Aglomeraciones | Imágenes icónicas de Ibiza
Selfi ante el atardecer en Ibiza: entre la fascinación y la decepción
Cientos de personas acuden cada tarde a los miradores des Vedrà para disfrutar de la puesta de sol, algo que genera quejas de los vecinos por el caos circulatorio
Algunos visitantes también señalan la masificación como un punto negativo de la isla

Turistas en el mirador de es Vedrà / Marcelo Sastre

La mayoría de los entrevistados para este reportaje dicen lo mismo cuando se les pregunta cómo supieron de la existencia del mirador des Vedrà: Instagram, Tik Tok. A poco que tengas un móvil y estés planeando unas vacaciones en Ibiza, este enclave se presenta en redes sociales como una de las paradas imprescindibles para todo turista que se precie. Es con la puesta de sol cuando centenares de personas acuden a este punto de la costa, en el que, además del mirador principal, hay otros más pequeños y muchos grupos que se reparten a lo largo de la línea del acantilado para poder disfrutar de este momento con más tranquilidad e intimidad.

Toni, María Jesús, José y Susana, una familia de Madrid en el mirador, al que han llegado andando desde la casa de Toni. / MARCELO SASTRE
Para algunos de los visitantes, la popularización de enclaves como este hace que pierda su encanto o que, incluso, se creen situaciones de peligro. «El día que le dé un ataque a alguien por aquí y [la ambulancia] no pueda pasar debido a esta situación...», advierte, en relación a los estacionamientos indebidos y a la gran afluencia de coches, Toni Barba, un madrileño que reside en esta zona. Este sábado ha venido andando al mirador junto con su madre y sus tíos, que han viajado hasta la isla para verle. Se han sentado lejos del acantilado, aunque al borde del mismo hay mucha gente con picoteo y bebidas, sacándose selfis. Esta familia pide que haya un agente de movilidad en la zona para dirigir el tráfico y vigilar si se aparca bien y donde toca: «Tendrían que regularlo un poco, porque la gente estaciona en mitad de la carretera, en caminos [privados] o delante de la puerta». Y es que el parking que usa la mayoría de personas que van al mirador grande se llena enseguida. Además, el terreno es irregular y un poco inclinado; los ruidos que se escuchan confirman que varios coches se están dañando los bajos al entrar.

Laia y Andrea Barriendos, dos turistas de Cataluña. / MARCELO SASTRE
El sábado estaba prácticamente completo a las 19.15 horas, hora y media antes de que finalizase, entre aplausos, la puesta de sol. Pero continuaban entrando coches, esperando encontrar algún hueco. De ahí hasta el mirador como tal hay que andar entre unos diez y quince minutos. Un paseo en el que, a esa misma hora, uno encuentra algún que otro vaso o botella (de plástico o de vidrio) tirados, además de algunas colillas. Aún queda bastante para la puesta de sol, así que es posible que sean del día anterior. A lo largo de las últimas horas de la tarde, decenas de personas orinan entre los arbustos del sendero.
Venta ilegal de mojitos
También continúa la venta ilegal de mojitos, al menos en los dos miradores principales. Nada más entrar en el principal, una persona te ofrece uno. Los preparan en una mesa portátil.
En la explanada se mezclan quienes vienen directamente de la playa, con el bañador, las chanclas y la gorra, con quienes han pasado antes por su alojamiento y llegan bien arreglados para ir luego directos a cenar por ahí. Hay gente de todas las edades: niños pequeños, jóvenes, adultos, familias enteras, parejas. Se oyen muchos idiomas de Europa, aunque también hay residentes. Barba señala que en general los vecinos están hartos porque a menudo se encuentran con problemas para pasar por la carretera, precisamente por los vehículos aparcados de cualquier manera, también delante de las salidas de algunas fincas: «Están incluso destrozándose coches, porque la gente aparca donde sea y a lo mejor tiene que pasar un camión del agua y les roza».

T.E.
«La gente tiene que aparcar bien»; «hay que regularlo, sobre todo por si hubiese alguna emergencia»; «este mirador se lo van a comer», son algunas de las frases que lanzan la madre de este joven residente, María Jesús Sánchez, y sus tíos: Susana Sánchez y José Gil.
Cientos de personas
Tanto Barba como otros entrevistados, coinciden en que en otras ocasiones las aglomeraciones en la zona han sido mucho mayores (lo saben bien porque han acudido otras veces o porque antes habían visto imágenes con la explanada del mirador mucho más masificada). Este sábado, solo en el mirador principal, se congregaron entre 300 y 400 personas. En otros veranos tras la etapa más dura del covid, a partir de 2021, este rotativo llegó a contabilizar entre semana alrededor de 750 personas entre el mirador principal y otro, muy cercano, a menos altura, lo que en los fines de semana se incrementaba hasta el millar personas.
También acuden Laia y Andrea Barriendos, dos hermanas catalanas. «Hay mucha gente», constata Andrea. Eso sí, explican que habían visto imágenes de este enclave hasta el tope e incluso «vídeos de personas que hacían cola para poder fotografiarse» justo delante des Vedrà, en la parte del acantilado con más presión humana a estas horas. Hoy [por el sábado] esto no ocurre, pero siguen contándose por centenares quienes no quieren perderse la puesta de sol en es Vedrà y es Vedranell, y hay quienes acaban aparcando en la carretera. Los quitamiedos de madera que instaló el Ayuntamiento de Sant Josep impiden que esto se haga en buena parte de la carretera. Los parkings habilitados cerca se llenan enseguida.
Laia y Andrea confirman que la masificación en la isla también es un inconveniente incluso para los turistas. Han venido a Ibiza en barco, con su coche, y ellas sí que han podido estacionar en el aparcamiento que hay antes del sendero para ir a pie al mirador. «Cuando lo buscas en Google, te envía todo el rato al parking que hay más abajo, pero cuando miras las redes sociales te sale que es aquí arriba y te dice que tienes que andar diez minutos para poder verlo así [la imagen más típica des Vedrà, que así también se ve más de cerca]», cuenta Andrea frente al islote.
Laia asegura que ya iba «mentalizada» de que Ibiza en agosto sería «caótica». Sin embargo, estas dos hermanas, que viven cerca de Barcelona, valoran que si buscas rincones tranquilos, como calas no afectadas por la masificación o puntos donde lo más común es encontrarte a la gente local, los encuentras. Preguntadas por el debate que hay tanto en Ibiza como en su tierra acerca de la masificación por las quejas de algunos residentes, Andrea apunta: «Lo entendemos y me sabe mal. Si a nosotras, que no somos de Barcelona capital, ya nos agobia ir, no me imagino ser de una isla tan pequeña y tener esto...». ¿Y volverían? Andrea dice que sí, pero su hermana Laia duda: «Volvería mil veces a Menorca, pero no sé si a Ibiza o a Mallorca. Es muy bonito, pero para mí hay demasiada gente».
A través de un sendero que hay justo debajo del acantilado se llega a una especie de cueva pequeña desde la que un grupo de amigas se hace fotos. Explican que la persona que coja la cámara se puede meter en la cueva, ya que de esta manera los rayos de sol quedan tapados y el contraluz desaparece. Son todas turistas, menos una residente. «No nos hemos sentido para nada agobiadas en la isla, y eso que yo soy de las que se agobia muchísimo con la gente. Hasta ahora, los sitios a los que me han llevado eran tranquilos», comenta una de ellas. Buscan calas y playas, planes pausados.
Jana y Gabriel hacen su primera temporada en Ibiza. Ella es de Barcelona y él de Pontevedra, pero ambos viven en la Ciudad Condal. «Creo que cualquiera que tenga cuenta de Instagram se entera de este mirador», afirma Gabri, al ser preguntado por cómo supieron de él. «Y la basura hay que llevársela», subraya. Sobre la masificación, Jana comenta que se da sobre todo en agosto, no tanto en julio; y Gabri recuerda que en todo caso no es algo generalizado en la calle, sino más bien propio de zonas y espacios concretos.
Cuando la puesta de sol comienza a acercarse a su fin, en el sendero todavía hay quienes corren para poder llegar a tiempo. Muchos se suman en el último momento.
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