Rescatistas anónimos contra la escasez de medios en Formentera: «No estamos preparados»

El trabajador de un restaurante de Cala Saona utilizó su lancha semirrígida para rescatar a cuatro de los tripulantes del velero que la DANA lanzó contra la costa

Imágenes de un vídeo del rescate en Cala Saona

Imágenes de un vídeo del rescate en Cala Saona

Pilar Martínez

Pilar Martínez

Formentera

«Es muy fácil a toro pasado decir lo que habríamos hecho todos, pero si algo ha quedado claro con este desastre es que Formentera necesita mejorar su plan de emergencias para este tipo de situaciones». Esta es la opinión subjetiva de un testigo del rescate de los nueve ocupantes del catamarán siniestrado en Cala Saona por las rachas de viento provocadas por la DANA el pasado miércoles. Una opinión que comparte otra persona que observó desde las rocas todo el proceso y que todavía recuerda la impotencia que sintió al ver en peligro la vida de nueve personas. «Creo que hubo bastante descoordinación entre los equipos de emergencia y, sobre todo, falta de material adecuado», consideró ayer en declaraciones a este diario.

Ambos testigos se refieren al peligroso rescate que tuvo lugar en un saliente de rocas en Cala Saona durante la DANA. Cuatro embarcaciones fueron arrancadas de sus fondeos por el viento. Tres de ellas quedaron varadas cerca de la playa y sus ocupantes pudieron ponerse a salvo en los establecimientos cercanos, que les ofrecieron todo tipo de ayuda. Pero una cuarta nave, un catamarán Lagoon 400 de unos 12 metros de eslora, no tuvo tanta suerte y acabó estampado y atrapado entre los grandes bloques de piedra del acantilado situado en el margen derecho de la playa.

La fuerza del viento y el oleaje no permitía a los tripulantes descender por sí mismos del velero hacia las rocas, ya que corrían el riesgo de golpearse contra ellas. De hecho, alguna de las heridas más graves que sufrieron se debieron a sus intentos de llegar a tierra firme.

Efectivos de los bomberos y los socorristas del Consell Insular de Formentera intentaban ayudarles desde unas piedras cercanas, pero no tenían con qué superar los dos metros que les separaban. Consiguieron rescatar a cinco de ellos con la ayuda de numerosas personas que acudieron para echar una mano. Así lo recordaban ayer los testigos: «Vinieron todos a ayudar a las rocas: los hamaqueros, los encargados de la escuela de vela, trabajadores del Chacala, del hotel Cala Saona, del restaurante El Sol... todos hicieron lo que pudieron».

Pero si hay que destacar la figura de alguno de esos rescatadores espontáneos, ese sería la del argentino Joel, conocido como ‘Wifi’ o ‘el paellero’ del restaurante El Sol.

Se encarga durante su jornada laboral de trasladar, a bordo de una neumática de 5,50 metros y con un motor de 40 caballos, a los pasajeros de las embarcaciones fondeadas en la cala que quieren comer en el restaurante. O directamente, de llevar una paella sobre su cabeza si los clientes prefieren degustarla a bordo de sus embarcaciones.

Experimentado marinero y acostumbrado a acercar su lancha lo máximo posible a las embarcaciones, Joel no dudó en ofrecer su ayuda cuando se la pidieron para intentar un arriesgado rescate por mar de los cuatro tripulantes del catamarán que quedaban a bordo.

En la playa había otras lanchas neumáticas, entre ellas la de los socorristas, pero carecían de un motor lo suficientemente potente como para vencer al fuerte viento y al violento oleaje.

Con la pericia obtenida con sus años de experiencia en el mar, Joel se aproximó al catamarán, se abarloó a él y, con la ayuda de Fabián, el socorrista del Consell que se había ofrecido voluntariamente a acompañarlo, consiguió subir a bordo a los pasajeros del catamarán, que a esas alturas estaban ateridos de frío, magullados y en shock por todo lo vivido.

No solo eso, también recogieron en su camino de regreso a la playa a dos personas que, asustadas, les pidieron ayuda desde su velero, fondeado en la cala. «Es lo que hago todo el día, subir y bajar gente de las embarcaciones, obviamente no en estas circunstancias, pero la experiencia me sirvió para estar tranquilo», comentaba ayer Joel, quitándole importancia a su notable actuación.

Una intervención que, unida a la de decenas de personas anónimas por toda la costa de Formentera, ayudaron a que una situación excepcional y potencialmente trágica como la del pasado miércoles, se saldara con tan solo daños materiales.

«No estamos preparados para hacer frente a estas calamidades y es muy triste, porque estamos rodeados de agua y, en verano, de embarcaciones», lamentaba ayer otro de los testigos, que añadió: «No tenemos ni siquiera una base de Salvamento Marítimo, está claro que faltan medios y organización».

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