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La cita

8M en Ibiza: Helena de Troya alza la voz

Hoy Can Ventosa (19.30 horas) acoge la última representación de ‘Juicio a una zorra’, con Meritxell Martínez dirigida por Maruxa Martos

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8M en Ibiza: Helena de Troya alza la voz Toni Escobar

«¡Soy un arma de destrucción masiva!», clama Helena de Troya, la zorra de Esparta, desde el escenario de Can Ventosa. Copa de vino en mano. No muy llena de líquido, pero rebosante de poción egipcia, el diazepam y el prozak del mundo clásico, esa mezcla misteriosa que, como asegura la protagonista de ‘Juicio a una zorra’, consigue que rías aunque pasen por el bronce a tus hijos. «¡Soy un arma de destrucción masiva!», clama Helena de Troya, la zorra de Esparta, desde una madurez amarga, cruda, en la que echa la vista atrás y explica al jurado, el público que llena el auditorio, su historia. La suya. La de verdad. La que ha vivido en sus carnes.

«¿Quién escribe la historia?», grita, pensando en la ristra de hombres, héroes sobre el papel, que destrozaron su vida. Ésa que esta noche desgrana, entre trago y trago a esa ambrosía estupefaciente con la que llena y rellena y rellena y rellena y vuelve a llenar su copa. Porque hoy Helena cuenta la verdad. Su verdad. Salpicada con los truenos imponentes de su padre, Zeus, que molesto con su hermosa hija intenta acallar su voz. Ésa que nunca, hasta ahora, ha podido alzar. Ésa que nunca, hasta el texto de Miguel del Arco, ha contado su propia vida. La voz de Helena, vehemente, etílica y clara, se alza por encima de los truenos, pero los tentáculos de Zeus, enfadado, se ceban con la mujer que osa prestarle a la mujer más bella de la Antigüedad su piel y su cuerpo. Atrapan la garganta de Meritxell Martínez, se enredan en ella. Tose, bebe, calla, sigue tosiendo, se vence por la cintura, trata de hablar, de que Helena hable, pero Zeus, encarnando a todos los seres masculinos tan valientes sobre el papel como cobardes en la realidad, sigue apretando. Helena para, calla, bebe, tose y vuelve a alzar su voz tanto tiempo silenciada. Esta noche nadie la puede callar. Tiene la poción egipcia. Y ya le da igual lo que pueda pasarle.

Ya lo ha sufrido todo. El desprecio de un padre caprichoso que la engendró salpicando de plumas los muslos de su madre. El desdén de un padre putativo que la mantuvo escondida, aumentando la leyenda de su belleza, para sacar de ella el máximo rédito matrimonial. El rapto de un presunto héroe, Teseo, que la convirtió, a los nueve años, en un juguete sexual que usó a su antojo hasta que se cansó. Un embarazo infantil. Un parto. Una hija escondida y entregada a su hermana mayor para acabar, luego, sacrificada. Un matrimonio forzado. Orquestado por su padre adoptivo y su futuro cuñado. La violación de un marido que pretendía llegar con los embates de su verga al Olimpo. El amor. La pasión. La huida a Troya, recibida como la causante de la guerra. Deseada por su suegro, que la miraba como si quisiera engendrarle un bastardo más para su larga colección. La muerte de Paris entre sus brazos, mirándola pero sin verla, incapaz de creerse que hasta ahí había llegado su vida de príncipe troyano.

Helena bebe. Sigue bebiendo. Vino. Aderezado con la poción egipcia. Sus pies tropiezan con las botellas, que riegan el escenario. Busca el olvido. Eso que tanto temían los hombres que la rodeaban. El propio Paris. Ulises. Su padre. De su voz no se libran los grandes héroes de Troya. Ni Odiseo, paticorto. Ni Aquiles, vestido de mujer. Ni siquiera Penélope se salva. La máxima representante de la fidelidad conyugal, afirma Helena, yació con todos y cada uno de los pretendientes que aspiraban a conseguir el trono y el lecho de Ulises.

Helena, que arrasa con todo, con la que ya no puede ni el mismo Zeus, no va a preocuparse por lo que opinen de ella los imbéciles mortales que hace una hora que la escuchan, absortos. Le da igual el juicio. Le da igual el veredicto. Ha alzado su voz, ha contado su historia. Si la verdad es belleza y si la belleza es verdad su vida ha sido una gran mentira. Nunca se sintió amada, confiesa Helena de Troya, la zorra de Esparta, la mujer más bella de la Antigüedad, sobre la que se cierne la oscuridad de los focos, tras la que el jurado habla. Aplaudiendo. Poniéndose en pie. Subyugados. Helena de Troya, la zorra de Esparta, gana.

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