actual subraya la importancia de este nutriente debido al impacto de inflamación y “destrucción muscular” asociado a las células tumorales. En este aspecto lo más importante es dar una recomendación específica, teniendo en cuenta la cantidad óptima de proteína, cómo distribuirla a lo largo del día y la calidad nutricional de este aporte proteico. Los alimentos más ricos en proteína incluyen son los huevos, carnes blancas, pescados, legumbres y lácteos.

- ¿Qué alimentos, especias... diría usted que están totalmente prohibidos para los pacientes?

Esta recomendación también puede ser muy variable en función del tipo de tumor, la localización, los síntomas que se presenten o el momento del tratamiento en el que nos encontremos. Quitando todos estos escenarios tan específicos, si tuviera que dar una recomendación general sería reducir el consumo de carnes procesadas (embutidos, fiambres, salchichas, hamburguesas, carne picada..), reducir el consumo de dulces y productos azucarados y eliminar el alcohol.

- Hace poco ha salido a la luz que la Inteligencia Artificial puede ayudar a que el paciente tenga menos efectos adversos y mejorar su calidad de vida. Como profesional, ¿cómo lo ve? ¿Qué opinión tiene de que la IA entre en un terreno tan delicado?

Creo que en este ámbito todo avance en beneficio del paciente es bienvenido. Con la Inteligencia Artificial se están desarrollando modelos estadísticos que predicen la aparición de ciertos tipos de cáncer, lo que permite un diagnóstico temprano y mejora el pronóstico clínico del paciente. Sin embargo, no podemos olvidar que estos modelos se basan en datos ya existentes: si los datos de entrenamiento son precisos la IA puede generar datos precisos, pero si los datos proporcionados son incorrectos, también lo será la información proporcionada por la IA. Por lo tanto, es fundamental respaldar estos avances con la evaluación de un comité científico que sea capaz de evaluar y valorar estos resultados, para mitigar posibles sesgos.

- ¿Qué mitos hay en cuanto a la nutrición durante el proceso oncológico y que no tienen evidencia científica?

Los mitos sobre alimentación y cáncer lamentablemente son numerosos, y pueden generar miedos infundados que, en la mayoría de los casos, conducen a comportamientos alimentarios restrictivos con el riesgo asociado que puede llevar a déficits nutricionales serios. Un ejemplo común es la creencia de que el uso de aditivos provoca cáncer y que los productos ecológicos son más seguros. Es importante destacar que el uso de aditivos en los alimentos está estrictamente regulado por la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) y su homóloga a nivel europeo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Estos organismos realizan evaluaciones exhaustivas de seguridad basadas en la última información científica disponible antes de emitir un dictamen. Este proceso nos asegura que los aditivos autorizados son seguros para el consumo humano, ya que se emplean a unas dosis en las que no se produce ningún tipo de toxicidad o peligro, incluso si se consumieran de forma excesiva.

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