Danza

Sandy Plant, fundadora del Estudio Capricorn de Ibiza: «Es un honor estar entre las ‘10 dones de 10’, pero no siento que haya hecho nada fuera de lo normal»

Para la directora de esta academia de baile de Vila su máximo referente femenino es su madre, Betty Plant, ella, dice, «sí que hizo cosas increíbles»

Maite Alvite

Maite Alvite

Acaba de cumplir 74 años y Sandy Plant sigue ahí, incombustible, al frente de Estudio Capricorn, dando clases, organizando festivales y preparando a su alumnado para los exámenes de la Royal Academy of Dance de Londres. Esa energía e ilusión inagotables y su condición de pionera en la historia de la danza de Ibiza bien merecen el homenaje que Sa Nostra Sala le rinde, a ella y a otras nueve mujeres relevantes de la isla, en la exposición ‘10 dones de 10’, que se puede visitar hasta el 14 de abril. Sin embargo, Plant está convencida de que no es merecedora de un reconocimiento del tal calibre: «Es un honor, pero no siento que haya hecho nada fuera de lo normal, nací y crecí en el mundo de la danza porque mi madre tenía una escuela de baile, ella sí que hizo cosas increíbles».

Todavía no ha asimilado la buena nueva. De hecho, cuando supo que formaría parte de esta muestra, organizada con motivo del 8M, sólo se lo comentó a su hijo, Adrián Gas, también bailarín y coreógrafo, que es el que se ha encargado de difundir la noticia a través de sus redes sociales. La fundadora y directora de Estudio Capricorn está recibiendo felicitaciones «desde Inglaterra, Estados Unidos y Australia». «Me ha emocionado mucho que me dieran la enhorabuena un montón de artistas, gente que para mí son muy importantes y que están a un nivel mucho más alto que yo», dice Plant, que no se cansa de repetir a todos que ella sigue siendo la de toda la vida, «Sandy, la guiri de Vía Púnica».

Nacida en Inglaterra, de padre músico y madre bailarina y profesora de danza, Sandy Plant tenía todas las papeletas para dedicarse a la rama artística. De sus recuerdos de infancia rescata la imagen de ella con poco más de tres años «metida en una camita colocada sobre el piano que había en el pequeño estudio de danza» que su progenitora había montado en el segundo piso de su casa.

Sin embargo, la directora de Estudio Capricorn no tuvo clara su vocación desde un principio. Había comenzado su «formación en ballet, moderno y claqué» siendo bien pequeña, en la escuela de danza de su madre, Betty Plant, pero a los trece años, confiesa, le dijo que no quería ser bailarina. En plena adolescencia, con las hormonas revolucionadas por The Beatles y The Rolling Stones, en busca de su propia identidad y saturada de «vivir el baile todos los días», lo que le apetecía era «algo diferente». La pataleta le duró poco, a los diez meses ya estaba diciendo que quería retomar las clases.

Junto al panel dedicado a la fundadora del Estudio Capricorn en la exposición ‘10 dones de 10’ hay un bonito tutú, que esconde una entrañable historia. Con él, explica, ganó a los catorce años un tercer premio de un concurso de danza al que se había presentado interpretando una coreografía que, a petición suya, le había hecho su madre. Luego llegaron otros certámenes y a los 16 años decidió que quería formarse como bailarina profesional. Lo hizo en la Muriel Tweedy School of Dance de Manchester. Obtuvo también el título de profesora de danza en diversas instituciones como la Royal Academy of Dance.

Los referentes femeninos de Sandy Plant son, sobre todo, su madre y una profesora que tuvo en esos tiempos, Arlene Phillips, «una gran coreógrafa».

De las Tiller Girls a Ibiza

Tras terminar su formación, Plant se presentó a su primera audición y la contrató el Theatre Royal Drury Lane de Londres. Después firmó con la que entonces era una de las más famosas compañías de Inglaterra, Tiller Girls, de la que curiosamente, ya había formado parte su madre. Estuvo allí cerca de cuatro años, pero lo dejó porque prefería el baile moderno.

Con 28 años llegó a Ibiza «para trabajar en verano bailando en Sa Tanca». Fue allí donde conoció a Gerardo Gas, promotor y músico catalán, que en ese momento era el director de esta conocida sala de fiestas de Sant Antoni. Con él formó pareja profesional y sentimental.

Sa Tanca no fue el único sitio donde en aquellos tiempos actuó la bailarina inglesa, después también lo hizo en el Casino de Ibiza.

Fue Gerardo Gas quien la animó a abrir una escuela de baile en Ibiza, «porque entonces en la isla había poca cosa». Reconoce Plant que al principio se negó. «No me apetecía para nada, era muy consciente de lo que había pasado mi madre, los momentos difíciles que había tenido que atravesar y los dramas con cada alumno. No sabía si podría aguantar eso, pero mira, aquí estoy 40 años después y viva todavía», dice entre risas.

Estudio Capricorn abrió en 1982, primero en el segundo piso de una casa ya desaparecida que había en la avenida Ignasi Wallis de Vila. La acogida fue muy buena porque Plant, aprovechando el tirón que tenía entonces el aeróbic, empezó a dar clases de esta disciplina para adultos, y estos, al ver que el centro también ofrecía clases de ballet, moderno y claqué para niños, comenzaron a apuntar a sus hijos en la academia.

Pronto la ubicación original de Estudio Capricorn se quedó pequeña y sus fundadores, Gas y Plant, decidieron trasladarse a Vía Púnica en 1983. Un año después, nació su hijo, Adrián, que se crió en la academia de danza y que decidió seguir los pasos de su abuela y de su madre como bailarín y coreógrafo.

No ha sido el caso de Adrián, que ha mamado la danza, pero en un mundo como éste, donde predominan las féminas, Plant reconoce que otros alumnos que ha tenido en su estudio «sí han tenido muchos problemas para poder bailar». «Lo importante es que, como han tenido que lucharlo, van a las clases con hambre de danza», resalta.

Estar casi 41 años al frente de Estudio Capricorn le ha enseñado muchas cosas a su directora, que ha educado a varias generaciones de bailarinas y bailarines de Ibiza. La primera lección aprendida, apunta, «es que no hay una alumna igual». «Altas o bajas, delgadas o gruesas», a la directora de Capricorn no le importan tanto las condiciones físicas de sus aprendices como «su ganas, lo principal en el mundo del baile». Habla mucho con su alumnado, en ese castellano con acento inglés tan pronunciado, y les inculca valores tan importantes como la disciplina y la humildad.

Sandy Plant cumplió los 74 el pasado viernes y lo celebró dando clases, «una de puntas, dos de claqué y una de ballet», enumera. Su madre se retiró con 75 años, una opción que a ella ni se le pasa por la cabeza. Le encanta su trabajo y estar rodeada de juventud. «Mientras pueda y las alumnas me traguen yo voy a seguir dando clases», dice con una firmeza que no deja lugar a dudas.

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