Obituario

Fallece la misionera de Ibiza Carmen Juan a los 92 años

Trabajó en una misión humanitaria en la actual República Democrática del Congo durante 40 años

Carmen Juan, a la izquierda, junto a su hermana Alicia, en una imagen de 2007.

Carmen Juan, a la izquierda, junto a su hermana Alicia, en una imagen de 2007. / D.I.

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

La misionera ibicenca Carmen Juan Ramos ha fallecido a los 92 años de edad, según informó ayer el Obispado de Ibiza en una nota. La religiosa se dedicó durante 40 años a la misión humanitaria en el África Central, principalmente en la actual República Democrática del Congo (antigua Zaire), hasta que en 2007 regresó a España por motivos de salud.

La religiosa estudió Enfermería en Valencia y trabajó primero en la desaparecida Clínica Villangómez de Vila y después en el hospital de Son Dureta de Palma hasta que, con 35 años, su afán de conocer mundo y su carácter solidario la animaron a viajar al Congo, donde trabajó en hospitales de distintas regiones, principalmente en maternidad y en la atención de infecciones. Descubrió su vocación mientras trabajaba en Mallorca y conoció a Catalina Claverol, que tenía previsto ingresar en el Instituto de las Misioneras de Cristo Jesús en Javier (Navarra). La ibicenca siguió su ejemplo e ingresó en esa institución religiosa y, en 1967, fue destinada al Congo.

En una entrevista publicada en Diario de Ibiza en agosto de 2005, la religiosa explicaba que se había integrado tanto el estilo de vida congoleño que vestía sus trajes tradicionales, de enormes faldas amplias y estampados coloridos, con camisa y pañuelo en la cabeza. Tampoco se libró de las enfermedades que azotaban a la población del país y contrajo la malaria, la filaria, que casi le cuesta la vida y le obligó a regresar a España para ser tratada.

La misionera Carmen Juan, detrás a la izquierda, con un grupo de congoleños.

La misionera Carmen Juan, detrás a la izquierda, con un grupo de congoleños. / D.I.

Mortalidad infantil

En su última etapa estuvo destinada en la región de Bandundu, donde su orden se hacía cargo de un dispensario para maternidad y un sanatorio para tuberculosos. "Allí pueden nacer más de cien niños al mes, pero de estos no sobreviven más que cuarenta durante los dos primeros años. De los que sobreviven, una veintena vuelve a ingresar a los siete años debido a la desnutrición y a múltiples infecciones", explicaba a este diario.

En 1995, una mujer falleció durante un parto y Carmen Juan se hizo cargo del bebé, al que cuidó como si fuese su hija

En 1995, una mujer falleció durante un parto y Carmen Juan se hizo cargo del bebé, a la que cuidó como si fuese su hija. La orden religiosa también se hacía cargo de una escuela primaria bilingüe, donde se impartían las clases en el idioma kiaka y el francés para un millar de niños, cincuenta de ellos alojados en el propio centro debido a la larga distancia a la que se encontraban sus poblados.

La colecta en Ibiza

Carmen Juan y sus compañeras sufragaban su misión sin subvenciones del estado, solo con donaciones, y contaban solo con un coche para cubrir una zona de una superficie similar a la de Mallorca, con "una red de carreteras muy precaria y sin teléfonos en los edificios". Precisamente, el radio-teléfono que usaban las misioneras para comunicarse fue sufragado a través de una suscripción impulsada por el Skal Club de Ibiza en 1970, que costó 35.000 pesetas de la época.

"El otro día vino a la Misión un hombre andando desde 100 kilómetros con una hernia estrangulada desde hacía 15 días. La verdad es que no sé cómo estaba vivo"

En las cartas que envió la religiosa que se difundieron para iniciar aquella colecta, explicaba que jamás "había visto tanta miseria". "El otro día vino a la Misión un hombre andando desde 100 kilómetros con una hernia estrangulada desde hacía 15 días. La verdad es que no sé cómo estaba vivo. Llevaba tres días de camino para llegar aquí. Otro día, de camino a un pueblo, encontramos a una mujer que había dado a luz en el bosque antes de llegar a la Misión. Llevaba al niño desnudito, envuelto en una hoja de platanero, y casi no podía andar. Le preguntamos por qué no había venido a vernos la semana anterior, pero nos contó que no tenía nada que comer durante el trayecto y tuvo que esperar a conseguir un poco de luku y cacahuetes".