Entrevista | Carlos Rodríguez Franco Jefe de Oncología del Hospital Can Misses

Carlos Rodríguez Franco: «La situación del servicio de Oncología del hospital de Ibiza es crítica y frágil»

«Entiendo el malestar de los pacientes pendientes de revisiones, pero no se les atiende porque no se puede. Estamos atendiendo al paciente frágil cuya salud a corto o medio plazo depende de ello»

Carlos Rodríguez Franco, jefe de Oncología de Can Misses, en su consulta.

Carlos Rodríguez Franco, jefe de Oncología de Can Misses, en su consulta. / Vicent Marí

Marta Torres Molina

Marta Torres Molina

Jefe de Oncología del Hospital Can Misses y, muchos días, el único especialista del servicio. Así es el día a día de Carlos Rodríguez Franco, que reconoce la situación «crítica» en la que se encuentra el servicio tras la marcha de varios especialistas, lo que ha obligado a que oncólogos de Son Espases visiten Can Misses varios días a la semana para atender pacientes. La de los últimos tiempos es la peor situación que ha visto en el servicio. «Llegué aquí en un momento de crisis», recuerda Rodríguez Franco, que hace poco envió una foto de aquella época a un compañero de entonces confesándole que quería, en plan ‘Regreso al futuro’, volver a la situación de 2010. Eso sí, garantiza que, a pesar de la situación, los pacientes están bien atendidos. Eso sí, el jefe de Oncología destaca la "implicación" de la gerencia y la dirección médica a la hora de apoyar propuestas para, mientras no lleguen nuevos especialistas, mejorar la atención de los pacientes oncológicos.

¿Cuál es la situación del servicio de Oncología?

Muy frágil. Es un momento de complejidad por la carencia de profesionales que nos obliga a pensar muy mucho la utilización de los recursos, el tiempo para atender pacientes, que está muy limitado respecto a lo que teníamos hace uno o dos años. Es una situación complicada y frágil.

¿Por qué se ha llegado a esto?

Esta respuesta va a ser larga. Hay una serie de factores que suman. Algunas de las decisiones que se tomaron en los últimos años y la forma de funcionar, la estrategia del servicio, al final ha supuesto más presión de trabajo. La gente se siente incómoda por esa presión y empieza a pensar en irse. Cuando se van, aumenta la presión sobre los que se quedan, eso compromete más el día a día y empieza una espiral muy compleja. A ello se suma la dificultad que tenemos para atraer profesionales, fidelizarlos y construir un servicio con una estructura duradera. Eso nos ha llevado a tener dos oncólogos contratados sobre una plantilla teórica de cinco.

¿Cómo es un día ahora para un oncólogo de Can Misses?

Pues somos dos y hay una persona de baja. He estado los dos últimos meses solo con el apoyo en días concretos de los profesionales de Mallorca. Sin ellos no hubiéramos sobrevivido, pero es un refuerzo asimétrico. Hay días que estamos dos oncólogos, otros tres... El otro día éramos cuatro, pero hay jornadas en las que estoy solo y hay una gran parte de la actividad y problemas que surgen en el día a día que si estás solo sólo puedes resolverlos tú. El día a día es complicado. Requiere organizar bien el tiempo. Tienes que ver las incidencias del día, como pacientes que piden citas o pruebas pendientes y que son cosas que auxiliares y secretarias no pueden resolver por falta de huecos y porque necesitan conocer las prioridades. Hay reuniones con Medicina Interna, que está atendiendo a los pacientes hospitalizados, comités de tumores los días que hay, Formentera los miércoles e intento hacer una reunión corta a media mañana con enfermería del Hospital de Día y con Farmacia para resolver las incidencias de los pacientes, aunque la mayoría de días no podemos hacerla. Al final de la mañana dejo un espacio para los pacientes de planta, aunque los atiende Interna, hay que hacer valoraciones de los nuevos ingresados y, si hay progresiones en la enfermedad, soy yo quien da esa información al enfermo. A todo eso hay que sumar, además, ver a los pacientes en consulta, sobre todo a los que tienen tratamiento activo, que es en los que estamos concentrando los esfuerzos.

¿Los pacientes están bien atendidos?

Sí, pero es importante diferenciar entre los que tienen la enfermedad activa y los que están en programas de revisión. Con las carencias que tenemos dedicamos los esfuerzos a los primeros. Y la atención desde el punto de vista clínico es muy buena. ¿Percibida así por la población? Creo que no. A veces hay que cambiar a los pacientes de día o de médico para ajustarnos al personal que hay. Y llevamos un periodo en que casi no se está citando a pacientes para revisiones. La sensación que tiene la población es que el servicio funciona mal.

¿Y no es así?

A pesar de las carencias me gusta más el servicio de estos últimos seis meses que el de hace dos años con cuatro oncólogos. Funciona mejor y los pacientes están mejor atendidos. Pero la visión de los demás, desde fuera, será diferente.

Los pacientes pendientes de revisión temen una recaída y que no se les esté viendo. Es angustiante.

Entiendo el malestar que puedan tener estos pacientes. Hay retrasos de meses. Llaman y hay que decirles que no se les puede citar. El malestar lo entiendo perfectamente, pero no se les atiende porque no se puede. Y porque estamos atendiendo al paciente frágil, cuya salud a corto o medio plazo depende de que las atendamos. A los pacientes en programa de revisión nos gusta atenderlos, que nos cuenten sus dudas, tranquilizarlos... Pero la situación es crítica en cuanto a recursos y no podemos, mal que nos pese. Estamos concentrados en los pacientes con tratamiento, con enfermedad, con complicaciones del tratamiento, recién diagnosticados... También te digo que este mes ya se están abriendo agendas para revisiones, pero en una situación de carencia hay que tener clara la prioridad máxima.

¿Hay riesgo de no detectar una recaída por esa demora?

El riesgo de recaída siempre existe, pero es muy importante saber que normalmente la supervivencia de un paciente ya tratado no depende de un programa de revisiones. La mayoría de recaídas se detectan porque el paciente tiene síntomas y los comenta con su médico de cabecera o con otro especialista, nos lo comunican y se adelanta su visita. O porque no se encuentra bien y va a Urgencias. Las revisiones no son tan útiles para detectar recaídas como la gente cree. Puede pasar que en una revisión anual detectemos un síntoma de alarma y eso nos lleve a detectar una recaída, pero no hay mucha diferencia de tiempo entre eso y que se detecte por un síntoma que nota el paciente. El tratamiento es el mismo, el manejo es el mismo y no hay una diferencia de deterioro en el paciente. Si el retraso es muy grande podríamos llegar a perder la ventana terapéutica, pero tenemos que empezar a pensar en otros recursos de la sanidad. Ahora mismo, el recurso del oncólogo está tan escaso que los síntomas los debe controlar el médico de cabecera y, si ve que algo puede estar relacionado con el cáncer, contacta con nosotros. No hacer revisiones no significa más recaídas ni que vayan a vivir menos tiempo.

¿La situación crítica se soluciona contratando tres oncólogos?

Es que hay escasez de oncólogos en España. Hay otras provincias intentando contratar y tienen hospitales más atractivos que Can Misses. Estamos en desventaja. Aquí, con las plantillas tan cortas, la asistencia ocupa todo nuestro tiempo. Quien viene aquí está expuesto a una presión asistencial muy alta que limita otras actividades que cualquier médico necesita para atender bien a los pacientes y crecer profesionalmente: reunirnos con compañeros, discutir casos, formarnos... Eso, en este servicio, es impensable. Llevo tres años sin ir a un congreso. No es normal para un profesional de una disciplina que cambia tan rápido, en la que hay avances terapéuticos todos los meses. Eso complica que alguien decida venir aquí. Y tenemos que añadirle otra cosa.

El coste de la vida en la isla.

Sí. Es un sitio fantástico, pero la carestía de vida es importante. Intentas contratar a profesionales con una equivalencia de sueldo con el resto de España pero el coste de la vida es hasta un 70% mayor que en cualquier otra provincia. Tengo compañeros de la facultad en hospitales de toda España y su calidad de vida es mucho mejor. Si estás en hospitales con equipos más grandes la presión asistencial es menor, aumentan las cosas que puedes hacer y vives en un sitio más barato. Es muy difícil atraer profesionales y el sistema público no tiene herramientas para compensar estas dificultades añadidas de la isla.

¿Entonces?

En Eivissa no se pueden tener plantillas ajustadas. Tienen que estar supradotadas, un 20% o un 30% por encima, porque sabemos que de forma habitual se marcha gente porque el ritmo de trabajo es tan alto que el que viene y ve que no hay margen para más labor que la asistencial se va. Deben ser plantillas que permitan desarrollar el trabajo en tiempos dignos para el paciente y razonables para la práctica clínica, te permitan formarte y asumir una eventualidad como que alguien se ponga enfermo. Con plantillas tan ajustadas, una eventualidad pone en riesgo un servicio. Dos, lo destruyen, que es lo que nos ha pasado a nosotros.

Con este panorama, ¿cómo se fichan oncólogos?

Con este panorama la situación está muy difícil. No sé cómo hacerlo. Estoy cansado de ofrecérselo a compañeros. Llevo años así, pero el número de oncólogos que se forman al año en España es menor que las necesidades anuales de contratación. Estamos en absoluta desventaja. El sistema público no lo permite, pero si esto fuera la privada y yo el que manda lo tendría claro: ofrecer un 50% más de sueldo y condiciones de trabajo atractivas para que la gente se quede. Veo una limitación y un problema permanente. Y no sólo en Oncología. No se puede tratar una isla como a las provincias de la Península.

¿Usted ha pensado irse?

Más de una vez. Ha habido dos veces en las que me lo he planteado.

¿Por qué se quedó?

Mi vida personal me ha mantenido aquí. Mi mujer y dos hijos están aquí, aunque tengo otra hija estudiando fuera. En los momentos más duros ha sido mi familia la que me ha hecho frenar y dar un poco de margen para que la situación mejorara. Y porque sentía mucho apoyo y reconocimiento en la Policlínica Nuestra Señora del Rosario. La primera vez que lo pensé las cosas mejoraron. Y la segunda etapa dura está siendo ahora. No pienso en irme, pero veo que la situación de presión no se puede mantener mucho tiempo. No yo, nadie. He pasado de una reducción de jornada por mis hijos a renunciar a ella y trabajar todas las tardes entre aquí y la clínica, donde trabajo hace muchos años y donde la presión también ha aumentado. No es una situación cómoda ni en lo laboral ni en lo profesional. Suerte que tenemos a los abuelos maternos. Sin ellos, ya nos habríamos ido. Hay días en los que no aguanto. Ni física ni mentalmente.

A pesar de todo decide hacerse cargo del servicio.

No me gustaba cómo funcionaba. Era feliz porque me encanta lo que hago. Me aguantaba por la satisfacción de ayudar a quien entraba en la consulta, pero si el servicio se deteriora eso afecta a los tiempos de consulta, que es lo que estaba pasando. Eso, a nivel ético, me afectó mucho. Llega un momento en que o haces que el servicio funcione mejor o no puedes seguir. Hace unos meses se resolvieron asuntos pendientes y, motivado por compañeros y la sensación de que se podía crear otro equipo con otras dinámicas de trabajo, me planteé enderezar el servicio. Estoy totalmente limitado por el personal que tenemos. Da igual lo buenas que puedan ser mis ideas, sin gente es imposible.

Entonces, ¿qué proyectos puede poner en marcha?

Aun siendo menos se pueden cambiar muchas cosas. Estos dos últimos meses han sido la parte más dura, pero hace tres o cuatro meses ya empezaba a ver un servicio diferente. Otra empatía, otras ganas de trabajar, otra actitud, más compañerismo... Los últimos años era un servicio desunido y con una forma de trabajar que no me parecía buena para los pacientes. Incluso estando solo puedo imprimir a todo el personal, a enfermería, a administración, una nueva forma de resolver los problemas y los conflictos del día a día. Porque esta situación genera muchos conflictos. La gente que se ha quedado aquí, a pesar de estar doblando esfuerzos, soporta las peores caras de los pacientes. Hay situaciones de mucha tensión. Para llegar a algo que se perciba como un servicio normofuncional es indispensable contar con más profesionales. Y con una estabilidad. Las visitas de profesionales de Son Espases nos sacan del pozo. Se atienden pacientes, se ponen tratamientos y se valoran toxicidades, pero es difícil gestionar un servicio cuando muchos días hay un único oncólogo. Hace falta gente. Sin gente no es posible.

Los pacientes critican que no siempre les atiende el mismo oncólogo. Les genera preocupación y, muchas veces, tienen que explicar su historia desde el principio.

El apoyo de Son Espases no es simétrico. Unos vienen cada semana, otros cada dos semanas y ahora algunos una vez al mes para atender visitas sucesivas. La cadencia de visitas que requiere cada paciente es diferente. Los hay que necesitan visitas semanales, otros cada dos, o cada cuatro. Es imposible articular que al mismo paciente lo vea el mismo médico. El que viene una vez a la semana sí puede hacer un planning y dar continuidad, pero los demás no. Entiendo el malestar del paciente, pero la prioridad es que se le atienda cuando le toca. Hay días que estoy solo, a la mitad de los pacientes no los conozco, tengo 15 o 20 minutos para atenderlos cuando, en realidad, necesitaría 40 para entender bien lo que les pasa, su historia y su evolución. El paciente entra en la consulta y dice «otro médico diferente». Entiendo su malestar, pero la alternativa sería no darle cita. Hay un sobreesfuerzo que los pacientes tienen que ver.

¿Ve la luz al final del túnel?

Soy optimista y siempre veo la luz. Pero también veo el túnel.

¿Qué proyectos están parados por esta situación crítica?

En mi anterior jefatura planteé la consulta de enfermería, que no llegó a funcionar y merecería ponerse en marcha. El equipo está muy motivado y aporta mucha calidad asistencial al paciente. También la farmacéutica está muy implicada con los pacientes enseñándoles el manejo delas toxicidades y la supervisión de las complicaciones. Esa reunión diaria que intento hacer es algo parecido a esa consulta de enfermería. Ellas se encargan de las toxicidades, pero uno de nosotros tiene que sentarse y revisarlas. Si algo, en un futuro, se pudiera desarrollar sería esta consulta. Aportaría mucho en esta situación, porque hay otra parte del día a día que no te he contado.

¿Cuál?

Llamadas al busca, al teléfono, correos, preguntas de las auxiliares sobre pacientes que llaman preguntando por cuestiones de la medicación o porque se encuentran mal, pacientes que están ingresados o que han llegado a Urgencias. En el caso de pacientes en activo hay problemas relacionados con el tratamiento y la consulta de enfermería podría descargar la asistencia diaria. Si todas las complicaciones se centralizan en esa consulta y en un tiempo estipulado, te reúnes con ellas y resuelves todas las dudas. Es más práctico que el hecho de que durante toda la mañana recibas esas interrupciones porque no te permite desarrollar bien las consultas.

¿Se tienen que enviar muchos pacientes fuera de Eivissa?

Ahora mismo, los pacientes que necesitan medicina nuclear, que aquí no tenemos. Y también para pruebas como gammagrafía ósea o Pet-TAC y especialistas que tampoco tenemos, como cirujanos torácicos, para cirugías digestivas complejas o técnicas de radioterapia que no se ofrecen aquí, como la braquiterapia. Se derivan pacientes fuera, pero la mayoría del manejo se puede realizar aquí porque se han ido incorporando técnicas diagnósticas. Recuerda la radioterapia, que cuando empezamos a pedirla parecía que era un capricho y la máquina no para.

¿Se va a poder solucionar algo en breve?

Espero que sí. Con gente nueva se podría hacer un servicio que funcionara muy bien porque tenemos gente muy buena y motivada. El problema es que están muy presionados. ¿Dónde vamos a conseguir los oncólogos? Ésa es la parte difícil. La clonación no ha avanzado lo suficiente aún. Todos necesitamos que mejore: los pacientes y nosotros. La situación ha llevado a cambios drásticos y que pican. Aunque pasado el malestar inicial ha habido una implicación total de estos servicios, como Interna, digna de alabar. No estamos en una situación ideal en planta, pero se le está ofreciendo lo mejor al paciente cuando un internista le está valorando en planta y nos tiene a nosotros para la parte específica de oncología. Algunos de estos cambios pueden llevarnos a hacer las cosas mejor en el futuro. La Unidad de Paliativos es un soporte fundamental tanto para el paciente ambulatorio como el hospitalizado. Sin Interna y sin Paliativos sería imposible atender a todos los pacientes que tenemos en el hospital. Hay que repensar la oncología de cara al futuro. No creo que volvamos a lo que teníamos. No es realista a corto plazo y hay cosas que tenemos que hacer de forma diferente.

¿Qué quiere decir?

El oncocentrismo, el paternalismo con el paciente, no puede mantenerse. No podemos hacer que todos los cuidados de salud de un paciente oncológico pasen por nosotros, que es como se ha hecho siempre, pero hace que los pacientes acaben dependiendo del oncólogo para todo y consultando todo al oncólogo. Y resta protagonismo a especialidades que deben participar. No somos el centro de la atención del paciente oncológico, somos los profesionales que nos encargamos del tratamiento activo del cáncer, pero estos pacientes tienen otros muchos problemas de salud. La Atención Primaria es fundamental y en el futuro tanto ése como otros servicios van a tener que estar más implicados y establecer buenas vías de comunicación para que cuando haya una sospecha de recaída en un paciente, te llegue rápido. La oncología, aquí, dentro de cinco años, no va a tener nada que ver con lo que tenemos ahora porque deberemos adaptarnos a lo que tenemos e inventarnos una forma de trabajar buena para los pacientes y que tenga futuro. Para hacer lo que estábamos haciendo, ofrecer las terapias nuevas y mantener las revisiones, necesitaríamos ser diez oncólogos dentro de cinco años. Y no vamos a poder ser diez. Uno de los grandes retos es repensar el funcionamiento y ésa es una de mis tareas. Cada día me planteo cómo optimizar los recursos y el tiempo para ofrecer más calidad y salud a los pacientes.

¿Le tiene miedo al cáncer?

No tengo un miedo vívido real. No lo pienso mucho. No me lo permito. Paso muchas horas al día con esta enfermedad en la cabeza, pero consigo salir de aquí y no pensar en el cáncer. Una de las cosas más bonitas que me ha dado mi trabajo es aprender a darle valor a lo que realmente lo tiene: la familia y la salud. Tenía mucho miedo al cáncer cuando descubrí la enfermedad en la carrera. Creo que ése fue uno de los motivos que me llevó a acercarme a la oncología. Pero a día de hoy no le tengo el miedo que le tenía.

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