'Habitar la Isla Blanca'
Ruta de lujo por la arquitectura de Ibiza
La convocatoria de la Demarcación pitiusa del Coaib reúne a más de 60 personas interesadas en descubrir tres de las «joyas» del patrimonio arquitectónico de Ibiza, la Casa Broner, Can Cardona y el conjunto histórico de Sant Llorenç de Balàfia

Visita a la Casa Broner en el barrio de sa Penya en Ibiza / Toni Escobar

«El juego de lo nuevo y lo antiguo en la Casa Broner es fascinante». Lo afirma el arquitecto Raimon Ollé, autor junto a Isabel Feliu de su restauración, durante la visita guiada programada por la Demarcación de Ibiza y Formentera del Col·legi Oficial d’Arquitectes de Balears (Coaib). La ruta comienza sobre las diez de la mañana en la que fuera la vivienda del arquitecto y pintor Erwin Broner. Can Cardona, en Sant Carles, y el conjunto histórico de de Sant Llorenç de Balàfia son las otras dos paradas que se han incluido en este interesante paseo didáctico, organizado con motivo de la inauguración de la exposición ‘Habitar la Isla Blanca’ y de la presentación de su catálogo, que se llevaron a cabo el día anterior.
Entre los asistentes, en torno a 65, no solo hay residentes en Ibiza como el arquitecto Adrián Sempere, que lleva medio año viviendo en las Pitiusas, sino también gente procedente de Madrid, Barcelona e incluso de Italia. Muchos se han unido a la cita convocados por Antonio Pizza, comisario de ‘Habitar la Isla Blanca’ y catedrático de Historia del Arte y de la Arquitectura en la Etsab de la UPC de Barcelona. Es el caso de la italiana Arianna Iamperi, que está haciendo el doctorado en la Ciudad Condal con Pizza, y también el de Aurora Pizziolo, del Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia, y de Damiano di Mele, doctorando de la Università Sapienza di Roma y de la Universidad Politécnica de Madrid. Todos ellos se mueren por conocer a fondo tres de «las joyas» más emblemáticas del patrimonio arquitectónico ibicenco.
Justo antes de llegar al callejón de la Estrella, donde está la entrada al Museo Casa Broner, el grupo se detiene en la Travessia de sa Penya número 5 para escuchar a Ollé, que explica que la vivienda que tienen ante sus ojos, en evidente estado de abandono, fue comprada en su día por los Broner y está conectada a través de una trampilla con los jardines del hogar ibicenco del arquitecto y pintor alemán. «El acceso en estos momentos está tapiado, pero existe un proyecto del Ayuntamiento de Ibiza, actual propietario del inmueble, para rehabilitarlo y comunicarlo con la Casa Broner», comenta Ollé.
«En la Casa Broner hay una progresión desde lo más arcaico, en el sótano, hasta lo más abstracto, en la cubierta»
Recuerda el arquitecto barcelonés que Erwin Broner construyó su vivienda en el barrio de sa Penya en 1960, partiendo de una humilde casa de pescadores. Sobre su base edificó la planta piso y la cubierta. «Hay una superposición de estratos empezando por lo más arcaico y tradicional, que es el sótano, hasta llegar progresivamente a la abstracción más absoluta de la cubierta y todo ello al abrigo de un escenario tan imponente como el baluarte de Santa Llúcia», señala. En su opinión, «Broner establece un diálogo que enriquece lo antiguo y lo moderno y que tiene en cuenta lo local y lo global, temas que le apasionaban y que le preocupaban, como queda de manifiesto en las cartas que escribió a principios de la década de los 60 a Walter Gropius, fundador de la Escuela de la Bauhaus».
En la entrada de la Casa Broner, Isabel Feliu habla con apasionamiento de la vivienda que Ollé y ella reformaron entre 2009 y 2011, «una pequeña joya arquitectónica». «La relación de la vivienda con el espacio es increíble, todo está abierto y la luz atraviesa la casa haciendo que parezca liviana y que flote sobre el mar», destaca. Habla luego de la planta -1, la de sabor más tradicional y la que albergaba el estudio de Broner, de muros gruesos y adaptada a la topografía del terreno con una serie de escalonamientos que ayudan a definir las distintas zonas de trabajo.

Uno de los visitantes toma una foto desde el ventanal de la planta piso de la Casa Broner. / TONI ESCOBAR
Luego se refiere a la planta piso, «diseñada con el lenguaje arquitectónico del momento, con formas muy sencillas y prácticas en las que el espacio se aprovecha al máximo». Allí, nada más entrar, está el salón con cocina abierta. Feliu señala las persianas oscilantes que tamizan la intensa luz que entra por una gran ventanal corrido desde el que se divisa el mar . «Son un invento de Broner, que era muy manitas. También los muebles los diseñó él y varios de los cuadros que hay en la casa son suyos», indica antes de resaltar que para levantar su casa y realizar todos los elementos que la componen «contó con sus propias manos y las de los artesanos de Ibiza». Es también en la planta piso donde se encuentra el dormitorio con chimenea, ya inutilizada, un baño y una terraza con hermosas vistas a Formentera.
La arquitecta catalana centra la atención en lo que es la cubierta del inmueble, «una abstracción total de volúmenes», y habla del color verde, antaño «tan bonito» y ahora ya desvaído, que se puede apreciar en algunas de las zonas del solárium.
Un paseo por Can Cardona
Acaba la visita a la Casa Broner, que se ha hecho por tandas, y todos se preparan para viajar a Sant Carles, donde está Can Cardona, la casa payesa que compraron en 1959 Erwin y Christina Bechtold. Allí estará ella para recibir al grupo y abrirle las puertas de su hogar, que es como «abrirles las puertas de su corazón», como dice el gerente de la Demarcación de Ibiza y Formentera del Coaib, José María Marí. Será la viuda del pintor alemán y el arquitecto Stefano Cortellaro quienes contarán a los asistentes los detalles de una casa que es, en palabras de este último, «toda una lección de arquitectura por ser obra de un pintor, por establecer un diálogo entre épocas y culturas distintas y por la forma en la que ha crecido y la naturalidad con la que se han ido resolviendo las necesidades habitacionales y funcionales de sus propietarios».

Christina Bechtold recibe a los visitantes de Can Cardona. | COAIB / Maite Alvite
Cuenta Cortellaro, tanto en la visita guiada como en el artículo que se incluye en la publicación de ‘Habitar la Isla Blanca’, que originalmente Can Cardona era «una païssa deshabitada y parcialmente en ruina compuesta por el porxo, la cocina y dos dormitorios». Las primeras obras que realizó Bechtold consistieron en la rehabilitación de la cubierta de la cocina, que entonces se convirtió en su estudio. La primera ampliación que realizó fue para hacer un almacén para guardar sus cuadros. Luego la vivienda, que carece de pasillos, como las casas payesas, fue creciendo para hacer diferentes dormitorios. La última ampliación importante se hizo a finales de los 80 para construir un taller que permitiera al artista trabajar con cuadros de gran formato.
El arquitecto que ejerce de guía también llama la atención sobre el patio, «resultado de las sucesivas ampliaciones y que funciona como distribuidor», y sobre la planta de la casa, «que tiene muchas similitudes con la obra pictórica de Bechtold».
Cortellaro, que lleva un plano del conjunto histórico de Sant Llorenç realizado por Salvador Roig, también será el encargado de mostrar la Torre de Can Pere Mosson y el poblado de Balàfia en su conjunto y resaltar el valor de un asentamiento rural que es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura popular ibicenca.

Visita al conjunto histórico de Sant Llorenç de Balàfia. | COAIB / Maite Alvite
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