Colisée Sa Residència

«Venden Sa Residència como un resort de lujo para mayores en Ibiza cuando es un internado de película de terror»

En vista de las negligencias detectadas, Carmen Ortiz y María (nombre ficticio) visitan a diario esta residencia privada con plazas concertadas de Santa Eulària para asegurarse de que sus familiares estén bien atendidos

Imagen de archivo de Colisée Sa Residència, en el municipio de Santa Eulària.

Imagen de archivo de Colisée Sa Residència, en el municipio de Santa Eulària. / Vicent Marí

Maite Alvite

Maite Alvite

Carmen Ortiz y sus hermanos se turnan para visitar a diario a su madre de 99 años en Colisée Sa Residència para controlar que la atención que recibe sea la adecuada. Se pasan allí prácticamente ocho horas al día porque no se fían, han sido testigos de muchas negligencias que han afectado tanto a su progenitora como a otros usuarios. También María (nombre ficticio) hace vida en esta residencia del municipio de Santa Eulària porque quiere asegurarse de que su pariente recibe todos los cuidados que necesita. Ambas hablan a Diario de Ibiza en representación de los familiares y allegados de usuarios que el pasado 16 de enero enviaron un escrito al Govern respaldado por 136 firmas en el que denunciaban las graves deficiencias detectadas en este centro privado con 114 plazas, de las que algo más de las mitad son públicas.

Escrito enviado al Govern por los familiares de los usuarios.   |  TONI ESCOBAR

Escrito enviado al Govern por los familiares de los usuarios. / Toni Escobar

«Venden Sa Residència como si fuera un resort de 5 estrellas para personas mayores y realmente es como una internado de película de terror», afirma María. Carmen le da razón y comienza a relatar una serie de hechos que prueban que la anterior afirmación dista mucho de ser exagerada.

Errores en la medicación

La madre de Carmen Ortiz entró en la residencia gestionada por la empresa francesa La Saleta Care SLU en marzo de 2020 ocupando una de las plazas concertadas con el Govern. «Poco después del ingreso ya una de mis hermanas, que es auxiliar de clínica y ha trabajado muchos años en una residencia, detectó algunas negligencias y nos puso sobre aviso. Luego llegó la pandemia y se cerró el centro y hasta que los familiares no pudimos acceder al interior de las instalaciones, a finales de 2021, no pudimos ver todo lo que estaba sucediendo», explica.

La primera señal de alarma saltó un día cuando al levantar a su madre de la silla sus hijos se encontraron con pastillas que no se había tomado. «Nadie se había asegurado de que las hubiese ingerido», se queja Ortiz, que habla de «frecuentes errores en las pautas de medicación», que han sufrido tanto su progenitora como otros residentes. María expone el caso de un usuario al que «el servicio de urgencias del Hospital Can Misses le recetó un antiinflamatorio por cuatro días y que en la residencia le estuvieron administrando mes y medio, sin saberlo la familia, generándole una hemorragia gastrointestinal que provocó un nuevo ingreso hospitalario y una anemia que todavía se está intentando revertir».

En sus visitas diarias a Sa Residència, Carmen y sus hermanos controlan no solo la medicación que le dan a su madre sino también la alimentación que recibe. De hecho, tanto el desayuno como la cena los traen ellos de casa, además de un triturado de frutas que le dan por la tarde, para asegurarse de que la dieta sea lo más variada posible. «Teóricamente hay un dietista, en la práctica nos encontramos con que no se están teniendo en cuenta las intolerancias alimentarias y con que para aquellos que pueden masticar todo se reduce a patatas con pescado», apunta María.

La familia Ortiz también ha decidido ocuparse de la higiene de su progenitora al comprobar que su «aseo personal diario dejaba mucho que desear». «Mi hermana, la que es auxiliar de clínica, la coloca en la cama todas las noches y la asea», explica Carmen.

María critica, además, que los trabajadores «no tienen cuidado con las gafas, las dentaduras postizas y los audífonos de los usuarios». «O no se los ponen, o los colocan mal o los pierden», lamenta Carmen, que explica que ya se han roto dos audífonos de su madre y otro se ha extraviado.

Falta de profesionales

Todas estas negligencias Carmen y María las achacan fundamentalmente a «la acuciante falta de personal» de todos los perfiles profesionales, desde fisioterapeutas, hasta psicólogos, auxiliares o gerocultores. «Teniendo en cuenta el porcentaje tan grande de personas con un grado de dependencia elevado que hay en la residencia se necesita más gente para poder atender adecuadamente a los residentes, además la rotación del personal es muy alta», señalan. También hablan de «la falta de formación adecuada» de algunos de los trabajadores de la residencia. «Nos hemos dado cuenta de que hay personas que no tienen la cualificación que deberían o no tienen la titulación homologada», afirman. Se quejan de que «no se está pendiente de los cambios emocionales y de conducta de los residentes y que cuando surgen problemas se banalizan», de que «no se fomenta la autonomía motriz de los residentes» y de que «se están acelerando los procesos de deterioro». «Mi madre entró a la residencia caminando con un andador y a los pocos meses ya no se sostenía derecha», comenta al respecto Ortiz.

María también saca a relucir el uso indebido y excesivo de la sujeción física, «que está totalmente contraindicada, además de vulnerar el derecho a la dignidad de la persona». «Hemos visto que, en ocasiones, para bloquear sillas de ruedas, cuando los frenos no eran suficientes, se utilizaban fulares o el propio cinturón del usuario», explica.

Carmen Ortiz se refiere asimismo a la falta de empapadores para las camas y de pañales más absorbentes porque «se está utilizando doble pañal por la noche cuando está prohibido». «Mendigamos toallitas y tengo que traer el jabón de manos de casa», cuenta María. También aseguran que «falta material de enfermería», lo que ha llevado en ocasiones al personal a reutilizar el desechable.

Estas incidencias y unas cuantas más, como «la ausencia de un adecuado seguimiento de las enfermedades basales o de un protocolo continuado de hidratación» o «la inexistente atención psicológica», las recogió un grupo de familiares de usuarios de Sa Residència, entre los que están Carmen y María, en un escrito fechado el 16 de enero de este año. El documento lo enviaron a la dirección general de Atención a la Dependencia de la conselleria balear de Asuntos Sociales y Deportes, con copia también a la dirección general de Consumo de la conselleria balear de Salud.

Antes de terminar esta conversación, Ortiz puntualiza que los familiares reconocen «el esfuerzo, la implicación y la dedicación de algunos de los trabajadores de Sa Residència». «No los responsabilizamos a ellos de todas estas deficiencias en el servicio y la atención a los residentes, sino a la sobrecarga de trabajo a la que tienen que hacer frente y a la mala organización», concluye.

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