Entrevista | Meritxell Martínez Actriz

Meritxell Martínez: «Juzgamos a Helena de Troya porque no hacemos otra cosa que juzgar»

Protagoniza la obra ‘Juicio a una zorra’, en la que Miguel del Arco da voz a la reina de Esparta y que se estrena este viernes en Can Ventosa

Meritxell Martínez, ayer en Can Ventosa antes de un ensayo para ‘Juicio a una zorra’.

Meritxell Martínez, ayer en Can Ventosa antes de un ensayo para ‘Juicio a una zorra’. / Vicent Marí

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

«Esta noche seré yo quien elija las palabras. Esta noche seré yo quien hable desde este lugar al que he sido condenada». Son las primeras palabras de ‘Juicio a una zorra’. Las primeras palabras que Miguel del Arco escribió para darle voz a Helena de Troya. Las primeras palabras que este viernes, este sábado y este domingo (entradas gratuitas pero con reserva en eivissa.es) pronunciará cada noche sobre el escenario Meritxell Martínez, que se enfunda en la piel de la reina de Esparta y en un vestido rojo para la obra, dirigida por Maruxa Martos (ayudada por Vicky Roldán) e incluida por el Ayuntamiento de Ibiza en los actos del 8 de Marzo. Es Helena, pero visto el descenso a sus propios infiernos al que la ha llevado preparar este personaje, bien podría ser Perséfone. El proyecto le llegó a Meritxell, nacida en Reus hace 40 años, justo en el momento en el que había decidido dejar a un lado su profesión de enfermera para apostar por la actuación. Descubrió el teatro, de hecho, cuando acabó todas las formaciones, cursos, másteres, talleres y cursillos que necesitaba para ganar puntos y situarse bien en la bolsa de enfermería. Profesión que ahora le sirve para darse cuenta de que Helena de Troya, metida en su piel, la lleva al límite. A 170 pulsaciones por minuto.

¿Helena de Troya somos todas?

Ahí está el intríngulis de la historia. Helena son todas las mujeres que durante toda la historia han sido mudas. Se le da voz. Todo el mundo habla de ella, pero ella no tiene voz y aquí tiene la oportunidad de contar su historia con sus palabras.

¿Qué pensó al leer el texto?

La juzgué. Es fuerte, pero la juzgué. Y la he juzgado durante mucho tiempo. Históricamente es lo que hemos hecho. Y lo que seguimos haciendo porque aún tenemos un sentimiento patriarcal. Intento que no, pero la forma de hablar, de comportarnos… Aún tenemos muchos micromachismos. Lo tenemos tan dentro de la cabeza, tan normalizado... Y no. No tiene por qué ser así.

La juzgamos a ella y no a Paris.

Sí, pero es que creo que juzgamos porque es lo que nos gusta y lo que mejor se nos da a todos. Juzgamos a Paris, a Helena… No hacemos otra cosa que juzgar. Alguien hace una obra de arte y ya estamos diciendo «yo esto lo habría hecho así», «yo he visto que esto no se hace de esta forma». Opinamos a la charramandusca. Sin pensar mucho.

¿Cómo ha sido meterse en la piel de esta Helena?

Pues estoy muy sensible porque ha sido un viaje muy duro. Muy doloroso. Revelador. Para que todo esté lleno tienes que crear muchas cosas que no están escritas. Tienes que hablar de algo muy duro que a ti no te ha pasado. A mí no me han violado. Mi manera de dar vida al personaje ha sido generando recuerdos, recreando, hasta un punto que ha afectado a mi vida personal. Ha sido un trabajo de recrear, recrear y recrear hasta tener imágenes para llenar esas palabras que no son mías, son de Helena. Para hacerlas mías he tenido que recorrer un camino que me ha dejado removida.

¿La Meritxell que se metió en la piel de Helena no es la misma que la que saldrá de ella?

No, no. ¡Qué va! Helena me ha dado un regalazo. Soy un poco como Whoopi Goldberg en ‘Ghost’, le cedo mi cuerpo a Helena y le digo: «Helena, chata, revienta esto. Di lo que tengas que decir, que aquí estoy yo para soportarlo». Es muy fuerte, 50 euros a la semana me cuesta la terapeuta.

Bueno, hay quien dice que el teatro le sirve de terapia.

A ver, hacer teatro es terapéutico. Te das cuenta de muchas cosas cuando estás en pleno marrón. Vas viendo cosas personales que piensas que tienes que trabajar. Es terapéutico, pero no es terapia. Con Helena he ido siendo consciente de muchas cosas. Te analizas mucho. Reflexionas sobre por qué piensas de esta forma o de otra. Estás constantemente analizándote a ti misma y a todo lo que te rodea.

¿Y juzgándose?

Es un problema que tenemos casi todos los actores. Con Helena me ha pasado. Sabemos que tenemos que interpretar a un personaje al 99% desde el corazón, desde lo emocional, y al 1% desde la cabeza, el juicio. Pero muchas veces es al revés: el 99% es cabeza y damos sólo el 1% al corazón. Ahí es cuando no hay verdad.

¿Y el público? ¿Saldrá de ver a esa Helena de Troya igual que ha entrado?

Pues espero y deseo que no. Creo que es imposible. Cambia la visión completamente. Es lo que me pasó después de leer el texto unas veinte veces. Ves que eso no es como te lo habían contado.

¿Ha sentido miedo por lo que ha visto, sentido o pensado metiéndose en la piel de Helena?

Mucho. Mucho miedo. Y mucha inseguridad. ¡Es que es Helena de Troya! ¿Sabes las veces que me he preguntado si yo era la persona adecuada para darle voz a Helena de Troya? He tenido mucho miedo, pero he estado muy acompañada por Maruxa y Vicky, que me han tenido muy cuidada y se han preocupado por mí en todo momento.

A Helena se la conocía por su belleza. ¿Una presión más?

Bueno, no puedo destripar mucho, pero la Helena que vemos aquí no es la de la Guerra de Troya, la que se va con Paris. Digamos que es una Helena un poco consumida, entre otras cosas, por los excesos.

Las copas de vino son parte importante de la escenografía, ¿no?

No es sólo vino. Es la bebida, en general. Hemos hecho algunos cambios en la obra.

No me diga que su Helena bebe tequila.

¡No! ¡No! No sé hasta dónde puedo contar, pero digamos que es la bebida mezclada con otras cosas.

Hay una frase del texto que habla de los estragos del tiempo y del naufragio de la belleza.

La belleza divina de Helena, que pregunta a quienes la escuchan, al público, si se cree inmune a esos estragos del tiempo y a ese naufragio de la belleza. Es una frase muy heavy.

A todas las mujeres, guapas o no, se nos juzga por el físico.

Sí. Sólo tienes que ver la televisión. Se juzga todo. Y hay mucha presión sobre nosotras. El cuerpo perfecto, el canon que hay que seguir... A ver, puedes ser gordita, por ejemplo, pero en ese caso tiene que estar todo bien colocado, bien puesto, con todo en su sitio. Por suerte, el cine está cambiando, está ampliando ese canon.

Helena sale de rojo al escenario. ¿Una declaración de intenciones?

Sí. Salgo vestida de rojo, que es el color protagonista del cartel de la obra de teatro. Creo que Helena está haciendo una declaración de amor y ese rojo es la pasión, el fuego, el poder… Ella quiere seguir manteniendo eso. Su belleza, su explosión, su fuerza, la guerra, el fuego… La intención de Helena es explotar.

Suena autodestructivo.

Sí, totalmente. Sí, sí y sí. Porque le da igual. Eso es lo que acaba diciendo, de hecho, que le da igual el juicio del público, de esos mortales imbéciles. «Seguid haciendo lo que queráis, seguid reventando, destruyendo, violando… No cambiaréis».

Unos mortales imbéciles que somos sus jueces.

Sí, el público es el jurado, yo me dirijo a vosotros como tal. Vosotros, después de esa hora de monólogo, vais a decidir si soy culpable o inocente. Quiero que me juzguéis, entro ahí porque quiero ser juzgada. Lo que luego pase, ya es otra cosa, pero quiero, necesito, que se me juzgue. Atención a la palabra: necesito. Con urgencia. Porque ya no puedo más. Ésas han sido las claves para preparar a Helena: qué necesito y esa urgencia porque ya no puedo más.

No deja títere con cabeza.

No. Es buenísima en eso. Reparte a todos, a todos los que estuvieron en la Guerra de Troya… ¡A Aquiles! ¡Que era un superhombre! Me preocupa que habrá gente que igual no entenderá algunas cosas, o nada, con las referencias.

Mejor repasar la mitología clásica antes de ir al teatro, ¿no?

Estaría bien. Hay nombres complicados que he pronunciado mal un montón de veces estos meses.

¿Hacer de Helena la ha llevado a reinterpretar otros mitos clásicos? A reflexionar sobre por qué Medusa acaba siendo Medusa o la cobardía de Teseo, aclamado como héroe, al dejar abandonada a Ariadna en Naxos.

La verdad es que he tenido poco tiempo por el momento. Estos últimos tres meses he estado completamente inmersa en Helena, pero sí noto que estoy mucho más abierta a ver la cara B, no sólo la cara A, de todo. También de las historias. Soy más analítica y más crítica. Quiero indagar ahí, pero ahora mismo no estoy para nada más. Voy a tomar un café con mis amigas y soy monotema. Están hartas de mí. Tienen unas ganas locas de que llegue el estreno, dicen que estoy insoportable.

Bueno, muchas cuando son madres sólo hablan de sus hijos.

Pues, ahora que lo dices, es verdad. Pues esto es un poco lo mismo. Dejadme ser y estar así, que es como necesito ser y estar ahora.

Cuando dice que Helena pasa cuentas con todos, es que llega, incluso, a comparar cómo se ha contado su historia en contraposición a la de Penélope.

Sí, y es un momento importante en la obra. ¡Ay! ¡Es que no te puedo decir mucho de eso! Pero sí, todo tiene un doble significado, todo depende de los ojos que miran o de la persona que lo explica. Seguimos exactamente igual que entonces, en realidad. No ha cambiado nada desde Helena. Es triste, pero es así. Penélope, pobrecita mía… ¿Ves? ¡Ya la estoy juzgando! Es que es muy difícil no hacerlo.

Ese amor de Paris y Helena, ¿es una relación sana?

No, no lo es. Quieren dos cosas completamente diferentes. A ella le basta él, estar con él, vivir su vida, su amor, a su lado. Él quiere poder. Poder, poder y más poder. A la primera de cambio, además, se va con otras. Él quiere ser un hombre de la magnífica familia real troyana. Demostrar su poder: «Cojo a Helena de Esparta y la convierto en Helena de Troya». Hasta le cambia el nombre. No era un amor sano.

Una hora de monólogo. Sola. Y con un texto complicado. ¿Ha tenido que tomar muchos rabitos de pasa para la memoria?

[Ríe] Pues lo he hecho trabajando mucho. En casa igual me pasaba ocho horas memorizando el texto y luego estaba otras cuatro trabajando con Maruxa. Ha sido duro. Es un texto muy complicado. No son mis palabras, no hay ni una que sea como las mías. Leía siempre con el diccionario al lado. Leía «rutilar» y pensaba «¿qué es rutilar?» y lo buscaba. Pues así todo el rato. Muchas palabras que no entendía y que tenía que hacer mías. Ha sido muy difícil. Hubo momentos, de hecho, en que pensaba que no lo podría hacer, pero poco a poco veía que iba avanzando. En un mes y medio ya estaba todo el texto en mi cabeza.

Quedan unos días. ¿Nervios?

Muchos, pero con muchas ganas. Estoy haciendo mucha relajación. Y confío en que el trabajo está hecho, en que hemos currado una barbaridad, en que ya está listo para enseñar y en que toda la faena que hay detrás se verá. Me estoy bebiendo todas las mañanas un jarabe de confianza. Chupititos de ambrosía, de pócima egipcia. [Ríe].

Tras Helena, ¿se siente capaz de dejarle su piel a otro personaje?

Sí, sin duda. Si todos los personajes que prepare en mi, espero y deseo que larga, vida artística me dan lo que me ha dado Helena voy a ser una muy buena persona dentro de 40 años. Es impresionante lo que me ha regalado la Helena de Troya de Miguel del Arco. Pero da igual el personaje. El que sea. No importa. Incluso de una asesina se puede sacar algo. Helena me ha dado poder. No sé cómo explicarlo, pero me siento más poderosa después de Helena.

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