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La propietaria de una villa en Ibiza: «Nos hemos tenido que gastar un pastón en seguridad»

Los delincuentes aprovechan que los inquilinos alojados en la casa, con licencia para operar como vivienda turística, salen a cenar o de fiesta para acceder al interior y robar sus pertenencias a pesar de las potentes medidas de seguridad contratadas por la propietaria

Vista aérea de una zona rural de Sant Antoni con algunas viviendas, foto de archivo. César Navarro

La posesión de una villa heredada y la posibilidad de explotarla como alojamiento turístico legal se han convertido en un auténtico calvario para la propietaria, que tras siete años y catorce robos, no sabe cómo poner freno al problema de seguridad que sufre el domicilio.

Al estar ubicada en una zona rural y aislada en el municipio de Sant Antoni, la vivienda es un blanco fácil para delincuentes durante las horas nocturnas, cuando aprovechan la ausencia de los inquilinos que salen a cenar o de fiesta para burlar el sistema de vigilancia y acceder al interior.

«El año pasado entraron [a robar] siete veces, la vez que más. La mitad del total, incluyendo esta temporada. Siete veces en un solo verano. Me levantaba cada día con el miedo de recibir una llamada de la empresa de seguridad para avisarme de que habían entrado a robar», relata la dueña, que prefiere no dar su nombre. «Entraron todos los meses: en mayo, junio, julio, agosto y también en septiembre, dos veces», enumera.

La villa se alquila semanalmente a turistas a través de una agencia que es la que se encarga de gestionar las reservas de los clientes, generalmente extranjeros y casi siempre familias. «A una casa en mitad del campo se suele alojar gente madura, aunque también hay algunos jóvenes que vienen a celebrar despedidas o cumpleaños», cuenta.

A pesar de que los primeros años en los que pusieron en marcha el alquiler de la vivienda fueron tranquilos,en un momento determinado empezaron a desvalijar a los inquilinos «cada dos por tres».

Un botín valorado en 30.000€

En ese momento, las reservas turísticas de la casa estaban en manos de otra agencia y se organizaban fiestas de manera habitual. «La primera vez que entraron a robar estaban alojados en ella unos turistas canadienses y se llevaron pertenencias valoradas en 30.000 euros.

Es la vez que se han llevado cosas de mayor valor», asegura. «Tenían macro altavoces, se trasladaban en taxis pirata... Venía gente a la casa y estaban toda la noche de juerga, bebiendo y drogándose, y ya por la mañana algunos de los asistentes saqueaban a los inquilinos».

Muchos de ellos, escarmentados por el robo, no ven ya la vivienda como una opción en la que alojarse en el futuro durante su visita a Ibiza. La dueña añade que los delincuentes aprovechaban el momento después de las fiestas, cuando todo el mundo estaba durmiendo, para cometer el robo. «Los tres primeros tuvieron lugar cuando los arrendamientos estaban en mano de aquella agencia, después decidimos cambiar y contratar otra», señala.

Abandonados por el seguro

La asiduidad de los robos obligó, además, a reforzar el sistema de seguridad y vigilancia de la villa. Pero a pesar del dinero invertido en este sentido los delincuentes han ido encontrando, temporada tras temporada, la manera de acceder al interior (eludiendo las cámaras y reventando la puerta) y llevarse las pertenencia de los turistas, entre las que normalmente encuentran ordenadores portátiles, dinero en efectivo, joyas y ropa, bolsos y zapatos de marca, entre otros.

Otro de los problemas con los que ha tenido que lidiar la propietaria este verano, después de un robo que sufrieron durante el mes de julio, es el abandono por parte de la aseguradora. «Nos dieron de baja y los daños de los tres últimos robos ya no nos los pagaron, no nos creían ni presentando la denuncia», relata la dueña. «Decían que cómo podía ser que nos hubieran roto la puerta por tercera vez, que nos lo estábamos inventando», continúa.

Los mismo le sucede con la Guardia Civil cada vez que acuden para denunciar los robos para, precisamente, presentar posteriormente el documento a la aseguradora. La propietaria sigue relatando cómo en la vivienda de enfrente, que pertenece a una mujer inglesa, también han entrado dos veces este verano con el mismo propósito delictivo, incluso contando con un sistema de seguridad muy potente y en un momento en el que —según cree— había gente en el interior de la casa.

Sin embargo, en ninguna villa de alrededor les superan en cuanto a número de robos. Tampoco en todo el municipio, según comentaron a la arrentaria los agentes de la Guardia Civil en una de esas visitas para denunciar. «Ya no sabemos qué hacer, porque los inquilinos volverán a la isla, pero desde luego a esta casa no. Los guardias nos han dicho que no conocen ninguna otra vivienda en Sant Antoni en la que hayan entrado a robar tantas veces», concluye.

Gran inversión en el sistema de seguridad

Como medidas para intentar evitar los robos en la casa que alquila turísticamente, la dueña ha fortalecido a lo largo de los años la seguridad en el exterior de la vivienda. Al principio, contaba con un sistema de alarmas que fue complementando más tarde con cámaras de vigilancia y esta temporada con la presencia de un guardia privado de seguridad, cuya presencia parece paliar un poco el problema.

«Antes sólo teníamos alarmas contratadas con lo que se conoce como ‘servicio de acuda’, es decir, que cuando sonaban se desplazaba hasta la casa un guardia de la empresa de seguridad privada. Pero cuando vimos que había tantos robos, pusimos cámaras con detectores de movimiento que también activaban la alarma», detalla. En ese caso, lo que hacían los ladrones era girarlas con ayuda de algún objeto alargado para evitar el sensor, por lo que la alarma sonaba cuando ya estaban dentro y les había dado tiempo a robar. Los vecinos no escuchaban nada y se aprovechaban del espacio de tiempo que pasaba hasta que el personal de seguridad se trasladaba hasta la casa.

Esta temporada la propietaria ha contratado a un vigilante privado que permanece en las inmediaciones de la villa mientras los inquilinos están fuera. «Una noche lo despistaron haciendo parpadear una linterna en mitad del bosque. El guardia se metió en el coche para ir hasta el punto de donde venía la luz y cuando estuvo dentro del vehículo sonó la alarma. Habían aprovechado para entrar», recuerda la dueña. Desde entonces sólo han tenido un intento de robo. Cuando las personas que se disponían a entrar en la vivienda vieron al vigilante, se fueron.

«Nos hemos tenido que gastar un pastón en seguridad», señala la propietaria, que se lamenta. En su familia tienen esto como un negocio, «pero no hay negocio con tanto robo». «Entre eso y el porcentaje que se lleva la agencia y el pago de los impuestos...», recalca.

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