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Entrevista Tomás Méndez Reyes

Tomás Méndez Reyes: «Esta década habrá más cambios que en los últimos 70 años»

Experto en economía y profesor de la Escuela de Turismo durante 29 años, Méndez presenta su último libro, ‘Las dos almas de Ibiza’, en el que analiza la evolución de la isla durante las últimas siete décadas

Méndez posa en las instalaciones de Diario de Ibiza tras la entrevista. | C.NAVARRO

El currículo de Tomás Méndez es denso, prolífico. Enfocado principalmente a la economía pero con un ojo crítico bien entrenado durante su paso por la política y sus casi seis décadas en la docencia, sabe cómo afectan los movimientos económicos en la sociedad y lo que cuesta sacar adelante iniciativas de envergadura, ambiciosas, desde la Administración. Su paso por el Consell pero, sobre todo, por la Escuela Universitaria de Turismo de Ibiza, donde fue profesor de economía y turismo durante 29 años, le aportan un poso definitivo para analizar cómo ha evolucionado la isla en siete décadas, desde que descubrió el negocio turístico que la mostró al mundo.

El libro analiza siete décadas de historia de Ibiza en cuatro grandes apartados pero, ¿cómo definiría esta evolución de una manera breve, concisa?

Se generó una oportunidad tras la Segunda Guerra Mundial, a partir de los años 50, única para un crecimiento económico y de mejoras para todos, gracias a un entorno de recuperación muy importante. Y eso favoreció que la gente pudiera empezar a viajar. Y en la isla, coincidió que había una gente preparada que aprovechó esa oportunidad. Fue algo casi único porque entre las miles de islas del Mediterráneo, sólo Balears y sobre todo Ibiza, supieron aprovecharlo. El libro es de alguna forma un homenaje a toda esta gente que convirtió una isla idílica, pero pobre, en una sociedad que progresaba y se enriquecía. Hicieron un milagro.

Pero no fue un camino de rosas; ha habido muchas crisis pero Ibiza siempre se ha reinventado. ¿Cómo explica esa capacidad de resiliencia?

Precisamente eso es lo intento analizar en el libro. Con todas las crisis que ha habido, los cambios en los mercados y la demanda, el turismo ha sido la industria que menos crisis ha sufrido en estos últimos sesenta o setenta años, cuando otras han caído.

El turismo no es tan amable con el entorno como pensábamos y el reto es mantener su principal activo, el entorno.

Así es. Es el otro gran tema del libro y por eso se llama ‘Las dos almas de Ibiza’. El crecimiento ha tenido consecuencias sociales y medioambientales. Durante la pandemia, hubo gente que se asustó porque no vino nadie a la isla; que los viajes cayeran totalmente de buenas a primeras no había sucedido nunca. Sin embargo, ya en 2022 muchos otros protestaban porque llegaban demasiados turistas... Está claro que el futuro debe diseñarse en base a un acuerdo entre esas dos partes para lograr un crecimiento con una buena distribución de la renta, que sea inclusivo. Y al mismo tiempo que se recuperen, o al menos que se mantengan, las señas de identidad ibicencas que vienen del pasado mientras se mejora el bienestar de todos los residentes. Algo muy difícil, pero para eso está la política. A las empresas y a los ciudadanos les interesa y es lo que nos puede unir realmente.

Tras siete décadas de desarrollo y de ingresos ingentes, gran parte de la sociedad está en una situación muy precaria. Eso de distribuir no es lo nuestro...

Las sociedades son dinámicas y el crecimiento y los cambios tecnológicos y sociales tienen perdedores y ganadores. Eso está claro. Pero para eso también está el sector público, porque se trata de hacer más igualitario ese crecimiento. No tenemos crecimientos uniformes, hay subidas y bajadas. Y los empresarios son fundamentales, como los trabajadores. La política debe intervenir para lograr más igualdad.

Comenta en el libro que la Administración debe intervenir para proteger el medio ambiente. Pero, ¿y la empresa privada?

Creo que ya lo está haciendo. Hay empresas punteras de la isla que ya lo están haciendo.

Es casi una exigencia, al menos de marketing.

La sostenibilidad es ahora la palabra de moda...

Como antes la desestacionalización.

(Ríe). La temporada se ha ampliado, como pasa siempre en los ciclos buenos, eso es historia. Ahora viene más gente tal vez porque tras el virus se valora más venir a sitios como Ibiza. Y gracias también a las nuevas tecnologías, que permiten el teletrabajo.

Por fin logramos que la desestacionalización sea una realidad, pero ¿cree que la isla puede soportar ocho, nueve o diez meses de temporada?

Nos habíamos acostumbrado a tres o cuatro meses de temporada fuerte, donde hacíamos un esfuerzo extraordinario. Y luego venía el relax... El invierno. Y eso en parte se ha terminado, lo que permite una actividad más continuada, empleos más fijos, una vida más normalizada.

Pero esa presión sobre el entorno...

Es verdad que hay muchos problemas y que a veces son contradictorios. No es fácil. Cómo lograr el equilibrio es un arte. Hay que tener mucho amor a la tierra y capacidad para equilibrar unas cosas con otras. Porque nadie quiere perder el nivel de vida que ha logrado y todos queremos vivir en la isla de hace 50 años.

Entonces...

En una isla tan pequeña todo es más complicado. Hay muchas zonas protegidas y hay un problema de falta de suelo, y de ahí el problema de la vivienda. Y si la isla no puede sostener a tanto turista, el modelo tiene que tender a menos turistas pero que gasten más. Nos quejamos del turismo de lujo, pero es inevitable.

¿Qué piensa de la limitación de entrada de coches en la isla?

No es fácil. Estamos en Europa y tenemos unas reglas comunes. El que diga que es capaz de arreglar este problema... Eso no existe. En esta tercera década del siglo XXI hay inquietud porque se producirán más cambios tecnológicos y sociales que en los últimos 60 años. Inquieta la rapidez de los cambios porque estamos acostumbrados a una vida sedentaria.

Hay una frase del libro que creo refleja lo que ha pasado y lo que piensa ahora mucha gente: «Ibiza ha llegado a un nivel que genera el deterioro de la experiencia de las personas que visitan el destino»? Duro.

Es lo peor que puede pasar porque tenemos que cuidar el destino. Hay que invertir en el medio ambiente.

¿Echa en falta inversión?

La actividad privada siempre ha ido por delante en esto y la pública ha sido más rácana. Tiene que haber más jardineros, más preocupación... En Santa Cruz de Tenerife hay una ronda que va de mar a mar, como si fuera de ses Figueretes al paseo marítimo. ¡Y aquí no tenemos eso! Deberíamos tener un paseo lleno de árboles, libre de coches. Sería una riqueza tremenda para la ciudad y la isla. Porque Ibiza es una ciudad, quitando la Marina y el caso antiguo...

Fea.

(Risas) Que podría haber mejorado...

Es usted diplomático.

Ya que no se puede crecer mucho se pueden hacer otras cosas con lo que hay, como mejorar la calidad de los edificios, de las calles, los jardines...

Otra frase del libro: «Ibiza está sobredimensionada turísticamente».

Creo que la oferta hotelera se ha desarrollado bastante bien, no ha aumentado mucho y se ha reformado muchísimo, que es lo que ha cambiado el turismo. Pero esas ganas de hacer proyectos desde la parte pública para mejorar la ciudad y la isla nunca han fructificado porque cuestan mucho dinero.

¿Qué hay que hacer de manera urgente para garantizar un futuro basado en el turismo?

Muchas cosas, y todo con diálogo y acuerdos porque si no se implica a toda la sociedad... Cualquier residente tiene que saber qué hay que hacer para que la isla mejore. En la crisis de los 90 todo el mundo se puso detrás de Fomento del Turismo. Eso necesitamos ahora, también hasta a quienes creen que no viven del turismo.

Habría que empezar por quienes viven de la oferta ilegal...

Hay intereses contrapuestos. No es justo que no dejen aprovechar la buena situación a los pequeños ahorradores que compraron algún piso hipotecándose con esfuerzo. Hay que distinguir. Una cosa son los grandes tenedores y otra el pequeño ahorrador, el que tiene dos o tres pisos. Estos tienen tanto derecho a un rendimiento económico como el que puede invertir en otra cosa. No se les puede exigir lo mismo.

Se refiere a fondos de inversión o bancos, aunque en Ibiza no tienen muchos pisos.

Y también grandes tenedores privados que no son de la isla, que son de fuera. Al llenar Ibiza de grúas en la primera década de este siglo creamos las condiciones ideales para esta nueva oferta, porque antes no había un problema con la vivienda. Entonces, todo el mundo intervino y a ver quién dice quién tiró la primera piedra. La sociedad es muy dinámica y la Administración no puede ser tan estática. Debe intervenir de manera dialogante pero clara y decidida. Tiene que implicar a todo el mundo y garantizar que no se producen injusticias. Como considerar que el pequeño ahorrador que ha comprado un piso es el culpable de lo que ocurre con el problema de la vivienda. Y eso está ocurriendo.

Habla en el libro del declive de las discotecas por el covid, pero ya estaban de capa caída antes.

Los clubes y los dj’s siguen ahí y siguen atrayendo a mucha gente. Aunque también hay gente que no viene por ellos. Pero esta oferta es un complemento adecuado. No es nada negativo, hemos sido números uno mundiales en música.

Pero el ocio diurno, los beach clubs y los hoteles-discoteca, han hecho daño a las discotecas.

Pacha con Ricardo [Urgell] tenía una gestión más implicada con la isla. Creo que parte de esa propiedad se va vendiendo, por ejemplo a fondos de inversión, para revalorizar. ¿Qué podemos esperar? Pues que alguna discoteca que ha sido tradicionalmente importante cambie de propiedad. Y todo eso gracias a los tipos de interés, que están muy bajos cuando hace varias décadas estaban altísimos y los fondos perdían dinero. Ahora esos tipos bajos permiten a estos fondos meterse en inmobiliaria, en vivienda, locales...

En hoteles...

En todo. Son los que tienen dinero ahora.

Comenta en el libro que en la industria del turismo, la fábrica está en casa y los consumidores vienen a la fábrica, a las islas.

Claro, el hecho de tener la fábrica en casa es complicado porque en el resto de sectores productivos la tienen fuera y, cuando dejas de trabajar, vuelves a tu casa, que está a kilómetros. Pero soy optimista y creo que reflexionar sobre el futuro es importante ahora.

No lo trata en el libro, pero se ha abierto un debate interesante en Ibiza con respecto a la llegada de cruceros.

Aquí no pasa lo que en Venecia, que el crucero está dentro de la ciudad. Durante la pandemia, en Tenerife había cruceros fuera de las instalaciones portuarias y entraban sólo para proveerse de combustible y alimentos. Los cruceros dan trabajo y actividad en invierno, como el Imserso. Ha sido siempre un apoyo para tener una temporada de invierno no tan nula. Y tampoco pasa lo que en Palma, que no puedes ir por la calle porque está llena de cruceristas. Nos hemos convertido en un poco tiquismiquis, muy nostálgicos, pero tenemos que entender que las sociedades cambian y hay que adaptarse. No podemos vivir en la Ibiza de los años 60 en 2023.

Por lo que apuesta por regular esta actividad, supongo.

Prefiero regular que prohibir. Pero regular con sentido, no de manera precipitada y sin acuerdos, porque luego tienes que rectificar. Todo el mundo dice que está en política para mejorar la vida de los ciudadanos. Bien, pues que se pongan de acuerdo y lo hagan.

¿Cómo ve el futuro del turismo?

A corto plazo con problemas, porque como siempre pasa hay amenazas y oportunidades. Veo que el turismo puede seguir siendo una industria que tira del empleo precisamente porque está basada en el ser humano. Y viene la revolución de la inteligencia artificial, que también nos afectará.

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