Medio Ambiente

Foro Futuro en Ibiza | Ana Alemany: «Hay mujeres extraordinarias que luchan por los océanos»

La escritora Ana Alemany, autora de ‘Mujeres de los mares’, y la joven activista medioambiental Olivia Mandle, que ha recogido 155.000 firmas contra los delfinarios, intervienen en el IV Foro Futuro

Olivia Mandle, ayer durante su charla en el Foro Futuro.

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

La divulgadora Ana Alemany descubrió «un mundo nuevo» cuando escribió ‘Mujeres de los mares’. Las 20 protagonistas de las que habla en ese libro le hicieron darse cuenta de que «existen mujeres extraordinarias que luchan por nuestros océanos», contó ayer en el IV Foro Futuro, celebrado en el auditorio de Jesús.

Alemany estudió derecho, que no ejerció «ni un día» desde que se graduó: «No consideré que fuera lo mío». Primero se dedicó a ser «madre de familia numerosa» hasta que llegó ese instante en que se te enciende una bombilla en la cabeza y lo ves todo claro: «Cuando encontré el hueco, empecé a escribir». Ya es autora de cuatro libros y trabaja además para un periódico: «No hay que desesperar cuando no encuentras tu lugar», recomendó a la audiencia, compuesta por jóvenes de instituto.

Las 20 protagonistas de ‘Mujeres de los mares’ le han enseñado «que no existe el no, el no podré hacerlo, el me da miedo, el eso no es para mí… Si se cree en algo, antes o después saldrá. Hay que empeñarse en ello». Otro tip de charla estilo autoayuda: «No todo el mundo es brillante. Pero eso se suple con el esfuerzo y el trabajo».

La escritora Ana Alemany, autora de ‘Mujeres de los mares’, interviene en el IV Foro Futuro

José Miguel L. Romero

En ese volumen habla de la vida útil de las plataformas petrolíferas y de cómo dos mujeres, las científicas Emily Callahan y Amber Jackson, crearon en 2015 Blue Latitudes para intentar reciclar el mayor número de ellas: «Desde 1998 hay dos alternativas: o desmantelarlas y arrastrarlas fuera del océano para reciclarlas, o bien hundirlas. La segunda es la más económica. Pero hay una tercera opción: convertirlas en arrecifes». Es lo que se hace, cuando es posible, en el golfo de México. Hay 500 plataformas adheridas para ser transformadas en arrecifes vivientes, si bien sólo un 30% pueden optar a esta solución. Por ejemplo, se descartan las que se encuentran en la desembocadura de un río, especifica Alemany. Callahan y Jackson facilitan ese reciclaje desde Blue Latitudes y por su trabajo fueron reconocidas por Forbes como dos de las 30 personalidades más importantes en el sector marino.

No son las únicas mujeres extraordinarias que salvan océanos. También es reconocida en el libro de Alemany la labor de Carlota Escutia, geóloga experta en paleoclimatología, ciencia que ha permitido descubrir que hace 50 millones de años había un clima tropical en los polos, para 16 millones de años más tarde iniciar el proceso contrario, es decir, de enfriamiento: «Escutia —cuenta Alemany— va a los polos en barcos que perforan hasta 2.000 metros de profundidad, lo que ha permitido descubrir esos cambios climáticos». En los lodos extraídos detectaron la presencia de semillas de baobab, restos de polen, cenizas de volcán… No, los polos no estuvieron siempre cubiertos por espesas capas de hielo. Su labor, indica Alemany, «ha sido fundamental para saber qué ocurrió en el pasado», de manera que ahora conocemos «cómo elaborar modelos de futuro» ante el cambio climático.

En su labor de investigación, Alemany descubrió a las haenyeo, las buceadoras de la isla surcoreana de Jeju que, desde 2016, son patrimonio cultural de la humanidad «por la trasmisión de valores, de madres a hijas; por mejorar la condición de las mujeres en la comunidad (los hombres se quedaban cuidando a los niños mientras ellas trabajaban), y por su labor en la conservación de los mares», pues no sobreexplotan sus costas. En realidad, la mayoría practica ahora el mujil (apnea: son capaces de estar tres minutos bajo el agua) como reclamo turístico, si bien esa práctica «fue el motor económico de la isla hace décadas».

Buscando a Dory

Alemany también buscó a Dory, la protagonista desmemoriada de ‘Buscando a Nemo’. Dory, que encarna un pez cirujano azul (Paracanthurus hepatus), se puso de moda tras estrenarse esa película en 2003. Después empezó «una pesca masiva de ese pez, ahora casi en vías de extinción» por esa causa. Alemany descubrió que la ecóloga y fotoperiodista Shannon Swanson averiguó qué ocurría a las Dory de Indonesia desde que eran pescadas hasta que llegaban a los acuarios particulares de EEUU, vendidas hasta por 100 dólares la unidad: «Se atrapan con técnicas terribles, usando cianuro y explosivos. Matan a peces que no necesitan y destruyen el arrecife en el que viven. Además, se pasan días metidos en bolsas, por lo que mueren muchos».

Ana Alemany prepara un nuevo libro: ‘Mujeres y reino animal’, donde una de sus protagonistas es una dentista de caballos. Su labor es apasionante: «En estado salvaje, llega un momento en que estos animales dejan de comer porque sus dientes, que no paran de crecer, se clavan en sus bocas». Y entonces interviene esa dentista.

En el foro participó además Olivia Mandle, una joven muy influyente a la hora de concienciar sobre la amenaza de los microplásticos en el medio marino y la necesidad de proteger a los «sensibles» delfines. Acudió a la charla vestida con un jersey en el que aparece impreso el lema de una campaña, ‘No es país para delfines’, para la que ya ha recogido 155.000 firmas y que persigue acabar con esas cárceles para mamíferos marinos.

Súper poderes

«Tenemos un súper poder: el del consumo, el de las decisiones que tomamos al consumir. Podemos controlar lo que compramos y comemos», contó esta joven activista medioambiental a otros chicos de su edad que acudieron al auditorio. Y puso un ejemplo muy simple de cómo podemos aportar nuestro grano de arena a esa lucha: «Si apagas la luz al salir de tu cuarto, ahorras energía, pones una semilla para el cambio».

«Tenemos un súper poder: el del consumo, el de las decisiones que tomamos al consumir. Podemos controlar lo que compramos y comemos"

Con 12 años, Mandle creó el Jelly Cleaner, «para limpiar de microplásticos la superficie del mar». El artilugio es sencillo y está compuesto por material reciclado: dos botellas de plástico que hacen de flotadores, otra en medio para canalizar el agua y unas medias de ballet (una de las aficiones de Mandle) que sirven de filtro.

Así empezó hace cuatro años su activismo, si bien la bombilla de la concienciación se le iluminó cuando a los cinco años fue de excursión con el colegio al zoo de Barcelona y vio allí a sus animales favoritos, los delfines, haciendo monerías, aunque encerrados: «Salí de allí con sentimientos contradictorios. ¿Esos delfines vuelven a sus casas después del espectáculo?, pregunté a mis padres». La respuesta que le dieron -entre ellos su madre, la socióloga y emprendedora Mónica Navarro, presente en la sala- se la pueden imaginar.

De un delfinario a otro

En 2020, con 13 años, lanzó su primera campaña: «Pedí que aquellos tres delfines fueran trasladados a un santuario marino». Eran los mismos que había visto ocho años antes. No habían vuelto aún a su casa. Ni lo harían, pues la campaña, pese a recoger 50.000 firmas, sólo logró que fueran reubicados en otro delfinario de Atenas. Un golpe de realidad del que acabó «decepcionada y frustrada». Pero ahí sigue, erre que erre: «España es la mayor cárcel de delfines de toda Europa», clama. Promueve el cierre de todas esas instalaciones. «¿Es educativo ver a un delfin estresado y deprimido?», se pregunta de manera retórica. «Estudiar a delfines en cautiverio es como estudiar a la humanidad encarcelada», responde con una cita del oceanógrafo Jacques Cousteau: «No hay excusas validas, ni siquiera si se alega que se hace por su conservación».

El «sueño» de esta mujer, cuyos referentes son la etóloga Jane Goodall, el naturalista David Attenborough y la bióloga marina Sylvia Earle, es estudiar biología marina y crear un santuario marino en la Costa Brava para «estudiar en libertad a los animales».

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